Martes, 30 de octubre de 2007 | Hoy
EL MUNDO › EN EE.UU. LE PREGUNTARON POR SU ESPOSA Y SE ENOJO
Por J. M. Martí Font *
desde París
Muchos norteamericanos habrán tenido la primera decepción respecto de Nicolas Sarkozy, un personaje que suscitaba una considerable admiración y por el que, algunos, estaban dispuestos a abandonar el tradicional pasatiempo de meterse con los franceses. La cadena de televisión CBS desplazó a principios de mes a París al equipo del prestigioso programa 60 minutes para realizar una larga entrevista con el jefe de Estado francés bajo el título de “Sarko, el americano”. Lo que vieron fue cómo Sarkozy se levantaba irritado de su sillón y dejaba plantada a la periodista Lesley Stahl, que le había preguntado por su esposa, Cecilia. Faltaban aún dos semanas para que el Elíseo anunciara oficialmente el divorcio de la pareja, pero toda Francia estaba al corriente de los rumores sobre la separación.
“Si tuviera que decir cualquier cosa sobre Cecilia, ciertamente no lo haría aquí –dijo con cara de malas pulgas–. Tengo derecho a no comentar nada, y no quiero comentar nada”, zanjó antes de levantarse y abandonar el despacho en el que se grababa la entrevista. Stahl se quedó de piedra, sin saber qué hacer. Pero volvió. Irritado, y arremetió entonces contra la persona que le había programado la entrevista para aquel día, se entiende que su jefe de comunicación, David Martinon, al que llamó “imbécil”. “No tengo tiempo, tengo mucho trabajo, una agenda que cumplir”, le dijo a la periodista. Las imágenes fueron emitidas el domingo por CBS en Estados Unidos, a donde Sarkozy tiene previsto realizar un viaje oficial dentro de diez días. Esta falta de control por una simple pregunta sobre su vida privada, algo que los políticos norteamericanos están obligados a aceptar sin pestañear, muestra hasta qué punto los problemas de su pareja habían afectado la actividad diaria del presidente, que aún aguantó dos semanas más de tensión antes de anunciar su divorcio.
El presidente francés, sin embargo, tuvo tiempo para declarar su gran admiración por Estados Unidos, hasta el punto de que echó mano de su padre, un personaje al que muy raramente cita, en tanto que abandonó la familia y los dejó a él y sus hermanos al cuidado de su madre y su abuelo. Le contó a Stahl que cuando le dijo a su padre que quería dedicarse a la política, éste le recomendó que se fuera a Estados Unidos porque allí un apellido “étnico”, es decir, extranjero, no era ningún problema. “Mi padre pensaba que en Francia un nombre como Sarkozy podría ser un lastre –dijo–, aunque estaba equivocado. Esa es la razón por la que me gustan los EE. UU. Pueden tener nombres como Schwarzenegger y ser gobernador de California; llamarse Madeleine Albright y ser secretaria de Estado; llamarse Colin Powell o Condi Rice y tener éxito.”
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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