Miércoles, 14 de febrero de 2007 | Hoy
Los atentados causaron tres muertos en vísperas del aniversario del asesinato del premier Hariri.
Por Sal Emergui *
Desde Jerusalén
Un doble atentado terrorista en una zona de mayoría cristiana, a treinta kilómetros al norte de Beirut, provocó ayer tres muertos y despertó los temores más pesimistas ante los actos para conmemorar hoy el segundo aniversario del asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri. La explosión de dos autobuses ha tensado de nuevo la frágil cuerda en las relaciones entre los partidarios del gobierno prooccidental y la oposición encabezada por el grupo chiíta proiraní Hezbolá, en un ambiente marcado por las acusaciones y amenazas.
La elección del lugar del doble atentado es, ya de por sí, un mensaje directo. Los dos autobuses circulaban cerca de la aldea de Ain Alak, en la montañosa zona de Bikfaya, habitada predominantemente por cristianos. Es conocida por ser el feudo de la dinastía Gemayel, destacada familia maronita que ha proporcionado al Líbano dos presidentes y varios ministros. De hecho, el último asesinato político se produjo el pasado 21 de noviembre con la muerte del ministro de Industria, Pierre Gemayel, conocido por su oposición a la influencia siria en el país de los cedros. Su padre, el ex presidente Amin Gemayel, fue contundente: “Hay una mano extranjera detrás de este atentado terrorista”.
El ministro del Interior, Hassan al Saba, desmintió que se tratara de una acción suicida. Según los servicios de seguridad libaneses, a las 9.15 de la mañana un artefacto explosivo hizo volar por los aires el primer autobús. Apenas diez minutos después, cuando decenas de personas se acercaron al lugar del atentado, otra bomba estalló en el autobús que venía detrás. Los dos artefactos contenían tres kilogramos de explosivos cada uno y fueron adosados en los asientos de los autobuses. El pánico y el elevado número de heridos internados en dos hospitales crearon una confusión inicial que llevó a informar de la muerte de doce personas. El recuento final, sin embargo, confirmado por el jefe de las operaciones de la Cruz Roja, George Ketaneh, se resume en tres muertos, dos libaneses y un egipcio, y veinte heridos. “Veníamos de Btehrine –localidad cristiana–, cuando escuchamos una explosión enorme”, relató Brigitte Mur, una pasajera aún conmocionada por el ataque.
El primer ministro, Fuad Siniora, afirmó que es “un intento más en desestabilizar nuestro país”, escenario de una lucha ideológica y política adornada con bombas y asesinatos. El presidente del Líbano, el prosirio Emile Lahud, también condenó el ataque en Bikfaya, que calificó de “masacre” y “un intento de frustrar todos los esfuerzos internos, regionales e internacionales para conseguir la unidad nacional libanesa”.
Hezbolá, que sigue exigiendo la dimisión del gobierno de Siniora, se sumó a las unánimes condenas. Un portavoz del movimiento chiíta, que dirige con mano de hierro el jeque Hassan Nasralá, declaró: “Todos los libaneses se sienten amenazados y lo que ha sucedido es un crimen rastrero contra civiles”. El diputado de Hezbolá, Hussein Haj Hassan, añadió: “Debemos unirnos para hacer fracasar a aquellos que siembran la muerte y la destrucción en momentos en que los libaneses, apoyados por países árabes e islámicos, tratan de resolver sus divergencias”.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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