EL MUNDO › OPINION

Esto es sólo el comienzo

 Por Claudio Uriarte

Una medida de la gravedad de la crisis desatada por la revelación de las falsificaciones contables de la empresa WorldCom fue que ayer a mediodía llegó a especularse en Wall Street que Alan Greenspan y la Reserva Federal también cederían al pánico y recortarían la tasa de interés en su reunión de directorio de ayer, lo que hubiera terminado con toda pretensión de que la reactivación norteamericana está en marcha. Pero el efecto es igual: WorldCom prueba que el caso Enron fue sólo el comienzo de una serie de escándalos financieros cuyo efecto neto es aumentar la ya pronunciada desconfianza de los inversores en la economía norteamericana, derrumbando las Bolsas y precipitando la caída del dólar. Lo que se viene es más recesión y no recuperación, la razón por la cual George W. Bush sonó casi histérico ayer en su “indignación” contra WorldCom durante la reunión del G-8 en Canadá. No necesitaba estarlo: todo su manejo de la economía norteamericana fue un enorme fraude contable, disfrazando de recuperación lo que no fue más que un efímero repunte del consumo estimulado por su demagógica reducción de impuestos y la subsiguiente renovación de inventarios.
Los signos de un agravamiento están a la vista. En estas semanas, el gobierno federal ha terminado de dejar caer a la red ferroviaria semipública Amtrak, en medio de un esfuerzo poco disimulado para favorecer a la competencia privada, tanto en trenes como en aviación. Pero el problema es más de fondo: no hay dinero. La Cámara de Representantes, de exigua mayoría republicana, está arrastrando el pie ante una propuesta para elevar el tope admisible de la deuda pública, con lo cual existe el peligro muy real de que el gobierno se quede sin fondos para operar, como ocurrió en el enfrentamiento entre Bill Clinton y el Congreso en el invierno de 1998. Frente a estos datos, Paul O’Neill, el folklórico y dicharachero secretario del Tesoro de Bush, está demostrando una incompetencia comparable con la de Herbert Hoover, que confiaba ciegamente en la virtud autocorrectiva de los mecanismos “espontáneos” del mercado frente a la Gran Depresión. El primer desastre de O’Neill fue el manejo de la crisis argentina, y la noción de que ésta podía ser aislada. Esa estrategia ya fracasó, pero lo verdaderamente grave es que en el medio la administración se despojó de los instrumentos con que podía evitar su propagación: Brasil y hasta México ya están contagiados y el tamaño de la inversión que se necesitaría para rescatarlo está fuera del alcance del Tesoro norteamericano. Este puede ser el comienzo de una recesión mundial.

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