Sábado, 13 de febrero de 2010 | Hoy
EL PAíS › PANORAMA POLITICO
Por Luis Bruschtein
A veces la cortina se corre y toma de sorpresa a los actores. Esta semana, algunos de los aspirantes a la presidencial del 2011 mostraron la hilacha, la puntita de una aspiración que todavía nadie se anima a declarar del todo. Seguramente los asesores del Lole le habrán dicho que los exabruptos rinden. Ya le dijo a un oficialismo genérico que se “recontrameta en el medio del culo” la aspiración presidencial. Y ahora en un acto con ruralistas le dedicó otro al mismo gobierno que apoyó durante cinco años: “Nos podemos quedar contentos si cuando se van no se afanan la Plaza de Mayo”. La puteada tiene la levedad de una calentura. Cualquiera puede putearse hasta con un amigo. Pero la acusación pública contra quienes dijo alguna vez que fueron sus amigos y a quienes apoyó durante cinco años es una expresión que se le puede volver en contra, que califica al que la emite.
O el hombre estuvo engañado durante cinco años o por lo menos dejó que así lo creyera todo el mundo. Reutemann era un visitante de Olivos antes de la pelea por la 125, era un hombre que defendía la gestión kirchnerista antes de ese conflicto a pesar de que su origen era puramente menemista. Es decir, previamente había cambiado su lealtad menemista (le debe su carrera a Carlos Menem) para subirse a la ola antimenemista. Y ahora volvió a cambiar para subirse sin demasiado prurito a la ola antikirchnerista. El olor a azufre no proviene de diferencias y cambios de opinión, que son legítimos en la política, sino de los golpes bajos o de cuando se pierde la propia dignidad en una disputa de vale todo. Porque incluso su enriquecimiento porcentual en los últimos años ha sido similar al de los Kirchner si se toma en cuenta el valor de las tierras que posee en Santa Fe.
Como corredor en Fórmula 1, el Lole ganó fama de pachorra, el piloto más tranquilo en pista. Cuando un político hecha mano a recursos que no surgen de su naturaleza, como es su caso con los exabruptos y las puteadas, por lo general se trata de consejos de algún consultor. Y cuando un consultor aconseja este tipo de cambios es porque los números no dan bien. Algo falla en la imagen electoral de Reutemann en su provincia y en el país. En Santa Fe no le alcanza todavía para ganarle al gobernador socialista Hermes Binner, y a nivel nacional, su imagen se ha desdibujado en sus propias indecisiones y ambigüedades. Reutemann tiene más pasta para “candidato puesto” que para “candidato de pelea”, como ya despunta que serán las próximas presidenciales. Un presidente fuerte que no puede repetir y entonces designa a Reutemann, allí sería un buen candidato, o con un peronismo muy unificado y con un liderazgo claro que lo proclame a él. Pero la campaña se anuncia cruenta y allí el Lole no corre con mucha convicción. Tendrá que disputar contra otros peronistas y ni siquiera tiene seguridad de ganarle en su provincia a un no peronista. Es su cuadro más incómodo. Por lo menos las puteadas y desplantes en ambos casos consiguieron ponerlo en las portadas de los diarios. Pero como recurso es pobre.
El escenario pone de malhumor al santafesino que, en tanto, recibe adhesiones que no lo ayudan. La primera fue del ex economista estrella Domingo Cavallo, también conocido y temido como padre del desastre, porque madre no tiene (el desastre). El abrazo de Cavallo es el del oso y el ex ministro lo sabe. En algunos medios circuló que la primera orden de Néstor Kirchner apenas repuesto de su operación, el miércoles, fue descargar artillería contra Reutemann. En ese caso, Cavallo, que detesta a Kirchner, hizo lo opuesto a lo que supuestamente ordenó el ex presidente. Y terminó por favorecerlo.
Lo cierto es que la entusiasta difusión de esa supuesta orden de Kirchner en los grandes medios opositores de alguna manera buscó generar expectativa por la convocatoria de Reutemann, que finalmente tuvo escasa repercusión. Hubo también, y nada más, un comentario tibio de apoyo de Francisco de Narváez, que necesita intervenir en cualquier discusión del PJ para impregnar su imagen de un matiz peronista que no tiene. De Narváez es más otro competidor potencial que está tratando de encontrar la vuelta legal para ser candidato, que un respaldo sincero al ex piloto de Fórmula 1. La apuesta de Reutemann tiene que conseguir la fuga explícita de varios caudillos del conurbano hacia sus filas. Sin ellos, su candidatura no alcanza masa crítica para el despegue, sobre todo porque no está tan fuerte en su propio distrito, lo cual en el peronismo constituye un grave pecado.
