Fracasó el último intento por revivir la Asamblea Constituyente boliviana. Después de tres meses de negociaciones, enfrentamientos y acuerdos, el oficialismo había conseguido convencer a la oposición de volver a sesionar en la convulsionada Sucre para que el pleno decidiera si continuaban en esa ciudad o se mudaban a una más neutra. Sin embargo, cientos de estudiantes y militantes opositores cercaron el teatro donde se iban a reunir los constituyentes y consiguieron impedir su entrada a los golpes. Después de horas de tensión y forcejeos, consiguieron lo que buscaban. La Constituyente volvía a suspenderse por tiempo indefinido y el país quedaba, otra vez, al borde de una crisis política.

Los estudiantes, algunos ebrios, detonaron cartuchos de dinamita y quemaron neumáticos frente las puertas del teatro Gran Mariscal –sede de la Asamblea–, pero no lograron entrar en el recinto. Frustrados porque algunos constituyentes oficialistas habían ingresado durante la madrugada, los manifestantes bloquearon la entrada del teatro, impidiendo que entrara el resto de los asambleístas. Algunos legisladores fueron incluso golpeados.

La presidenta de la Asamblea, la indígena quechua Silvia Lazarte, aseguró que es imposible sesionar en Sucre por el nivel de violencia que han adquirido las protestas de los comités cívicos, que demandan que la ciudad vuelva a ser sede de los tres poderes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Sin embargo, Lazarte no cedió a los sectores más moderados del oficialismo, que piden terminar con los enfrentamientos y mudar la Asamblea a otra ciudad, por ejemplo Oruro. “Si quieren matarnos, que nos maten. Si quieren botarnos, que nos boten. Pero nosotros no nos vamos a ir de esta ciudad”, aseguró en rueda de prensa.

Sin poder sesionar en Sucre y sin el consenso político para mudar la Asamblea a Oruro, el gobierno de Evo Morales ve cada día más difícil el poder promulgar una nueva Constitución antes de mediados de diciembre, el plazo impuesto por la Justicia.