EL MUNDO › EL CONGRESO RECIBE CON CRITICAS EL PLAN DE SEGURIDAD DE BUSH
El nuevo superministerio que nació agonizante
Por J. D. P.
Desde Washington
Nadie en el Capitolio rechaza la propuesta, pero nadie muestra tampoco demasiado fervor. George W. Bush empezó ayer a trabajar en la parte más ingrata de su empleo: convencer a congresistas y senadores de que la creación de un “superministerio” de seguridad es la solución a los problemas de los servicios de inteligencia de EE.UU. Hace sólo unos meses, Bush se mostraba contrario a elevar a rango de departamento su Oficina de Seguridad Nacional, algo que proponían la mayoría de los demócratas y un buen número de republicanos. Ahora que la oferta está sobre la mesa, unos y otros sólo encuentran objeciones.
Bush logró al menos su objetivo prioritario: robar tiempo en los informativos y espacio en los periódicos a las comparecencias del FBI ante el comité que investiga las pistas del 11 de setiembre. Para tratar de demostrar que él mismo cree en su idea, Bush comenzó ayer el día reuniéndose con un grupo influyente de congresistas y republicanos de ambos partidos. “Tenemos mucho trabajo por delante para montar este Departamento”, dijo Bush, que asume una buena dosis de lo que en el Capitolio se define históricamente como turf protection: las maniobras políticas para proteger el poder de congresistas y senadores en los comités que supervisan las actividades del gobierno, 88 en total. Si un nuevo departamento resta atribuciones a otros, los comités también las pierden. “Para eso nos reunimos hoy –admitió Bush–, para empezar a ganar esas batallas. Estoy convencido de que trabajando juntos podemos hacer lo que es mejor para EE.UU.”, aseguró desde una mesa de trabajo en la Casa Blanca. Después del encuentro, sus palabras fueron algo más sombrías: “No nos engañemos: va a haber posturas opuestas y actitudes burocráticas. Va a haber mucho debate sobre por qué no deberíamos hacer esto”.
Algunos políticos ya han aportado razones en contra de la creación de ese nuevo departamento con proporciones de gigante pero atribuciones aún confusas. “Yo todavía no lo veo”, dijo el viernes el senador republicano Jeff Sessions con un argumento concreto: cree que un departamento “junior”, de nueva creación, no podrá situarse jerárquicamente por encima de agencias asentadas en departamentos de peso como el de Justicia, Defensa o del Tesoro. “Yo trabajé con esas agencias cuando era fiscal del estado, y se comportan como si fueran países extranjeros”, dijo Sessions.
Ese es el mayor reto en la propuesta de Bush: que varios departamentos acepten la cesión de más de 100 entidades federales bajo el mando del futuro –hipotético– Departamento de Seguridad Interior. No habría problema con las agencias creadas en los últimos meses como la Oficina de Seguridad en el Transporte pero sería complicado con otras mayores, como el Servicio de Inmigración.
A esto se suma el problema presupuestario, siempre conflictivo en el Capitolio. Para evitar al menos esa crítica, Bush insiste en que los 38.000 millones de dólares que costaría anualmente el nuevo departamento se sufragarían con reducciones en los otros que perderán atribuciones, de igual manera que los 170.000 empleados serían “robados” a otros organismos del Gobierno. En todo caso, nadie anticipa suficiente consenso como para llegar a un acuerdo político antes de fin de año.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.