Miércoles, 1 de agosto de 2007 | Hoy
Un niño de doce años fue violado, torturado y decapitado hace diez meses en un presunto crimen ritual. La Justicia no halló a los culpables. Y hay un creciente reclamo de justicia.
Por Cristian Alarcón
Anoche las luces de Mercedes, un pueblo de sesenta mil habitantes en el norte correntino, se encendieron al paso de una multitud. Cuatro mil personas marcharon pidiendo justicia por Ramón Ignacio González, un niño de doce años que hace diez meses apareció violado, torturado y decapitado, en el cruce entre una vía y una calle, cerca de la estación de trenes. El caso conmueve a los mercedinos porque pone en cuestión una larga tradición de religiosidad popular sincrética en una zona donde cualquier entuerto pasional o material puede resolverse con prácticas mágicas. El juzgado que investiga el homicidio hace tres meses decidió retomar el caso con una hipótesis polémica: que la espantosa muerte de Ramoncito, como ya se le dice en toda la provincia al nene, fue un crimen ritual.
Los datos duros: Ramoncito era uno de los dos hijos de una mujer sola que para sobrevivir era trabajadora sexual. Según fuentes judiciales, el mismo niño había ingresado al creciente circuito de prostitución de menores. Aun así, Ramoncito iba a la escuela. De hecho, el 6 de octubre, los últimos que lo vieron fueron sus compañeros de escuela y su maestra. Las huellas del chico se pierden hasta que al día siguiente apareció tirado, vestido sólo con un shortcito que mostraba sus nalgas. Lo que más impactó del hallazgo es que la cabeza había sido seccionada del cuerpo y puesta al costado izquierdo, a la altura del hombro.
El juzgado de Curuzú Cuatiá, a cargo del juez Gustavo Buffil, que investiga el caso, envió los restos de la criatura al Laboratorio de Antropología Forense del Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Los peritos emitieron un dictamen espeluznante. “Fue decapitado, de acuerdo con el informe forense, de izquierda a derecha, con un cuchillo de punta aguzada. El niño estuvo vivo cuando le ingresan el objeto punzante hasta que le producen el degollamiento. La decapitación es un paso final. Antes fue quemado con cigarrillos en el costado izquierdo, brazos, palmas de la mano. También se notó un corte profundo debajo de la nalga izquierda, en la parte posterior de la pierna”, describió una fuente de la investigación.
La causa tuvo una primera etapa en la que se supuso haber llegado a los culpables. Cinco personas fueron detenidas a los dos meses del crimen, entre ellos un supuesto pai kimbanda. Pero en el mes de junio fueron liberados por falta de mérito. Las pruebas halladas para inculparlos fueron insuficientes. Luego, hace dos semanas, fueron allanadas dos casas del barrio Matadero, de Mercedes, y detenidas dos mujeres. En las paredes de una de las viviendas los peritos hallaron rastros de sangre humana. Las mujeres habrían sido practicantes de un particular culto religioso en el que se mezclan el kimbanda, los cultos afrobrasileños, el cristianismo, el espiritismo y en especial, la adoración por El Señor de la Muerte, una divinidad antigua en Corrientes. El Señor es una calavera con una guadaña, y no el San La Muerte, que se conoce ya en todo el país.
La hipótesis en la que intentan profundizar los investigadores judiciales se aferra a la idea de que el niño fue usado como ofrenda a alguna deidad pagana como la de El Señor. “El hallazgo del cuerpo en una zona de cruces de vía con camino. La posición del cuerpo, el tronco y los pies con rumbo noreste. La posición del cráneo, que había sido escalpelado por alguien con cierto conocimiento. Y sobre todo el hecho de que la sangre había sido usada para algo, o sea que no encontramos nada de sangre en el cuerpo nos hace pensar en el crimen ritual”, dijo una fuente del Gabinete de Investigaciones Antropológicas a Página/12.
El abogado de la familia de Ramoncito, Marcelo Hanson, dijo anoche a este diario, durante la marcha, que “si bien apreciamos que se trabaje con intensidad en la hipótesis del crimen ritual, no podemos dejar de pensar que hay mucho más detrás de esto”. Fuente de la fiscalía que investiga el caso admitieron que entre las líneas a seguir, la de “la droga” ocupa un lugar importante. Pero nada hay en concreto más allá de la idea de que los sospechosos podrían haber estado drogados cuando participaron del supuesto sacrificio.
José Humberto Miceli, un etnógrafo correntino que trabaja desde 1985 en el estudio de nuevas religiosidades, señala que para buscar una explicación al crimen se debe revisar el culto centenario del Señor de La Muerte. Antiguamente se decía que consumía sangre de manera simbólica, porque si no se secaba. Por un período corto se incrustaba en la piel, en plomo, oro o plata. Pero lo que más inquieta a los investigadores es que al cuerpo de Ramoncito le habían extraído las vértebras cervicales, de la cuarta a la séptima. “Normalmente se sacaban de los cementerios –cuenta Miceli–. Con eso hacían talismanes o con la ralladura de los mismos, ungüentos. Es la tradición mágico-religiosa propia de Corrientes.” Anoche la marcha por el niño decapitado había reunido más gente que ninguna antes en ese pueblo de viejas creencias.
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