Viernes, 22 de diciembre de 2006 | Hoy
Saparmurat Niyázov, quien fomentó un culto a su personalidad, gobernó el estado más cerrado y feudal de la ex Unión Soviética.
Por Pilar Bonet *
Desde Moscú
El extravagante dictador Saparmurat Niyázov, presidente de Turkmenistán, falleció repentinamente de un paro cardíaco en la madrugada de ayer a los 66 años de edad, según se anunció oficialmente en Ashjabad, la capital de aquel Estado centroasiático rico en gas. La desaparición del Turkmenbashí, el “padre de todos los turcomanos”, como se hacía llamar, plantea incógnitas sobre la estabilidad en aquel territorio ribereño con el Caspio y fronterizo con Irán y Afganistán, y también sobre el futuro de los suministros de gas turcomano a Ucrania vía Rusia. La muerte de Niyázov puede tener un efecto sobre la delimitación de las zonas nacionales en el Caspio, un tema que se ha visto congelado debido a las discrepancias entre Turkmenistán y Azerbaiján.
Niyázov había fomentado un delirante culto a la personalidad. Su imagen era omnipresente, desde las estatuas doradas que decoran Ashjabad hasta los cuadernos escolares, pasando por las alfombras y las fachadas de los edificios. Entre las decisiones caprichosas de Turkmenbashí se cuentan la supresión de las pensiones a los jubilados rusos, lo que creó un grave problema para 105.000 ciudadanos de la Federación Rusa con residencia permanente en Turkmenistán. En el marco de una reforma del sistema sanitario, ordenó cerrar todas las clínicas del país, excepto las de Ashjabad. Además, rebautizó los meses del año con los nombres de sus familiares y otros términos de su gusto. También prohibió los dientes de oro a los que eran tan aficionados sus compatriotas, y tenía la intención de construir un zoo con instalaciones para pingüinos en el desierto de Karakum, donde las temperaturas alcanzan los 50 grados. En esta onda decidió también construir una pista de patinaje sobre hielo en el desierto. Por si fuera poco, declaró fuera de la ley todas las enfermedades infecciosas, incluido el cólera y el sida, abolió el ballet, la ópera, los circos, las orquestas, por considerar que iban en contra de las tradiciones nacionales turcomanas, suprimió los diplomas de todas las universidades extranjeras emitidos en los últimos 10 años y prohibió a los jóvenes llevar cabellos largos, barbas y bigotes.
El dictador será enterrado en el panteón familiar que se hizo construir en las afueras de Ashjabad junto a la gran mezquita, donde las citas del presidente están en lugar más relevante que las citas del Corán. Las informaciones sobre los grupos de intereses en el entorno del fallecido son confusas, ya que Niyázov consolidaba su posición mediante un constante relevo de altos funcionarios y el encarcelamiento de éstos y de los miembros de sus familias con el fin de prevenir posibles conspiraciones. El viceprimer ministro y ministro de sanidad, Gurbanguly Berdymujammédov, ejercerá temporalmente las funciones de presidente, por decisión del Consejo de Seguridad. Este nombramiento supone un desvío de la Constitución turcomana, según la cual esas funciones deberían ser desempeñadas por el jefe del Parlamento, Ovezgeldy Atáyev. La emisora Eco de Moscú recogió los rumores según los cuales Berdymujammédov podría ser hijo ilegítimo del fallecido Niyázov, que está casado con una rusa, tiene un hijo y una hija. El dictador había estudiado ingeniería y llevaba 21 años al frente de Turkmenistán, primero como dirigente soviético y desde 1991, como presidente del Estado más feudal y cerrado de todos cuantos surgieron de la desintegración de la URSS. Niyázov dirigía Turkmenistán como si fuera un feudo particular. En 1999 se hizo elegir presidente de por vida y en 2005 el Parlamento lo confirmó en este cargo.
Bajo su mandato, Ashjabad se convirtió en una ciudad de ciencia-ficción, atravesada por enormes avenidas, jalonadas por palacios, frente a los cuales se yerguen las estatuas del dictador. Asignatura obligatoria en la escuela es el libro de Niyázov Rujnamá, un compendio doctrinal que en su mayor parte consiste en comentarios banales, consejos paternalistas y peculiares interpretaciones históricas y culturales. La oposición turcomana, que nunca fue fuerte ni estuvo bien organizada, está prohibida y sus líderes están en prisión o en el exilio en Occidente.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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