Viernes, 6 de noviembre de 2009 | Hoy
EL PAíS › EL TESTIMONIO DE UNA VICTIMA DE LA TORTURA
Dos sobrevivientes del centro clandestino que funcionó en el Departamento de Informaciones (D2) de la policía de Córdoba acusaron ayer al imputado Miguel Angel Gómez de haber conducido las sesiones de torturas a las que fueron sometidos en 1976. Más tarde, el acusado, juzgado por el Tribunal Oral Federal Nº 1 junto a Luciano Benjamín Menéndez y otros cuatro miembros del D2, admitió que se desempeñaba en dependencias de la D2, pero negó haber participado en sesiones de torturas.
La jornada comenzó con una queja de Menéndez, que ya tiene dos condenas a prisión perpetua en el haber, hacia el presidente del tribunal, Jaime Díaz Gavier. El militar dijo que un día antes, cuando su abogado pidió que lo “liberaran” para trasladarlo a una sala contigua, el juez expresó que lo “desocupaba”, frase que “provocó risas en alguien”, dijo. “Lo que hace más grave este episodio es que el señor juez no reprendió esa actitud insolente”, renegó Menéndez. “Creo que ha malinterpretado la palabra. Yo digo efectivamente ‘desocupado’ de sus obligaciones procesales”, le respondió el magistrado, y lo autorizó a retirarse una vez más de la sala de audiencias.
Raúl Ernesto Morales expuso los problemas de salud que aún padece por las torturas que recibió en manos del grupo de tareas del D2. Querellante y testigo, Morales tenía 26 en la medianoche del 22 de marzo de 1976, cuando fue secuestrado de su casa de Santa Rosa de Calamuchita. “Yo era un humilde albañil que vivía de mi trabajo y también tenía inquietud en poder ser útil en algo dentro de la comunidad. Nunca entendí por qué destruyeron mi vida, si nunca hice nada malo”, manifestó Morales, con visibles secuelas físicas y psicológicas del terror que vivió hace treinta y tres años.
El sobreviviente agregó que estuvo diez días en el edificio del D2, donde permaneció “vendado, atado de pies y manos, golpeado severamente, atormentado en condiciones infrahumanas”, dijo. “Pensaba que me podían matar, pero también pensaba que no merecía morir así, porque era un hombre de trabajo y no le había hecho mal a nadie”, afirmó.
El testigo dijo que por estar vendado nunca pudo ver a los torturadores, aunque sí tiene presente en su mente cuando una voz le preguntó: “¿Sabés quién es el Gato Gómez?” y respondió que “no”. La misma voz le respondió: “Ahora lo vas a conocer; yo soy el Gato Gómez y todos hablan conmigo”. Miguel Angel Gómez, alias “Gato” o “Sargento”, es junto a Menéndez uno de los dos imputados por el secuestro y las torturas a Morales. El segundo testigo que reconoció al policía fue Luis Urquiza.
A su turno, el imputado Gómez señaló que durante 1976 era sólo un agente, por lo que no tenía rango suficiente para ordenar ninguna acción.
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