Domingo, 15 de junio de 2008 | Hoy
EL PAíS › EL MITO DE LOS POOLS DE SIEMBRA
El gobierno y la Federación Agraria consideran a los pools de siembra un actor central en la situación agropecuaria. Este es un mito que oculta la persistencia de la tradicional oligarquía, aliada ahora con los grandes exportadores y con las empresas titulares de las semillas transgénicas y los agrotóxicos. O un partido antiperonista de base agraria o una rebelión dentro del PJ en las provincias de la región pampeana.
Por Horacio Verbitsky
Tanto el gobierno como la Federación Agraria y algunos partidos de la oposición han puesto el acento en los denominados pools de siembra, a los que consideran el actor central en la situación que a partir del 11 de marzo hizo eclosión virulenta. Para la presidente CFK detrás de los pequeños productores se encuentran los pools sojeros, que dada la crisis bancaria internacional canalizan hacia el mundo agrícola capitales financieros que distorsionan sus precios. Ella en Roma y Néstor Kirchner en Buenos Aires dijeron que a través de estas formas de organización de la producción es posible obtener una ganancia de 30 por ciento sobre el capital invertido en seis meses. Al anunciar la modificación a la escala móvil de retenciones, el jefe de gabinete Alberto Fernández dijo que los grandes pools sojeros estaban detrás del conflicto. Para Eduardo Buzzi, los pools de siembra serán los únicos beneficiarios de las medidas dispuestas por el gobierno nacional. También el Grupo de Reflexión Rural entiende que a través de esos fideicomisos financieros se impone el nuevo modelo colonial, de agronegocios globalizados, y advierte que se avecina la incorporación de capitales globales que elevarán las escalas de producción y dejarán a muchos propietarios fuera del tablero. Aun cuando haya aspectos veraces en algunas de estas afirmaciones, todo esto es parte de un equívoco que dificulta apreciar las relaciones de poder que están en juego.
El cuadro 1 muestra que la región pampeana, formada por las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, La Pampa, Córdoba y Entre Ríos, ocupa casi el 40 por ciento de los 175 millones de hectáreas de superficie utilizada en el país. Pero en esa superficie se concentra el 70 por ciento del stock ganadero de la Argentina y más del 80 por ciento de la superficie agrícola cultivada.
El Censo Agropecuario 2002 no explicita cómo se distribuye la producción obtenida en esa superficie, pero como las mejores tierras son las de la región pampeana no es aventurado deducir que su participación porcentual es aun mayor que la superficie sembrada. Es decir que más del 81,5 por ciento de la producción agrícola proviene de esas cinco provincias, cuna de la tradicional oligarquía argentina.*
Un estudio en curso del área de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) afirma que pese a los profundos cambios de la última década en los cultivos (la introducción en 1996 de las semillas transgénicas, el sistema de la siembra directa y el consiguiente corrimiento de la frontera agropecuaria hacia regiones que hasta entonces no se cultivaban), no se modificó el predominio abrumador del agro pampeano y de la clase propietaria implantada en él. Una primera constatación de fondo es que la sojización y la irrupción de los agronegocios no alteró la estructura de tenencia de la tierra.
Como se aprecia en el cuadro 2 en 1988 los propietarios de la región pampeana explotaban, en forma directa o indirecta, el 90 por ciento de la tierra cultivada. En 2002 ese porcentaje apenas disminuyó al 86,4 por ciento. Esta situación se refuerza si se tiene en cuenta que los arrendamientos (forma de tenencia fundamental que utilizan los pools de siembra y los Fondos de Inversión Agrícola) aumentaron en forma modesta (del 5,1 al 8 por ciento entre 1988 y 2002).
Más aun, si se desagregan los componentes de esta significativa estabilidad, se advierten en los tres lustros que separan ambos censos modificaciones relevantes que incrementaron el protagonismo tradicional de los propietarios en el agro pampeano. Mientras descendió un 21,6 por ciento la superficie trabajada por propietarios que sólo explotan sus propias tierras (de 44 a 34,5 millones de hectáreas), se incrementó más de un 25 por ciento (de 19,5 a 24,5 millones de hectáreas) la superficie trabajada por propietarios que, además de explotar sus tierras, cultivan otras alquiladas. En la región pampeana estos propietarios que el censo identifica como “tomadores de tierras” superan en forma amplia a quienes sólo trabajan tierras arrendadas, que es la categoría en la que son censados los pools de siembra. Entre 1988 y 2002 ambas categorías crecieron en torno del 50 por ciento, pero si se toma en cuenta la superficie absoluta, la tierra adicional que los propietarios tomaron en arrendamiento triplicó el incremento de superficie de los arrendatarios puros (5,8 contra 1,9 millón de hectáreas).
