Domingo, 24 de diciembre de 2006 | Hoy
Un grupo de congresistas estadounidenses se hizo eco de la invitación a dialogar del presidente Raúl Castro y estuvo conversando en la isla. La administración Bush se mantiene intransigente respecto de Cuba, pero cambia el contexto.
Por Mercedes López San Miguel
En la misma semana en que Bush asumía que no están ganando la guerra en Irak, diez congresistas de su país volvían de Cuba con ánimo de impulsar un diálogo con la isla. La mano la había tendido Raúl Castro, el pasado 2 de diciembre, pero no era la primera vez que Cuba convocaba a un espacio de intercambio. El viaje de los congresistas es una señal, precisamente cuando el Congreso está por pasar a control de los demócratas. Pero la última palabra la tiene el Ejecutivo, que se mantiene inflexible.
Los congresistas se hicieron eco del convite de Raúl Castro, en funciones de presidente interino desde que su hermano mayor enfermó, hace casi cinco meses. El diario comunista Granma informó el lunes, luego de la visita de la delegación, que estaban “interesados con nuestras autoridades sobre diversos temas”. Según ellos el momento es “inmejorable”, porque en enero habrá un Congreso dominado por los demócratas y porque en estos meses Raúl Castro hizo reiterados llamados a dialogar. El grupo declaró que Fidel no tiene una enfermedad terminal, negando el anuncio que hiciera el director de espionaje de EE.UU., John Negroponte al Washington Post de que el líder cubano tiene cáncer y está por morirse. Bush está muy preocupado por la hipótesis del día después de la muerte de Fidel. Como tituló Granma, “está obsesionado”. Raúl Castro ha dicho esta semana que su hermano es insustituible y el único capaz de relevar su liderazgo es el Partido Comunista. El presidente en funciones desde que Fidel delegó todos sus poderes el 31 de julio no duda en calificar de “histórico” el actual momento de la revolución.
El desafío que le plantea Cuba a EE.UU es el mismo que le plantea América latina y que Bush responde con hipótesis contradictorias, advierte a Página/12 el economista Julio Gambina, director adjunto del Centro Cultural de la Cooperación. “Washington intentó un golpe en Venezuela (en abril de 2002); no tiene muy en claro qué actitud tomar con Bolivia y Ecuador, que son dos gobiernos progresistas, y a la vez adhiere a su alianza tradicional con Colombia. Y no sabe si profundizar o salir del embargo con Cuba, es decir, Wa-shington tiene un problema.”
El congresista demócrata William Delahunt, que junto al republicano Jeff Flake lidera el denominado Grupo de Trabajo sobre Cuba en el Congreso, expresó que un buen paso sería eliminar las últimas restricciones a las remesas y viajes impuestas por la administración Bush.
Desde 2004 EE.UU. sólo permite una visita cada tres años para ver a la familia, y existen restricciones para que los turistas norteamericanos viajen a la isla. “Para nadie es un secreto que muchos de nosotros que hemos ido a Cuba varias veces somos críticos de la política exterior de Washington hacia Cuba”, afirmó Flake, quien con este viaje ya estuvo cuatro veces en La Habana.
Los analistas coinciden en que estos cambios, si bien menores, podrían implementarse con un Congreso demócrata, pero la decisión de acabar con el embargo la toma el Ejecutivo. “Si por la administración Bush fuera, no cambiaría nada con Cuba y con América latina. Lo que sucede es que América latina está cambiando y lo desafía”, señala Gambina. Y agrega un dato: “Estados Unidos retiene desde 1998 a cinco cubanos ilegalmente presos, el juicio recibe la condena internacional y es objetado incluso dentro de Estados Unidos”.
Consultado sobre la visita de los congresistas, el presidente del Parlamento de Cuba, Ricardo Alarcón –que fue uno de los que se reunió con ellos–, descartó cambios en la política estadounidense hacia su país mientras esté Bush en la presidencia. Encargado de las relaciones con Estados Unidos, Alarcón explicó que Cuba ocupa un lugar bajo en las prioridades de los políticos norteamericanos, que tienen como prioridad absoluta la guerra en la ex tierra de Saddam.
Así, la afanosa búsqueda de nuevas estrategias para Irak posterga las cautas expectativas sobre una eventual normalización de las relaciones con Cuba que generaron los discursos de Raúl y el viaje de los congresistas progre.
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