ESPECTáCULOS › “CALCULO MORTAL”, DE BARBET SCHROEDER CON SANDRA BULLOCK
A la manera del viejo cine clase “B”
El director de “La Virgen de los Sicarios” abandona una vez más sus proyectos personales y se refugia en un policial de Hollywood que pudo haber sido mejor si no fuera por Sandra Bullock.
Por Luciano Monteagudo
El nombre del director Barbet Schroeder se asocia hoy al que quizás sea su film más personal y logrado, La Virgen de los Sicarios (2000), magnífica versión de la imprecatoria novela de Fernando Vallejo, rodada cámara en mano, con auténticos chicos de la calle, en los escenarios más violentos de Medellín. Pero al margen de este film anómalo, provocativo, fuera de norma, es curioso cómo Schroeder –un cineasta desconcertante, inasible– logró abrirse un camino propio dentro del cine norteamericano más industrial. Proveniente de Francia, donde como productor ayudó a impulsar, entre otros, la carrera de Eric Rohmer, a través de su compañía Les Films du Losange, Schroeder entró en Hollywood con Barfly (1987), una discutida versión del universo alcohólico de Charles Bukowski, para después alcanzar una posición menos excéntrica con Mi secreto me condena (1990), que le valió el Oscar al Mejor Actor a Jeremy Irons, el thriller psicológico Mujer soltera busca (1992) y el policial negro El beso de la muerte (1994), que recuperaba viejas claves del género. En un cine donde todo tiende a ser blanco o negro, los films de Schroeder proponen, en cambio, toda una gama de grises, una ambigüedad difícil de encontrar en estos días en Hollywood. El suyo parece un cine que plantea, en primer lugar, problemas morales y esa premisa nunca fue más evidente que en Antes y después (1995), donde una típica familia estadounidense (encabezada por Meryl Streep y Liam Neeson) era arrastrada inesperadamente hacia el abismo por circunstancias que no siempre comprendían o podían manejar.
Algo de ese clima de descomposición social persiste ahora en Cálculo mortal, pero con resultados muy inferiores, como si Schroeder se hubiera hecho cargo de este proyecto sin demasiada convicción, simplemente para seguir haciendo pie en Hollywood. La diferencia con tantos otros productos de la factoría está, sin embargo, en que Schroeder cree todavía en el respeto por el espectador y mantiene un cierto grado de nobleza en su película que hace recordar a los artesanos de la clase “B” del viejo Hollywood, a quienes aprendió a admirar en su juventud, en la Cinemateca Francesa. El guión que le tocó en suerte tiene en su centro a Richard y Justin (Ryan Gosling, Michael Pitt), dos adolescentes californianos de familias de plata –”huérfanos con tarjetas de crédito”, los define alguien con precisión– que ya no saben cómo sacarse el aburrimiento de encima y llamar la atención de sus padres. Lo que se les ocurre a estos querubines es planear el crimen perfecto, elegir una víctima al azar y sacrificarla dejando todo tipo de huellas falsas, que puedan desconcertar a la policía. El asesinato como una de las bellas artes.
Con lo que estos rich kids no cuentan es que del otro lado se enfrentan con una auténtica perra de presa, o mas bien una “hiena” como llaman en el Departamento de Policía a la detective Mayweather, por su tendencia a llevar sus casos como si fuera un hombre. “Es el único animal en el que la hembra desarrolla un pene”, explica ella misma cuando alguien le pide explicaciones por el apodo. Este personaje tendría sin duda otro interés si no estuviera en manos de Sandra Bullock, que con esta película (de la cual es también productora ejecutiva) parece haber querido tomar distanciade su ya trajinada imagen de tierna vecina de la casa de al lado. No lo consigue, por cierto. Es una pena, porque otra actriz, con otro peso dramático, le hubiera podido dar al personaje una dimensión más perturbadora y ambigua, capaz de justificar el enfrentamiento de clases y de géneros que parece subyacer en la intención del director Barbet Schroeder.