Viernes, 14 de enero de 2011 | Hoy
EL PAíS › EL AEROPUERTO DE MORON DONDE ESTUVO EL CHALLENGER CARECE DE CONTROLES
A la teoría de que la droga fue cargada en Cabo Verde, como sostiene la policía europea, se le opone la que afirma que se cargó en el aeropuerto de Morón. Los detalles de un territorio que carece de controles efectivos y superpone responsabilidades.
Por Horacio Cecchi y
Raúl Kollmann
Una cámara de seguridad de la Policía de Seguridad Aeroportuaria en Ezeiza tuvo en foco al Jet Challenger 604 NB 600 AM desde el 30 de diciembre, cuando arribó proveniente del aeropuerto de Morón, en forma ininterrumpida hasta el 1º de enero, cuando inició su carreteo rumbo al aeropuerto internacional Amílcar Cabral, de la isla caboverdiana Sid. De esas imágenes surge que mientras la aeronave de los Juliá permaneció estacionada en Ezeiza no fueron cargados los 944,5 kilos de cocaína descubiertos en El Prat de Llobregat, de Barcelona. El dato desplaza la mirada hacia el aeropuerto de Morón, que sigue siendo el eje de las sospechas de la hipótesis que sostiene que la carga fue realizada en Buenos Aires. Muy próximo a Ezeiza, pero con escasísimos controles, abandonado y con responsabilidades de jurisdicción compartidas o muchas veces confrontadas, el de Morón aparece como la principal contracara de la otra hipótesis, la que sostiene que el cargamento fue montado en el avión en Cabo Verde. Ayer, el propio Aníbal Fernández dio por posibles cualquiera de las dos hipótesis.
El aeropuerto de Morón tiene su entrada principal sobre la avenida Eva Perón y San Francisco. Al frente, un cartel no rememora que se trataba de jurisdicción de la VII Brigada Aérea, y sólo anuncia la Base Aérea Militar. De la jurisdicción militar apenas queda el Museo Nacional Aeronáutico y un casino de oficiales. El resto fue perdiendo los galones militares a partir del proceso de recuperación del control aéreo por parte de la sociedad civil que dio lugar a la creación de la Administración Nacional de Aviación Civil, o ANAC, encargada del control del tránsito aéreo civil y comercial. El resto del aeropuerto de Morón corresponde a actividades civiles y al Instituto Nacional de Aviación Civil, una suerte de escuela de mecánicos de aviación y despachantes de operaciones.
Pero siguiendo el vallado externo en dirección al norte, en el cruce de la Avenida Figueroa Alcorta y Oro, aparece otra puerta de entrada, con un pequeño avión en la entrada colocado sobre un pedestal. La puerta con barrera la custodia la empresa de seguridad privada USS. Corresponde a la jurisdicción de la ANAC, aunque la seguridad de toda el área es responsabilidad de la Fuerza Aérea. De fondo, desde la puerta, se divisa el hangar de CATA, con intervención judicial, donde fuentes de la Fuerza Aérea aseguraron a este diario que el Jet Challenger de los Juliá descansó desde su llegada de Aruba hasta su partida a Ezeiza, con algunas interrupciones. Pilotos civiles aseguraron en cambio que el Jet Challenger “hangaró” (según la jerga de los aviadores) en la escuela de aviación Flight Center, cuyos hangares se encuentran muy cercanos al de CATA.
Los hangares y el área es estatal y son arrendados a empresas privadas como las mencionadas que, a su vez, cuentan con empleados y mecánicos. Es común, señalan los conocedores del ambiente, que los hangares, a su vez, sean alquilados como dormitorio de aviones particulares, a precios infinitamente menores que lo que puede costar hangarar no ya en Ezeiza o Aeroparque (que además de caros están a full), sino en San Fernando. Sostienen que el de Morón es el único aeropuerto no privatizado, lo que lo deja fuera de la órbita del Orsna. Como jurisdicción de la FA, pero sin uso militar, buena parte se transformó en un yuyal, abundan los aviones en desuso, incluso uno tiene graffitis como el muro de un baldío. “En este aeropuerto se puede pintar un elefante y nadie se da cuenta”, aseguran muchos pilotos.
El Jet Challenger de los Juliá pertenece a la empresa 604 Jet LLC, cuyo dueño es Mark Lorberbaum, en Fort Lauderdale, Florida. Tiene matrícula estadounidense, N 600 AM (la N indica Estados Unidos, mientras que las matrículas argentinas son LV, Lima Víctor, tal como la nombra la jerga). La ANAC, encargada de habilitar pilotos, aviones, y conceder matrículas, no tiene jurisdicción de control de matrículas extranjeras, sólo sobre su operatoria de vuelo. Para operar esa nave se requiere piloto con licencia estadounidense. En la jerga la conocen como ATP. El viaje de llegada a Argentina, el 6 de noviembre, proveniente desde Aruba, lo piloteó Eduardo Antonio Juliá que presentó licencia ATP. Como copiloto viajaba Pablo Almela y como pasajeros llegaron Gustavo Juliá y Agustina Corín Paz. Descendió en El Palomar (Aeroparque estaba cerrado), y de inmediato voló a Morón donde hangaró. El 7 de diciembre volvió a operar de Morón al Aeroparque y de allí a Mar del Plata, para regresar al día siguiente por la misma vía, operado por Eduardo Juliá para la empresa declarada Gold Eagle LLC. El 18 despegó y sobrevoló Morón en un vuelo informado como de prueba, para la empresa Federal Insurance Company, piloteado por el mismo Juliá. Luego durmió en el hangar hasta el 30 de diciembre. A las 17.35 despegó operado por Eduardo Juliá, para la Federal Insurance. A partir de allí, la cámara de la PSA tiene localizada la nave hasta el 1º de enero, cuando parte, a las 20.44 local, operado por Matías Miret y para la misma empresa. La carga tranquilamente se podría haber realizado en Morón, pero en ese caso, en Ezeiza algo falló o dejó fallar.
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