Estos datos duros, provenientes de un instrumento confiable como lo fue el INDEC hasta el desembarco de los vándalos, disipan mitos y fantasías. La expansión de la frontera agropecuaria existe y ha tenido gran significación desde el punto de vista social, por los daños producidos con el desmonte impetuoso, responsable de alteraciones ecológicas, como las inundaciones; la fumigación con agrotóxicos dañinos para la salud de todos los seres vivos y que en determinadas condiciones de aplicación degradan en forma acelerada el humus de la tierra; la expulsión violenta de pobladores tradicionales y la consiguiente erradicación de sus cultivos de subsistencia. Este es el único diario nacional que, desde mucho antes del actual conflicto, informó de ese proceso y abrió sus páginas a los movimientos de pequeños agricultores que se organizaron para resistir ese proceso. Se ha hecho evidente que algunos caciques políticos regionales, como los gobernadores de Tucumán y el Chaco, José Alperovich y Jorge Capitanich o el ex gobernador salteño Juan Carlos Romero tienen intereses en el muy lucrativo negocio de la soja, por no mencionar al senador justicialista Roberto Urquía, propietario que produce en más de cien mil hectáreas, con aceitera, puertos y ferrocarril propio, quien pasó sin reparos del partido de Alsogaray al de Kirchner y ahora está mirando el mapa en busca de un nuevo destino. Sin embargo, la significación de estos fenómenos en términos de propiedad de la tierra ha sido menor, dado que más del 81,5 por ciento de la producción agrícola sigue en las mismas manos que hace un siglo. Además la comparación intercensal pampeana muestra que los antiguos propietarios han avanzado en el arriendo de nuevas tierras que suman a las propias para mejorar la escala de producción. Este proceso de concentración también se ha dado en las nuevas tierras incorporadas a lo que el Grupo de Reflexión Rural llama “La Republiqueta Sojera”. El cuadro 3 contiene los diez mayores propietarios rurales de la provincia de Misiones en 1990. Casi todos ellos son también grandes propietarios en la región pampeana.
El grupo económico Celulosa Argentina era líder en la producción de papel y quebró en la crisis de 1989. Sus empresas dedicaban sus 138.000 hectáreas en Misiones a la forestación para producir pasta de papel, y además tenía tierras en Entre Ríos y Santa Fe. Perez Companc vendió varios campos pero sigue siendo un gran propietario de tierras a nivel nacional. Intercontinental pertenece al conglomerado extranjero Dreyfus, cuya firma LDC (Louis Dreyfus Commodities) fue en los primeros cinco meses de este año el tercer exportador de maíz, trigo y soja (en porotos aceite y harina). Colonizadora Misionera pertenece a una rama de los Alzaga, que están entre los mayores propietarios de tierras en todo el país y, por supuesto en la provincia de Buenos Aires. Los grupos agropecuarios Harriet, Laharrague son grandes propietarios bonaerenses, con más de 20.000 y de 10.000 hectáreas respectivamente. Todo esto ayuda a entender que a pesar de sus intereses particulares, Capitanich y Alperovich se hayan alineado hasta ahora junto con el gobierno. En cambio, en pleno conflicto, CFK tensó relaciones con su antiguo aliado, Urquía. Después de incrementar las retenciones a las exportaciones de aceite (al 40 por ciento) y de biocombustibles (al 20 por ciento), el gobierno removió a los protegidos (y protectores) de Urquía en la ONCCA y abrió una investigación sobre los reintegros pagados a sus empresas.
