Miércoles, 1 de agosto de 2007 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Leonardo Moledo
No se puede decir que Claudio Uriarte fuera especialmente simpático ni estable, pero ésos no son más que detalles ante una inteligencia privilegiada y una lucidez especial para mirar los problemas sin los prejuicios de lo políticamente correcto.
No se puede decir que Claudio Uriarte fuera socialmente apreciado, pero sí que en sus notas desnudaba una realidad que las creencias muchas veces infantiles que dividen al mundo en izquierda y derecha y no pasan de un análisis superficial ocultaban bajo un disfraz que muchas veces tiene muy poco que ver con la realidad.
No se puede decir que estuviera al tanto del rumbo de la música rock, pero sí que conocía muy en profundidad la música clásica, y aun en ese terreno sus gustos se apartaban de lo convencional.
No se puede decir que fuera un técnico, pero sí que en la revista Clásica escribió una vez un artículo que demostraba un conocimiento de los distintos aparatos de sonido capaz de dejar pasmado a cualquiera.
Y se puede decir que escribió Almirante Cero, una biografía de Massera, denunciando tropelías y los aspectos más oscuros de uno de los principales agentes de la dictadura genocida.
Claudio Uriarte murió el sábado pasado, y con él se pierde una voz capaz de penetrar hasta el fondo de los fenómenos sin dejarse alterar por los falsos cantos de sirena de la dicotomía izquierda-derecha y denunciando aquello que bajo el disfraz de la izquierda llevaba adelante una política reaccionaria y viceversa.
No era fácil tratarlo, pero su cultura no se limitaba a lo musical o a la política internacional, sino a una gama de literatura amplísima que desdeñaba el libro pasajero y de moda.
Claudio Uriarte murió el sábado, y aunque su enfermedad hiciera que no escribiera hace mucho en el diario, se seguirá sintiendo la ausencia de una voz diferente y profunda, capaz de ver detrás de los conflictos las razones históricas, geográficas e intelectuales y que operaba como un bisturí sobre una realidad compleja y permitía un gran privilegio: entender en vez de encasillar.
El sábado pasado Claudio Uriarte murió al caer de una escalera, vencido por el quién sabe qué y se perdió una inteligencia en acción que no será fácil recuperar.
In memoriam.
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