Lunes, 6 de agosto de 2007 | Hoy
Bolivia cumple 182 años con peligros de divisiones. La Asamblea Constituyente no cumplió su plazo y en el centro del debate está la autonomía de cuatro regiones y la lucha por la sede de gobierno.
Por Pablo Ortiz
desde Sucre
“Estamos cumpliendo un año histórico. Siento que la Asamblea Constituyente hará que no haya collas ni cambas, sólo bolivianos, que se acaben los explotadores y explotados”, dijo el presidente boliviano, Evo Morales, a su llegada a Sucre. El mandatario indígena se enfrenta a uno de los momentos más difíciles de su gobierno y hoy festejará un 182 aniversario de la patria llamando a la unidad de todos los bolivianos. Frente al Congreso, pasará de ofrecer un informe a la nación para hacer un discurso más político, que baje el clima de tensión en el que se encuentra el país.
Los problemas le llegan de todos lados. La Asamblea Constituyente, que debería entregar hoy un nueva Constitución Política del Estado para ser aprobada en un referéndum, no ha cumplido con su plazo y el pasado viernes el Congreso tuvo que ampliarlo hasta el 14 de diciembre y darles una vía de escape a los disensos. Ahora, las decisiones de la nueva Carta Magna no dependerán sólo de los 255 asambleístas elegidos en julio de 2005, sino que sus divergencias serán votadas por todos los bolivianos. Así, se prevé que habrá proyecto de Constitución en agosto de 2008 y el referéndum confirmatorio será en diciembre del mismo año.
Con ello, los planes de reelección de Evo Morales se ven retrasados al menos hasta junio de 2009 y la oposición se frota las manos por el desgaste que puede sufrir su gobierno. La mayoría de los peligros para su presidencia se encuentran en las decisiones de la Constituyente. La autonomía para las cuatro provincias orientales y la lucha por la sede de los poderes entre La Paz y Sucre se encuentran en el centro del debate. Estos temas dividen incluso al partido de Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS), que ha visto peligrar su unidad por las divergencias entre sus representantes.
Pero tal vez lo más peligroso para el caudal electoral de Morales sean las fracturas que han emergido en el bloque indígena. Los aimaras de la Confederación Nacional de Ayllus y Marqas del Qollasuyo han realizado movilizaciones en contra de la Asamblea Constituyente y el MAS. A ellos se les unieron los indígenas de tierras bajas agrupados en la Confederación Indígena del Oriente Boliviano. El problema se suscitó por la sospecha de que el partido de Morales será pragmático y que por la necesidad de terminar la Asamblea con éxito, ceda en los puntos principales de las demandas indígenas: Estado plurinacional y autonomías identitarias.
A ello se suman las presiones regionales. Santa Cruz se encuentra tensionada por la marcha que reunirá mañana a indígenas y militares. Hasta el viernes había el temor de que Morales apruebe por mayoría absoluta su propuesta de Constitución y que la marcha sea un pretexto para aplacar cualquier intento de protesta del oriente. El presidente lo niega de forma enfática y se ha pasado la última semana repitiendo que se trata de una muestra de unidad “entre las Fuerzas Armadas y su pueblo”.
Desde Tarija, la provincia de la que sale más del 90 por ciento del gas boliviano, también llegan amenazas. Exigen que el presidente controle los movimientos campesinos que bloquearon la región por más de una semana y se viabilice la construcción de un gasoducto que solucione sus problemas de energía. Y es que en la ciudad capital de los mayores yacimientos de gas de Bolivia se debe racionar la electricidad y sufre constantes apagones. Es por ello que si el gobierno no responde hasta hoy, amenazan con declararse autónomos sin esperar los resultados de la Constituyente.
Pero lo que más ha movilizado al país en las últimas dos semanas es la disputa que mantienen La Paz y Sucre por la sede de los poderes. La Paz, que consiguió el traslado de la Presidencia y el Congreso en 1899 luego de la Guerra Federal, convocó el 20 de julio a un cabildo que reunió a más de un millón y medio de personas. En contrapartida, Sucre, que es la capital constitucional de Bolivia, convocó a una marcha de 200.000 personas para pedir el retorno de los poderes.
Desde el principio, Morales se inclinó por La Paz y calificó el pedido sucrense como una jugada de la oligarquía cruceña para hacer fracasar a la Asamblea. Es por eso que ayer, el presidente llegó con miedo a Sucre. Pese a que en las últimas dos elecciones seis de cada diez capitalinos votaron por él, hoy siente que juega de visitante y teme que, cuando esté expuesto al público, reciba el escrache de los sucrenses, que no le perdonan su parcialización con La Paz.
Es por eso que ayer, mientras ponía la piedra fundacional para la construcción de un campo deportivo, Morales destacó los pedidos de unidad que lanzaron los cabildos de Sucre y La Paz y pidió a las autoridades y movimientos sociales de ambas provincias que se reúnan para garantizar esa unidad pero sin confrontación. “Todos estamos pidiendo la unidad del país, siento que es por el gran sentimiento de los bolivianos de unirnos. Sería importante que nuestras autoridades electas democráticamente, de La Paz y Chuquisaca, y movimientos sociales puedan reunirse para consolidar esa unidad evitando cualquier confrontación. Es el deseo del gobierno”, dijo. Sin embargo, todo el centro de Sucre está embanderado con el pedido de retorno de los poderes y hoy se vivirá una lucha entre los leales a Morales y quienes irán al centro de la ciudad en la que nació Bolivia a abuchear al presidente.
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