El diario La Nación conoce a quienes participan en este juego, pero eso no quiere decir que también lo sepan sus lectores. En artículos y editoriales ha cuestionado las afirmaciones de la presidente acerca de los pools de siembra. Esta es la forma más hábil de aferrar el debate en un punto muerto, en torno de un actor secundario. Sobre todo si como contracara de los pools se exalta a “las pymes de arrendatarios, muchos de ellos contratistas” que, según sostuvo ese diario el 7 de junio, manejan “entre el 50 y el 60 por ciento” del total de la tierra cultivada en el país. Dos días antes el diario Crítica de la Argentina había hecho una evaluación similar de superficie, pero con un cálculo opuesto sobre su uso: “Según estimaciones de las entidades del campo, 18 de los 30 millones de hectáreas cultivables del país no son explotadas por sus propietarios. Por ellas compiten estos grupos [los pools de siembra] –en ventaja– con los aparceros y arrendatarios”. Pools sí o pools no, ambas versiones omiten aquello que el censo agropecuario grita: en la decisiva región pampeana el 86,4 por ciento de la producción la realizan propietarios, más de la mitad en sus tierras y el resto en otras que esos mismos propietarios arriendan. Ni en términos económicos ni estadísticos es razonable imaginar que en el resto del país la producción se distribuya según formas de propiedad de otro modo que en esa región, que comprende cinco provincias y el 40 por ciento de la superficie total.
Hace dos años, en respuesta al artículo sobre el desabastecimiento de carne vacuna titulado “¿Existe la oligarquía?”, el dirigente del Grupo de Reflexión Rural Jorge Eduardo Rulli dijo en su programa radial Horizonte Sur que el enfoque se quedaba en la superficie de las cosas e ignoraba la complejidad de la globalización. Aquella nota (y, con tal criterio también ésta, que la actualiza con las comprobaciones del último censo que faltaban entonces) sobrevaloraría los datos estadísticos acerca de la propiedad de la tierra en la provincia de Buenos Aires, sin ver la crisis oceánica de los paradigmas y el tránsito civilizatorio entre la matriz del petróleo, que se repliega derrotada, y la de las nuevas biotecnologías. Su conclusión era que con esos datos estadísticos, cuya veracidad no desmentía, se procuraban negar los cambios producidos en los últimos diez años, los de la sojización y el despoblamiento. El gobierno nacional mantenía entonces, según Rulli, una pulseada política “con sectores de la oligarquía que son una rémora frente a los nuevos modelos de gerenciamiento y de producciones rurales” y afirmaba que “las movilizaciones de 4x4 en La Pampa, las editoriales del diario La Nación y algunas disonancias discursivas de líderes rurales no ponen en riesgo la estabilidad de la República”. A su juicio, “el poder ha emigrado de manos de la vieja oligarquía a los nuevos y cada vez más poderosos agronegocios. A las cadenas agroalimentarias y a las corporaciones exportadoras”. Esa interpretación quedó sin respuesta, porque su tono era ofensivo, cargado de historias personales y faltas gruesas de información, que no es éste el lugar para aclarar, y no es bueno contestar en caliente a quien, ni objetiva ni subjetivamente, es un enemigo. Lo que aquella nota decía y ésta ratifica es que la clase social decisiva en la historia argentina no se desvaneció en el aire sin que nadie lo advirtiera. Los grandes terratenientes que constituyeron el núcleo de la oligarquía agropecuaria, no han dejado de ser el agente económico central. Sería ilógico, y lo desmienten los hechos, que hubieran cedido ese rol a un conjunto de productores o capitales que arriendan tierras y a los medianos propietarios rurales. Por el contrario, las figuras protagónicas de las transformaciones en el comportamiento agropecuario son, una vez más, los grandes propietarios rurales. Ellos han cambiado sus alianzas e introducido el nuevo paradigma en el país o a la inversa, como se prefiera, porque siempre se concibieron como clase integrada al mercado mundial, subordinada a la potencia y a los capitales hegemónicos de cada época, pero sin ceder nunca la propiedad y el poder dentro del país, donde es imposible cualquier transformación central sin su participación. Hace 97 años los describió así el viajero francés Jules Huret: “Hay una elite de hombres, entre el Jockey Club y el Club del Progreso, entre Florida y la Plaza de Mayo, que irradia hacia todos los centros de la actividad nacional. Tiene los ojos puestos sobre las buenas oportunidades de compra y venta de tierras, los datos confidenciales de la Bolsa y los precios que le llegan. Conoce las grandes empresas que se van a crear, las concesiones forestales que restan por otorgar, los proyectos de construcciones de fábricas, de molinos, los ingenios, las concesiones de ferrocarriles, de puertos, los contratos proyectados para proveer maquinarias y herramientas, las grandes obras públicas a emprender. Esta elite sabe todo esto y cuenta con los medios más seguros –y a veces los más oscuros y torcidos– para adelantarse a los competidores, bajo el ojo vigilante del capitalismo inglés y del capitalismo belga”. Sustitúyanse algunas palabras y se tendrá un retrato actual.
