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La chica acomodó su pelo negro largo en una vincha marrón, se plantó frente al vallado que dividía la Plaza de Mayo y, recorriendo con la mirada dura el cordón de policías del otro lado, empezó a agitar una bandera argentina casi tan grande como ella. “Asesinos, ya se van a morir ustedes.” Su grito, solitario por unos segundos, se volvió contagioso. Cerca de 3000 vecinos de asambleas populares comenzaron a dar vueltas y vueltas alrededor de la pirámide y protagonizaron con banderas de cada barrio y cánticos, uno de los momentos de mayor fervor de la manifestación de repudio a la represión que permaneció varias horas, sin incidentes, frente a la Casa Rosada. Hoy habrá una nueva concentración en la plaza convocada por el Bloque Piquetero.
El escenario de la plaza fue mutando en banderas y estribillos a lo largo de la tarde. En un comienzo, cerca de las seis, desfilaron los piqueteros y varios partidos de izquierda, entre ellos, el Partido Comunista, el Partido Obrero, el MST y Patria Libre. “A vos te falta poco Duhalde botón. Te cortamos las rutas, te paramos el país, vos matás piqueteros, te tenés que ir”, fue uno de los cantitos más entonados. Un grupo de diputados del ARI, encabezados por Elisa Carrió, también estuvo allí después de convocar a “salir a la calle a rechazar cualquier tipo de violencia, con resistencia activa y pacífica”.
La desconcentración de las agrupaciones políticas, que se dirigieron al Congreso, coincidió con la llegada de la mayoría de las asambleas barriales. “A los muertos obreros los vamos a vengar con piquetes y huelga general”, se mezclaron las voces por un momento. Los vecinos decidieron quedarse a la espera de asambleas que aún no habían llegado y, entre todas, llegaron a sumar más de medio centenar.
“Se va a acabar, se va a acabar, esa costumbre de matar”, cantaron al comenzar a girar alrededor de la Pirámide de Mayo y así siguieron por casi una hora en la que sólo se vieron banderas barriales. Villa Crespo, Almagro, Caballito, Saavedra, Palermo Viejo, Parque Lezama, La Matanza, Cid Campeador, Floresta, Liniers, Flores, Villa Bosh, Parque Avellaneda y muchísimas más. Algunos llevaban cacerolas ya muy abolladas, otros daban palazos o martillazos a las vallas. “Piquete y cacerola la lucha es una sola”, tarareaban la misma frase que aparecía en algunas pancartas.
Había un clima de bronca, y de alegría a la vez de los propios caceroleros por ver a tantas asambleas juntas después de haber estado cruzando e-mails y llamados telefónicos desde el mediodía tratando de converger en una protesta conjunta. Luis, vecino de Plaza Rodríguez Peña, pelo rubión y campera verde, se describió como un gran promotor de la red de mensajes cibernéticos entre asambleas. “Ultimamente nadie entra al negocio, así que algo constructivo tengo que hacer”, comentó. Y en medio de la manifestación se lamentó porque su comercio de videos porno “que solía facturar 300 pesos por semana ya no llega ni a 400 por mes”. Andrea, de la asamblea de Córdoba y Anchorena, charlaba con Luis y se confesaba inquieta “por la actitud del Gobierno” y desconfiada de la teoría oficial que echó la culpa a un enfrentamiento entre piqueteros.
–¿Qué quiere el Gobierno? ¿Más poder? ¿Más represión? ¿Anticipar las elecciones? –preguntaba la mujer.
–Estamos indignados, las medidas represivas son para sofocar la movilización, así que vamos a seguir saliendo a protestar –exclamó Santiago, un cacerolero de Plaza Dorrego, San Telmo, que había estado a la mañana en Puente Pueyrredón. Una de sus vecinas, de hecho, recibió allí balazos en las piernas y otros asambleístas, heridos, hacia la noche salieron otra vez a protestar. “La policía tiraba balas de plomo, nosotros las vimos”, relató Santiago desesperado.
Poco después de las nueve, los manifestantes comenzaron a caminar hacia el Congreso. En ese momento, algunos vieron que estaba el diputado Luis Zamora, de Autodeterminación y Libertad, y comenzaron a aplaudirlo. En unapequeña ronda, Zamora dijo: “El responsable de todo esto es Duhalde, él programó todo esto”.