Domingo, 27 de junio de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Alfredo Zaiat
Italia no sólo quedó fuera del Mundial de Sudáfrica con un fútbol mezquino, el mismo que le permitió ganar el torneo en 2006 después de pasar la ronda de octavos de final con un penal inventado contra Australia. En ese año, la economía había crecido 1,9 por ciento, con un buen ritmo de exportaciones avanzando el 5,0 por ciento y el consumo interno, 1,4 por ciento. Para una economía madura no eran cifras descollantes pero coronaban un año con la Copa del Mundial en Roma. Los italianos estaban en línea con un escenario global de excitación financiera y ganancias fáciles. Cuatro años después, perder con Eslovaquia no sólo exhibió la mediocridad de la Azzurra, sino que los italianos tendrán que arrastrar su pena futbolera padeciendo el virus de la “austeridad” económica que contagia a gobiernos europeos. Estos se han lanzado a mostrar que son soldados obedientes de las finanzas globales presentando sus respectivos planes de austeridad, más conocidos como de ajuste sobre los sectores más vulnerables. En cada uno de los casos son presentados como el programa fiscal más importante desde la posguerra, como si esa caracterización fuera una virtud. Las diferencias son notables entre ambos períodos: después del ’45, el pueblo sufría por las heridas de la guerra y el objetivo era la reconstrucción y generar las condiciones para la generación de empleos; hoy la cuenta fiscal por el salvataje del sistema financiero, responsable de la debacle de la Eurozona, está siendo trasladada a trabajadores y jubilados.
Esa estrategia coloca al ajuste recesivo como la vía elegida por los gobiernos europeos, sendero que América latina puede enseñar que agudiza la crisis. En el encuentro del G-20 en Toronto de este fin de semana quedó en evidencia que el debate central de las potencias fue entre planes de austeridad y programas de estímulos fiscales. Italia anunció una reducción de 24.000 millones de euros entre 2011 y 2013, rebajando el gasto público y las pensiones, congelando los salarios de los funcionarios durante tres años y elevando progresivamente la edad jubilatoria de las mujeres hasta los 65 años en 2016. Los líderes políticos de Europa, su elite empresaria y gran parte de la prensa exhiben con una naturalidad asombrosa la necesidad de esos planes de ajuste. Las centrales obreras han empezado a movilizarse para manifestar su oposición y se han organizado marchas de protesta frente a ese fuerte avance sobre derechos laborales.
El dominio de la concepción ortodoxa en materia económica en las áreas de conducción política de la Eurozona es muy sólido. Pese a ello, empiezan a emerger otras voces escandalizadas por esos planes recesivos que condenan a la exclusión y al sacrificio a los sectores más débiles de la sociedad. En la misma soledad que en su momento transitaron los economistas del Plan Fénix, de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, un importante grupo de economistas italianos escribieron un documento presentado como una carta dirigida al primer ministro, Silvio Berlusconi, a los miembros del Parlamento y a los representantes italianos en diferentes instituciones de la Unión Europea. Promovido por los economistas Bruno Bosco (Università di Milano Bicocca), Emiliano Brancaccio (Università del Sannio), Roberto Ciccone (Università Roma Tre), Riccardo Realfonzo (Università del Sannio) y Antonella Stirati (Università Roma Tre), esa carta reúne la adhesión de otros 150 advirtiendo que los planes de austeridad empeoran la crisis, agrega combustible a la especulación y puede provocar la desintegración de la Zona Euro.
Los puntos principales de esa carta (www.letteradeglieconomisti.it/english.htm) son muy precisos, y su lectura remite a la traumática experiencia argentina de los años de la convertibilidad:
- La gravísima crisis económica mundial y la de la Zona del Euro no se resolverán mediante la reducción de salarios, pensiones, servicios sociales, educación, investigación, cultura y servicios públicos esenciales.
- Existe el grave peligro de que la llamada “austeridad” terminará acentuando aún más las características de la crisis, haciendo que la insolvencia, la quiebra de empresas y el desempleo crezcan más rápido y, con toda probabilidad, obligando a algunos estados miembro a retirarse de la Unión Monetaria Europea en algún momento.
- La crisis mundial que estalló en 2007-2008 sigue en marcha dado que ninguna intervención se realizó sobre sus causas estructurales.
- El punto fundamental que hay que entender es que la inestabilidad actual de la Unión Monetaria no es simplemente el resultado de la “contabilidad resbaladiza” o gasto fácil. En realidad, es el resultado de una profunda vinculación entre la crisis financiera mundial y una serie de desequilibrios en la Zona Euro, derivadas principalmente del diseño liberal del Tratado de la Unión y de la política económica restrictiva de los Estados miembros (en referencia a Alemania) que sistemáticamente muestran un superávit en su balanza de pagos.
- Alemania, desde hace algún tiempo, se ha orientado a mantener los salarios bajos en comparación con la productividad, la demanda y las importaciones, y a penetrar otros mercados con el fin de aumentar la cuota de las empresas alemanas en países europeos.
- Más concretamente, Alemania acumula un superávit en su balanza comercial, mientras que Grecia, Portugal, España, Italia e incluso Francia tienden a endeudarse.
- La movilidad total del capital en la zona del euro ha favorecido enormemente la creación de desequilibrios. La supuesta eficiencia de los mercados financieros no encuentra confirmación en la práctica y los descalabros acumulados resultan insostenibles.
- Es por estas razones que los operadores en los mercados financieros están apostando a la desintegración de la Zona Euro.
- Prevén que con la continuación de la crisis los ingresos de los Estados miembros será cada vez más difícil garantizar la devolución de las deudas, tanto públicas como privadas. Por lo tanto, varios países serían progresivamente expulsados de la Zona Euro, o ellos mismos pueden decidir dejarla para escapar de la espiral deflacionista.
- Los errores cometidos son, sin duda, debido a las políticas recesivas del liberalismo económico propuesto por los economistas ligados a los esquemas de análisis en boga en los últimos años.
- Es evidente que la obstinación con tales políticas no es simplemente el resultado de malentendidos generados por modelos económicos cuya coherencia y relevancia empírica han sido fuertemente cuestionados en la comunidad académica.
- La afición a la llamada “austeridad” es en realidad la expresión de intereses sociales consolidados. De hecho, hay algunas personas que ven la crisis actual como una oportunidad para acelerar los procesos de desmantelamiento de los servicios sociales, la fragmentación del empleo y la reestructuración y centralización de capitales europeos.
- Por tanto, creemos que el enfoque adoptado hasta ahora debe ser abandonado antes de que sea demasiado tarde.
Sus colegas argentinos del Plan Fénix pueden acreditar que no están equivocados.
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