Domingo, 10 de agosto de 2008 | Hoy
EL PAíS › LA MUERTE DEL PRESIDENTE DE LA CAMARA DE DIPUTADOS DE CHILE, JUAN BUSTOS RAMIREZ
Dos juristas argentinos despiden a su colega chileno, que ayer fue enterrado en Santiago en una ceremonia presidida por la presidenta Michelle Bachelet. Socialista y profesor de derecho penal, el nombre de Bustos Ramírez está asociado a la defensa de los derechos humanos.
OPINION
Por Julio Maier *
El 7 de agosto falleció en Santiago de Chile Juan Bustos Ramírez, chileno hasta los tuétanos y latinoamericano por convicción, presidente de la Cámara de Diputados de su país, notable jurista latinoamericano, defensor de los derechos humanos tanto en la teoría como en la práctica. En este último sentido, representó a la familia del asesinado canciller chileno Orlando Letelier y logró la condena de los jefes de la DINA (servicio secreto chileno en la época pinochetista), generales Contreras y Espinoza, a la familia de Jaime Aldoney, dirigente desaparecido de la Unión Popular, y a su partido, el socialismo, en conjunto con familiares de detenidos y de-
saparecidos en el proceso contra el dictador Augusto Pinochet. Su vida política estuvo firmemente unida al Partido Socialista y, precisamente, a la defensa de los derechos humanos. Recuerdo que, aun remando en contra de la marea política de la época, que por oportunismo toleraba reglas antidemocráticas en la Constitución chilena dejada como legado al alma por el dictador al deponer su cargo (senaduría ad vitam), él encabezó la resistencia a reconocer esas reglas. Visitó Buenos Aires muchísimas veces, incluso por razones de familia. Pero su vínculo vigoroso con la Argentina y con Buenos Aires, quizás su segunda patria chica, se cimentó en la década del ’70, cuando se exilió aquí, donde fue apresado, encarcelado y separado de su familia, condición en la que permaneció cerca del año hasta que un movimiento internacional de juristas lo rescató y pudo viajar a la República Federal de Alemania, a su capital de entonces, Bonn, cuya universidad lo tuvo entre sus miembros. De esa época proviene la mayoría de los recuerdos y anécdotas argentinos sobre Juan, que seguramente repasaremos con otros amigos una y otra vez en el futuro, para recordarlo. También estoy seguro de que sus amigos argentinos llorarán hoy y extrañarán mañana al Mapuche, como aquí lo apodamos cariñosamente. A su familia, a Claudia y a sus hijos, y a todos los amigos chilenos, nuestro pésame y nuestra compañía en su dolor. A ellos les decimos que creemos, con el poeta español, que, más tarde o más temprano, nos traerá harto consuelo su memoria.
* Profesor consulto de Derecho penal y procesal penal de la Universidad de Buenos Aires
OPINION
Por Eugenio Raúl Zaffaroni *
El jueves 7 falleció en Santiago el Prof. Juan Bustos Ramírez, presidente de la Cámara de Diputados de Chile. Para muchos esta noticias puede ser un dato más de obituario político, pero quienes hemos seguido su límpida trayectoria científica y política a lo largo de décadas podemos testimoniar la magnitud de esta ausencia para la institucionalidad en nuestra región, sin que el peso de la amistad enturbie la objetividad del juicio.
Juan Bustos se doctoró por los sesenta en Madrid y luego en Bonn, con el famoso Hans Welzel, siendo uno de los pioneros de la renovación de la dogmática penal en América latina. Fue luego profesor de derecho penal en la Universidad de Chile y militante desde 1965 del Partido Socialista.
El golpe terrorista lo obligó a asilarse en la embajada de Honduras, obteniendo el permiso de salida para ese país. Desde Honduras –ingenuamente– volvió al Sur, a nuestro país, donde por presión de la dictadura pinochetista fue prisionero en la cárcel de Resistencia, hasta que merced a los esfuerzos de colegas argentinos y a la mediación personal del profesor alemán Armin Kaufmann (quien vino personalmente a la Argentina a ese efecto), la dictadura lo dejó partir para Alemania, donde fue recibido con una beca de la Fundación Alexander von Humboldt.
Pasó luego a España, obteniendo por concurso la cátedra de La Laguna primero y luego de la Universidad de Barcelona. Allí encontró la calma que le permitió escribir las obras más importantes que nos deja, entre las que destaca una magnífica exposición general del derecho penal.
En 1990 volvió a Chile, se reincorporó a la vida académica de su patria y también a la actividad política. Desde su regreso se caracterizó como abogado de víctimas de la dictadura –como la familia Letelier– y gracias a su tenacidad y conocimientos obtuvo la condena de varios criminales contra la humanidad.
Desde 1998 era diputado y con su saber jurídico y su personalidad equilibrada se ganó el respeto de todo el arco político chileno, lo que le valió que coronara su carrera política como presidente de la Cámara.
Entre los colegas latinoamericanos, Juan era una de las voces más respetadas, además del amigo afectuoso y solidario, al que los avatares de su agitada existencia no le habían dejado odios ni rencores, sino sólo la conciencia limpia de una trayectoria coherente puesta reiteradamente a prueba con exilios, envidias y obstáculos, que siempre supo vencer con tesón y trabajo, como que siempre brilla lo que por fuerza debe brillar.
Nos queda su obra, el recuerdo de su amistad y, por sobre todas las cosas, deja a las nuevas generaciones de penalistas su vida como ejemplo del científico auténtico, que se mueve en un mundo real y conflictivo y que hacerlo le vale enormes sacrificios y dolores personales, como que ese ha sido el destino de todos los grandes.
* Ministro de la Corte Suprema de Justicia.
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