Entre algunos antikirchneristas que hasta hace poco festejaban la derrota inevitable del oficialismo en el 2011, ahora existe cierta desazón “porque lo que tiene enfrente el Gobierno –se quejan– no sirve ni para empezar”. Los candidatos de la oposición no terminan de satisfacer la demanda de sus potenciales votantes. Mauricio Macri apareció en declaraciones de Gabriela Michetti. Ella dijo que “es el mejor candidato” pero que todavía no lo iban a proclamar. Macri aparece cada vez más lejos de cualquier candidatura nacional. Su gestión se identifica en el intento permanente de ocultar el contenido autoritario y conservador de su pensamiento. Llena de actos fallidos, la administración macrista no ha hecho nada que haga una mínima diferencia a su favor y no termina de encontrar argumentos para la candidatura a la que aspira.
Los posicionamientos del radicalismo y el ARI les dejan muy poco espacio para intervenir al centroizquierda antikirchnerista. El socialismo tiene una alianza con la UCR en Santa Fe que está obligado a mantener si le quiere ganar a Reutemann. Por más que Binner afirme que no será de la partida de Julio Cleto Cobos, el destino del socialismo tiende a repetir el camino de la Alianza como aliado del ala conservadora del radicalismo. Una demostración será el voto socialista en el Senado, entre la propuesta de Pino Solanas o la posición más a la derecha del radicalismo que expresa las políticas ortodoxas del neoliberalismo con relación a las reservas del Central. La más clara en ese sentido es Elisa Carrió, que ya dijo que no irá tras la candidatura de Julio Cleto Cobos a quien critica por su origen oficialista, aunque en el recinto coincida con las posiciones de la UCR.
Por ahora, la gran bestia blanca de la oposición sigue siendo el vicepresidente del gobierno al que se opone. Cobos hizo su aparición de campaña esta semana en la reunión de la cúpula de la UCR, ayer en San Nicolás. Como es el vicepresidente de Cristina Kirchner, no puede hacer un discurso opositor en público, pero como además es el principal opositor necesita aparecer como referente de esa oposición. Ese lugar oportunista arrastra a la UCR a una liturgia de mentirillas y engañapichangas que no se compadece con el lugar de principal fuerza de oposición. Por lo pronto, el centenario partido pierde así legitimidad para levantar desde la oposición el estandarte inmaculado de la institucionalidad, porque el lugar de Cobos es el que más daño les está haciendo a las instituciones. Es un lugar equívoco y engañoso que manda al tacho de la basura cualquier discurso de defensa de las instituciones.
Después de votar a favor del despido de Martín Redrado del Banco Central, Cobos necesitaba estar presente en la reunión de San Nicolás para aplacar las críticas de sus correligionarios y reafirmar su precandidatura para el 2011. A pesar de su linaje, Ricardo Alfonsín reconoció que el lugar de Cobos no era bueno, pero que era peor si renunciaba. La UCR en pleno le está reclamando ahora al vicepresidente que vote otra vez en el Senado contra el gobierno del que forma parte y rechace el Fondo del Bicentenario. Sería interesante saber qué hubiera pensado Alfonsín padre si su vicepresidente hubiera votado contra sus proyectos. La UCR estimula así como partido la falsedad ideológica en la gestión de gobierno. Acepta que su candidato siga siendo vicepresidente del gobierno al que se opone. Pero además le pide que traicione el espíritu de la Constitución. Porque el privilegio que tiene el vicepresidente para desempatar en el Senado se estableció para darle una pequeña ventaja al delegado del Poder Ejecutivo y no al vicepresidente como persona. La persona Cobos puede renunciar si no está de acuerdo con el mandato del Ejecutivo, pero el vicepresidente Cobos debe representar al Ejecutivo en el Senado.
Cuando Chacho Alvarez renunció como vicepresidente de Fernando de la Rúa, se lo criticó porque no pasó a la oposición con su partido, el Frente Grande. Pero nadie le pidió que se quedara para hacer oposición desde dentro. A nadie se le ocurrió hacer ese planteo porque a todos les hubiera parecido oportunista y desleal que lo hiciera. En este sentido, un peronista como Alvarez fue más respetuoso de las instituciones que lo que está siendo ahora el partido radical. Los viejos radicales protestaban siempre por el salvajismo del peronismo cuando estaba en el llano y muchos recordaban los paros de la CGT contra Alfonsín. Sin embargo, desde el retorno a la democracia hasta ahora, no ha habido una oposición política más desaforada y de vale todo como la que ha hecho el radicalismo en los últimos años, durante los cuales se opuso a todo lo que propuso el oficialismo, incluyendo muchos puntos que habían sido planteados con anterioridad por ellos mismos.
La desazón de muchos antikirchneristas por la pobreza de este escenario tiene alguna explicación o algo que se le parezca. Por lo pronto, es poco lo que puede aportar una oposición que se ajusta a la agenda de los grandes medios, porque los grandes medios obedecen, como corporación, a sus propios intereses. Intervienen en el juego político desde un lugar mucho menos legítimo que el de los políticos. Cuando los políticos subordinan su propia agenda de debate a otra que se maneja con reglas de juego diferentes, dejan de enriquecer a la política. El exabrupto y la puteada o la engañapichanga y las escondidas no son herramientas enriquecedoras aunque los grandes medios las consientan ahora y las estimulen porque les convienen.
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