Las provincias de la región pampeana son, no por casualidad, el epicentro del alzamiento contra las retenciones móviles. El acto del 25 de Mayo en Rosario fue la presentación en sociedad de un incipiente partido de base agraria, algo que la oligarquía añora desde hace un siglo. En su editorial de ayer La Nación lo llamó “el partido del campo” e instó a unificar la oposición para batir al kirchnerismo en las urnas. Pero esas mismas provincias también constituyen la base de la rebelión interna en el Partido Justicialista. Sus líderes son un bonaerense (Eduardo Duhalde), dos cordobeses (José de la Sota y Juan Schiaretti), un santafesino (Carlos Reutemann) y un entrerriano (Jorge Busti), lo cual cuestiona el supuesto carácter federal del movimiento agrario. Cada uno de ellos tiene diferente inserción partidaria en sus respectivas provincias pero tienden a funcionar como un pool político de finalidad específica. Néstor Kirchner decidió hacerse cargo de la conducción del PJ para impedir que quedara como un instrumento vacante que pudiera usarse contra el gobierno de su esposa. Hace un año, cuando lo invitaban a aglutinar al antikirchnerismo, Duhalde respondió que por entonces no había nada que pudiera impedir la victoria de CFK. “Dentro de su agenda de contactos para desvalorizar la candidatura de Cristina e invitar a prepararse para cubrir un futuro vacío de poder, Duhalde ha incluido a empresarios y dirigentes de cámaras patronales, tanto de la industria como del agro, donde el estilo frontal de los Kirchner no cosecha simpatías pese a las ganancias extraordinarias que ambos sectores han contabilizado en los últimos cuatro años. Las dificultades energéticas (provocadas por el desfasaje entre el crecimiento del producto y el avance de las obras para aumentar la capacidad de producción y transporte de gas y de energía eléctrica) y la permanencia de las retenciones a las exportaciones de soja facilitan los diálogos de Duhalde. Los resultados macroeconómicos de este año seguirán siendo notables, pero estarán un escalón por debajo de los del trienio 2003-2006. También es posible una leve merma en la tasa de beneficios de las empresas. Uno de los mayores productores y exportadores de oleaginosas está considerando el lanzamiento de un nuevo diario, que intentaría ocupar el nicho de mercado en el que no consiguió afirmarse el semanario Perfil. En todos sus diálogos Duhalde se presenta como el autor de un modelo que Kirchner estaría desvirtuando. En esos encuentros el ex Senador insta a prepararse para situaciones críticas a partir del año próximo e insiste acerca de la falta de experiencia de CFK en la administración.” (“Negro el 29”, 15 de julio de 2007). Es posible comprender la actitud defensiva de Kirchner, pero no presentarlo como una victoria o un avance. La opción por el PJ implicó alejarse de los sectores sociales no encuadrados a los que se había dirigido durante sus primeros años de gobierno y lo aisló dentro de un aparato cuya conexión con los humores sociales se está poniendo a prueba ahora. Y ni siquiera pudo evitar que el desafío se planteara dentro de esa estructura. Su negociación con Reutemann para evitar una elección interna es un descenso a ligas menores, impensable hace pocos meses. Ante una derecha populista con movilización social y una simultánea revuelta dentro del PJ las respuestas de aparato son cartas perdedoras. Su sorpresiva presencia en la Plaza de Mayo, a ras de la gente, sugiere que ha comenzado a sospecharlo.
* Los datos disponibles de los dos últimos censos agropecuarios arrojan una diferencia de 2,5 millones de hectáreas, concentrada casi exclusivamente en la provincia de Buenos Aires: el censo de 1988 captó 27,3 millones de hectáreas, y el de 2002, 25,8 millones. Con toda probabilidad esta discordancia censal se debe a un problema técnico, que no afecta el análisis.
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