EL PAíS › LULA Y EL PT VAN HOY EN BUSCA DE UNA VICTORIA HISTORICA EN BRASIL
Una esperanza con 50 millones de votos
A 22 años de su fundación, el PT puede terminar el día con el 65,5 por ciento de los electores brasileños, consagrando presidente a Luiz Inácio Lula da Silva, el obrero metalúrgico que planea encabezar una gigantesca coalición social para que Brasil se reindustrialice y encabece una negociación dura con los Estados Unidos.
Por Martín Granovsky
A las cinco en punto de la tarde, un antiguo dirigente sindical metalúrgico y líder del partido de izquierda más votado del mundo se convertirá en presidente electo de la décima economía del planeta. Si las encuestas no fallaron, Luiz Inácio Lula da Silva festejará hoy su cumpleaños número 57 con 50 millones de votos para su proyecto de dar de comer a los brasileños hambrientos, cohesionar a Brasil como nación industrial y plantar al país en la vanguardia de una negociación continental con los Estados Unidos.
Nadie sabe cómo será un gobierno de Lula. Ni Lula. Una de las ventajas del Partido de los Trabajadores es que, una vez definida la mezcla exacta de lo que se debe y lo que se puede, no pierde tiempo en pronósticos para autocomplacerse. Actúa. Trabaja. Organiza. Convence. Pero este 27 de octubre tiene el sabor de esos días que conmueven al mundo. Aunque sea por seis datos:
- Brasil tiene 170 millones de habitantes.
- 55 millones viven bajo la línea de pobreza, y parte de ellos puede ser integrada con rapidez al mercado.
- 33 millones son indigentes que no llegan a comer lo suficiente, y solo lograr que coman será, además de humano, reactivador.
- La deuda externa llega a los 250 mil millones de dólares.
- Brasil, país industrial y no de renta, es la mayor economía de la región y el principal obstáculo que deben sortear los Estados Unidos para imponer sin cambios su proyecto de Area de Libre Comercio de las Américas. * Por primera vez gana elecciones en una nación importante un partido que combatió el discurso primitivo del neoliberalismo, el populismo cambiario y el desprecio por la economía real.
Cuando las conmociones son grandes, la tendencia argentina es compararlas con las propias o ponerles palabras que terminan oscureciendo las cosas en lugar de explicarlas.
Un estereotipo dice que Brasil está como la Argentina. Falso: además de su porte mayor Brasil no decreció, aunque sigue estancado, ni pasa por una crisis política.
Estereotipo: Brasil no está como la Argentina pero terminará igual o peor. Dato: todo puede ser, pero el PT representa un intento de articulación social para reindustrializar el país que abarca desde los trabajadores industriales a los campesinos sin tierra y llega a industriales del tamaño del candidato a vice José Alencar, un fabricante de remeras que factura 300 millones de dólares al año.
Estereotipo: Lula se corrió hacia el centro. Traducción: vacía. Clave: la realidad es que después de 22 años de crecimiento político el PT quedó a las puertas del poder y, dato extraño para la Argentina, eligió dejar la adolescencia y prepararse para conducir el Estado incluso en medio de la crisis y con George W. Bush de presidente en los Estados Unidos.
Estereotipo: Lula es Chacho Alvarez, o sea que ya se correrá a la derecha. Problema: Lula tiene una historia distinta y, como el mismo dijo, “yo nunca fui representante de mí mismo sino de los trabajadores, es decir que si ellos avanzaban yo avanzaba”. Una de sus biógrafas, Denise Paraná, analizó que el PT surgió como la convergencia de la iniciativa sindical, de aspiraciones difusas de mayor igualdad económica y del liderazgo de Lula. Problema de matiz: el fracaso de Chacho y el Frepaso no se debió a su corrimiento a la derecha, en abstracto, sino a su renuncia a construir un proyecto distinto del uno a uno y a no haber utilizado la fuerza parlamentaria que tenía el Frepaso en el 2000 para discutir política dentro de la Alianza.
Estereotipo: Lula es Hugo Chávez. Diferencia: la sociedad brasileña no está partida en mitades como la venezolana, y Lula es un líder político más parecido a Nelson Mandela que a un típico caudillo latinoamericano. La situación brasileña actual es más rica que cualquiera de estos esquemas fáciles. Fundado en 1980, el Partido de los Trabajadores creció de abajo hacia arriba y tuvo la particularidad inmediata de no definirse a sí mismo por la ideología o el credo sino por la identidad política. No se definió por una u otra interpretación del marxismo. Se planteó, en términos prácticos, nutrirse de trabajadores, muchos de ellos obreros nuevos de la industrialización de los años ‘70, y jamás dudó de la democracia ni de la necesidad de las elecciones libres.
El ministro de Economía de aquella dictadura desarrollista, Delfim Netto, que anunció su voto a Lula para esta segunda vuelta, dijo que primero el PT se comprometió con la democracia y ahora se compromete con el mercado. La afirmación puede dejar tranquilos a los críticos del PT por izquierda: entonces, era cierto que Lula ya no es Lula. Y puede dejar tranquilos a los cuestionadores desde el establishment: Lula ya fue domesticado. Pero, otra vez, es posible que tanta fórmula ahogue el hecho increíble de que un metalúrgico llegue a la presidencia cuando no fue un burócrata sindical, y que además se trate de alguien con una historia tan brasileña como para haber dejado la sequía de su pueblo de Garanhuns, en el nordeste pernambucano, en busca de un lugar, por más miserable que fuese, en un barrio de las afueras de San Pablo.
Ni Lula ni el PT fueron construidos desde el Estado o desde el poder económico, de modo que llegarán al gobierno sin que por su origen le deban nada a nadie, aunque obviamente marcados por las limitaciones de la crisis, como lo revela la entrevista que se publica en la página 2 de hoy.
La deuda inmediata que sí existe será con los partidos y los candidatos que ayudaron a Lula a sumar votos para el ballottage, como Ciro Gomes, Anthony Garotinho y varios caudillos del interior. Para ellos puede haber puestos en el futuro gobierno. Sin embargo, el PT ya sabía de antes que incluso ganando por una diferencia amplia no podría gobernar solo este país gigantesco. Cuenta con la primera minoría en la Cámara de Diputados, con la cifra record de 91 diputados, pero la Cámara baja está formada en total por 513 y representan fuerzas provinciales, corrientes nacionales y grupos de interés hasta religiosos. Basta un dato: las iglesias evangélicas suman un total de 18 millones de fieles, más del 10 por ciento de la población. Si Fernando Henrique Cardoso formó una coalición permanente –conservadorismo modernizante, es la definición de José Dirceu, presidente del PT–, con Lula empieza la era de las coaliciones especiales y cambiantes.
La apuesta, igualmente, tiene raíces sociales y no abstractas. Por ejemplo, dar tierra a millones de campesinos supone resolver el problema del hambre que viene del Brasil esclavo, mientras el Estado ofrece a la vez a los industriales una chance de aprovechar las ventajas de la ampliación del mercado interno.
Anoche, a las 12, comenzó la ley seca en todo Brasil. Nada de alcohol. Pero muchos hicieron acopio de cerveza o de cachaza. Aunque nadie lo dice, casi por cábala, a las cinco en punto de hoy puede comenzar un carnaval que quién sabe cuándo va a parar. Paso a paso. El gobierno, en todo caso, vendrá después, el 1 de enero. Hoy es fiesta. Si ningún milagro al revés se interpone, será presidente de Brasil el mismo tipo que en los ‘70 pedía trabajo, tierra y libertad.