ESPECTáCULOS › LA COBERTURA MUNDIAL DE CANAL 7
Elogio de los grises
Días enteros sin dormir, ingenio para superar las obvias dificultades técnicas y un tono decididamente sobrio y poco exitista marcaron las transmisiones de los partidos del Mundial Corea-Japón en el canal estatal.
Por Julián Gorodischer
Las maquilladoras hicieron el aguante durmiendo en colchones en el piso. El dueño del bar de la esquina abrió las puertas de noche para que “los muchachos tuvieran algo para comer”. El asistente de producción batió un record de dos días en estado de vigilia, en busca de un casette o una fotocopiadora, especímenes en extinción. Alguien hizo lo posible para detener las filtraciones, aquel día de lluvia. Hace tiempo, pese al sacrificio y las dificultades, que no se registraban mediciones tan alentadoras en Canal 7: en el Mundial 2002, los partidos de la Argentina tuvieron un promedio de veinte puntos de rating, y los programas fijos, “Deportes 7” (de lunes a viernes a las 20) y “Síntesis Mundial” (de lunes a viernes a las 23), entre tres y cuatro. Una barbaridad para el canal estatal.
La perspectiva mejora si se considera el acceso a las provincias. “A nivel nacional –dice Raúl Pereyra, productor ejecutivo de la cobertura de la Copa Corea-Japón– el rating nos beneficia mucho más. Serían 75 puntos nuestros contra 20 de América”, calcula. En la pantalla del 7, la imagen no ayuda: es austera y avejentada. En “Síntesis...” y aun en la transmisión de partidos, el ritmo es moroso y se dedican largas pausas a la lectura de mensajes del público. El tono es monocorde, nunca estridente, mezcla de estado sereno para la reflexión y somnolencia. Para competir, el canal estatal eludió cualquier manifestación de la euforia, el exitismo de la previa y la caza de brujas de la eliminación. Poco atractiva desde lo visual, equilibrada y medida en lo conceptual, la transmisión del 7 impuso un estilo. “Le dimos un perfil propio a la transmisión: los grises –explica Juan Szafran, conductor de “Síntesis Mundial”–. Hay que ser medidos en un tiempo en el que todo es grito y no liquidar después al que le va mal.” Con equipos de los ‘70, sin cámaras ni edición digitales, sin recursos básicos como casettes o fotocopiadoras, con escenografía precaria, se incrementa el aporte humano. “Como asistente de producción –recuerda Leandro Dri–, llegué a pasar dos días sin dormir, tirado un rato en un sillón, peleándome con otras producciones por un casette. El Mundial tenía que salir sí o sí.”
Cuando la técnica falla, cuando el canal reproduce la crisis más fuerte que haya padecido la Argentina, se apela a habilidades individuales. “Una vez –cuenta Szafran– se cortó el audio y hubo que salir al toro, enfrentar el relato y el comentario sin panorama de cancha, siguiéndolo en un monitor del año ‘78.” Y todo allí mismo, con planchas de hormigón que se estaban a punto de venir encima de los conductores, con goteras que amenazaron inundar el estudio, con pedidos especiales al gerente del canal para que permitiera usar su fotocopiadora, con el despliegue técnico de la competencia a varias cabezas de distancia. Pero como contrapunto de la precariedad técnica, el 7 tuvo que pensar recursos para llenar el continuado, y de allí surgió la prioridad de dar voz a las audiencias a partir de la lectura de mensajes. “Leímos mensajes porque nos importa no marcar sólo nuestra postura”, explica Pereyra. “Puede ser que ralentice la emisión, pero hay que dar un espacio a la gente, sobre todo con tantas horas de transmisión. A veces es un buen recurso para no saturar.”
Conductores y técnicos son conscientes del carácter de “servicio social” que tuvo la cobertura del canal estatal, por encima de los resortes del espectáculo. “En este Mundial, si no tenías cable te quedabas afuera –dice Gustavo Kuffner, conductor–, todo estaba concentrado entre América y DirecTV.” Por un convenio con DirecTV, con pocos antecedentes y derivado de la crisis, el canal pudo disponer de enviados a Corea y Japón financiados por el sector privado. La crisis reclama nuevas estrategias, y el canal estatal toma registro de sus limitaciones. Dice Pereyra: “La crisis no es sólo acá. Ni Televisión Española pudo, esta vez, transmitir los partidos. El convenio con el sector privado beneficia a ambas partes: nos da la posibilidad de transmitir el Mundial. Y a ellos, de llegar a todo el país para distribuir publicidad”.
¿Cómo diferenciarse cuando la batalla por la técnica y el atractivo visual está perdida desde el vamos? Productores y conductores se atribuyen libertad de opinión y rechazo al lobby de cualquier tipo. En ese plan, surgieron editorialistas radicalizados. “Mi posición editorial es muy crítica hacia la FIFA –dice Gabriela Carchak, conductora de los partidos para el Interior–. Este mundial en tierras asiáticas se hace para sacarse de encima a los asiáticos por varias décadas. La fecha fue inconveniente, y no es casualidad que los grandes equipos se hayan ido temprano: los jugadores estaban cansados, rotos, y no llegaban en condiciones. Los equipos revelación, en cambio, con menos compromisos previos, llegaron en mejores condiciones a la Copa.”
“No me gusta el show, ni el chauvinismo”, resume Gustavo Kuffner. De la frase, despunta un manual de estilo compartido: emisiones sin panelistas rotativos, pocos opinadores de mundial, mucha descripción y poco consejo de expertos y, sobre todo, cautela en los juicios de valor. “No me creí a la Argentina grande de la previa –dice Juan Szafran–, y no me creo al equipo denigrado que se quiere pintar hoy. No gritamos ni antes ni después, no crucificamos a nadie y no desconfiamos de los jugadores: fueron por la gloria, no por la plata. Cuando todos se sumaron a la euforia y, después, cuando acusaron al equipo de inservible, en Canal 7 nos impusimos un desafío: vamos a mantener el equilibrio.”