La inauguración de la 37a Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) fue cualquier cosa menos aburrida. Acostumbrados a las formales y diplomáticas aperturas, los representantes de los 35 países miembro se sorprendieron ayer al ser protagonistas de la mayor discusión pública entre el gobierno estadounidense de George Bush y el venezolano de Hugo Chávez. La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y el canciller venezolano, Nicolás Maduro, se enfrentaron a los pocos minutos de empezada la sesión. La ira de la delegación sudamericana estalló cuando la funcionaria estadounidense le pidió al secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, que viaje a Caracas para realizar un informe sobre la libertad de expresión en ese país. Maduro no tardó en responder y acusó a la Casa Blanca de violar la soberanía venezolana. Además, invitó al pleno a debatir sobre el muro estadounidense en la frontera con México y los derechos humanos de los detenidos en la cárcel de Guantánamo.

Durante el fin de semana, el presidente Chávez ya había adelantado que no aceptaría cuestionamientos sobre la no renovación de la concesión del canal opositor RCTV en la asamblea de la OEA. “Cualquier mención será considerada una injerencia”, había dicho el mandatario. Sin embargo, la delegación estadounidense estaba determinada a instalar el tema, a pesar de que no estaba en la agenda. “Cuando se empieza a cerrar estaciones de televisión porque expresan oposición a las autoridades, eso es de hecho una fuerte medida contra la democracia”, había asegurado horas antes Rice a bordo del avión que la llevaba a Panamá, donde se realiza la asamblea. Poco tiempo después, ya frente a los otros 34 representantes, la secretaria de Estado retomó el pedido del Capitolio para que la OEA se ocupe de analizar el caso de RCTV y la situación de la libertad de expresión en Venezuela.

Después de calificar las palabras de Rice como un “intervencionismo inaceptable”, Maduro lanzó algunas propuestas propias. “Tendría la OEA que hacer una comisión especial para estudiar la violación diaria de derechos humanos en las fronteras del sur de Estados Unidos”, sugirió el canciller ante la mirada incómoda del resto de la asamblea. Y sin dar tiempo a ninguna réplica asestó otro golpe. “¿Cuántos presos tienen en Guantánamo? ¿Dónde los secuestraron?”, preguntó, agregando que Washington es libre de invitar a los periodistas de RCTV a entrevistar a los detenidos en la cárcel militar en Cuba.

Convirtiendo la asamblea en un campo de batalla personal, Rice pidió el micrófono y contestó: “En cualquier asunto, estoy segura de que será difícil para cualquier comisión debatir, investigar y criticar más las políticas de Estados Unidos, de lo que se hace cada noche en CNN, ABC, CBS, NBC y en varios canales estadounidenses más pequeños”. No bien terminó de hablar se levantó y dejó el recinto, sin llegar a escuchar la “contrarréplica” que había pedido su par venezolano.

Más allá de las acaloradas palabras, el primer round fue para Washington, cuya delegación logró imponer claramente la agenda para el primer día de la asamblea. Su próximo objetivo será conseguir el apoyo para votar una carta democrática, o al menos una resolución, que reafirme y garantice la libertad de expresión en el continente. Ya tendría el apoyo de Chile, Perú y Canadá, entre otros.

En cuanto a la delegación venezolana, todavía es imposible aventurar su estrategia. ¿Seguirá optando por la confrontación directa como ayer o intentará evadir el tema, recordando que se trata de una decisión basada en la legislación nacional? Lo cierto es que Caracas deberá tomar una decisión rápido ya que no sólo la necesitará para sobrevivir estos próximos días en Panamá, sino también en la próxima reunión del Parlamento del Mercosur, el 25 de junio. Algunos legisladores de la oposición brasileña adelantaron que presentarán un proyecto contra la salida del aire de RCTV, una iniciativa que ya encontró apoyo entre la derecha uruguaya.