Viernes, 7 de septiembre de 2007 | Hoy
Damasco acusó a Tel Aviv de infiltrarse en su territorio a través de la frontera norte y anunció que habrá una respuesta. El gobierno israelí no confirmó ni desmintió el incidente.
Por Juan Miguel Muñoz *
Desde Jerusalén
La cuerda se tensa una vez más en Medio Oriente, sólo un año después del alto el fuego entre Israel y Hezbolá. El gobierno sirio acusó ayer a la aviación israelí de haber violado su espacio aéreo, aseguró que disparó sus baterías antiaéreas contra un cazabombardero hebreo y anunció que habrá respuesta. El Ejecutivo israelí declinó todo comentario sobre el grave incidente, que añade leña al fuego en una región en la que cualquier acontecimiento es susceptible de desencadenar un efecto dominó.
El régimen sirio, por medio de la agencia oficial Sana, aseguró que “el avión enemigo israelí se infiltró la noche del miércoles en territorio sirio a través de la frontera norte, procedente del Mediterráneo, y se dirigió hacia el Este rompiendo la barrera del sonido”. Otros portavoces añadieron que más tarde el avión descargó su munición en una zona desértica sin causar daños.
Damasco y Tel Aviv han repetido hasta la saciedad, desde comienzos de año, su disposición a negociar la paz. Aunque, por supuesto, sin ceder un ápice en sus posiciones de partida. Si había alguna posibilidad de diálogo, ahora se ha esfumado y el lenguaje se ha tornado agresivo. “Siria se reserva el derecho a determinar la naturaleza de la respuesta al ataque israelí. El liderazgo sirio está considerándola seriamente”, declaró a la cadena Al Yazeera el ministro de Información, Moshen Bilal. “Ayer el presidente israelí, Simón Peres, hablaba en Roma de paz. Israel no quiere la paz. No puede sobrevivir sin la agresión, la traición y los mensajes militares”, añadió Bilal. “No es nuestra costumbre responder a este tipo de informes”, se limitó a contestar un portavoz hebreo.
A partir del mismo instante en que concluyó la contienda entre Israel y Hezbolá, en agosto de 2006, los expertos militares no dejaban de hablar de que este verano habría revancha. Y en efecto, desde el invierno pasado, las maniobras militares de las fuerzas armadas de Israel en la meseta del Golán, ocupada a Siria en la guerra de 1967, se suceden con creciente intensidad. Los ministros de Defensa (antes Amir Peretz, ahora Ehud Barak) y el jefe del Ejecutivo, Ehud Olmert, han otorgado relevancia a estos ejercicios con sus frecuentes visitas. Incluso en el desierto del Negev, en el sur del país, los militares han ejecutado simulacros de asalto a pueblos árabes.
El momento del incidente no puede ser más inoportuno. Sólo hace unos días, ambos países anunciaban una reducción de las maniobras y del alerta. Pero también desde hace meses, dirigentes sirios e israelíes han insistido en que un malentendido puede ser la chispa que desencadene una nueva guerra en Medio Oriente. Este es el tipo de acontecimientos que puede hacer saltar la espoleta. “Estamos sentados en una bomba de relojería”, opinaba ayer el prestigioso analista israelí Akiva Eldar.
Y es que en el otro lado de la frontera, el ejército sirio también ha reforzado considerablemente sus posiciones militares, y el esfuerzo por modernizar su arsenal –especialmente sus tanques, misiles de medio alcance y defensas antiaéreas– es notorio. Rusia, que trata de ganar la influencia perdida en Medio Oriente, es su suministrador. Y como era de esperar, el régimen iraní advirtió ayer raudo que respaldará a Siria en todo lo que le solicite.
Si en la frontera norte la sangre no llegó al río, en el límite sur de Israel, en Gaza, nueve milicianos palestinos murieron alcanzados por la aviación hebrea. Es la represalia por el lanzamiento de cohetes caseros contra la ciudad de Sderot, ubicada a un par de kilómetros de Gaza. Aunque no han causado heridos, el lunes comenzó el curso escolar y las milicias islamistas y de Al Fatah dieron la bienvenida a los alumnos y a sus padres con una salva de proyectiles. Sabedores de que sólo una amplia operación militar por tierra podría dañar la capacidad de disparar cohetes, el Ejecutivo de Olmert baraja otra medida drástica que afectaría al millón y medio de habitantes de Gaza: el corte del suministro de luz y agua a la Franja.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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