Viernes, 14 de enero de 2011 | Hoy
EL MUNDO › ELOGIOS TRAS EL ATENTADO CONTRA LA CONGRESISTA QUE DEJO SEIS MUERTOS EN ARIZONA
Los momentos de grandes tragedias son también momentos de grandes oportunidades para cada presidente. Los días que pasaron desde el tiroteo del sábado en Tucson, Arizona, reclamaban lo mejor del estilo Obama. Y él estuvo a la altura.
Por David Usborne *
¿Fue un nuevo Barack Obama el que regresó ayer de Tucson a la Casa Blanca o era el viejo al que él mismo había perdido de vista? En la noche del miércoles, en sólo 33 minutos, el mandatario les recordó a los estadounidenses cuál era la esencia de su encanto: su convicción de que la política y el liderazgo deben unir y no dividir.
Los momentos de grandes tragedias son también momentos de grandes oportunidades para cada presidente. Los días que pasaron desde el tiroteo del sábado en Tucson, Arizona, reclamaban lo mejor del estilo Obama. Mientras los Estados Unidos estaban shockeados por el ataque que dejó seis muertos y trece heridos, incluida la congresista demócrata Gabrielle Giffords, el país se hundió también en una nueva espiral de especulación ideológica. ¿La derecha llevó a esto? ¿Fue Sarah Palin, la líder del movimiento ultraderechista Tea Party?
Antes de llegar a la presidencia, Obama afirmó que no había una América roja o una América azul, sólo estaban los Estados Unidos de América. Y eso fue exactamente lo que Obama dijo anteayer en el campo de básquet de la Universidad de Arizona, ante unas 14 mil personas. Hay que levantarse –dijo– y usar este golpe para hacer al país y a los propios estadounidenses mejores.
Fue de lo más efectivo al evocar la vida interrumpida de la nena de nueve años, Christina Green, cuyo entierro se realizó ayer por la tarde. Esta mañana será el funeral de John Roll, el juez federal de Arizona que también fue fusilado el sábado pasado. La nena, como remarcó Obama, había mostrado un temprano interés en la democracia y en la política, uniéndose a su consejo escolar y pidiendo permiso para ir el sábado a ver a una congresista de carne y huesos. “Quiero vivir de acuerdo con sus expectativas”, le dijo el presidente a la multitud que estaba en el campus universitario y a la que lo seguía por televisión. “Quiero que nuestra democracia sea tan buena como la que Christina imaginó. Quiero que los Estados Unidos sean tan buenos como ella se los imaginó.”
Quizás el país no pueda hacerlo, por supuesto. Palin demostró, más temprano el miércoles, cuán poderosa puede ser la pelea por sumar puntos. La ex gobernadora de Alaska lo hizo a través de un video en el que arremetía contra ellos, que relacionaron su retórica incendiaria con la matanza. Ellos eran culpables de cometer “libelos de sangre”, señaló.
El contraste entre Palin y Obama fue impresionante. “En vez de señalar con el dedo o de repartir culpas, expandamos nuestra imaginación moral para escucharnos más detenidamente, para preparar nuestros instintos para la empatía y para recordarnos que nuestros sueños y esperanzas están unidos”. Palin puede haber deleitado a sus seguidores, pero el lugar más alto, sin duda, lo ocupó Obama.
“No subestimaría cómo esto va a afectar la percepción del presidente”, resaltó Charles Krauthammer, el habitualmente hostil columnista del diario The Washington Post. Steve Lombardo, que hace encuestas para los republicanos, declaró al sitio Político: “Se suponía que era una chance simple para hacer un buen discurso, pero podría haber sido algo más que eso. Puede ser un tiempo en el que miremos hacia atrás y digamos que se convirtió en el presidente que pensábamos que podía ser”.
El nuevo camino hacia Tucson puede ser largo. Mientras los residentes entierran a sus muertos, empiezan a enterarse más acerca del sospechoso, Jared Lee Loughner, y de su comportamiento, que habla claramente de un alma complicada. Nuevos documentos policiales revelaron que cinco años atrás le dijo a un profesor que planeaba matar bebés con bombas. Pero también empieza a salir a la luz la brusquedad con la que cayó en el desierto psicológico. Una ex novia, Kelsey Hawkes, le dijo a la cadena televisiva CBS que él no mostraba signos de violencia. “Era una persona absolutamente diferente. Muy dulce, gentil, amable, un poco tímido. Pero, en general, era un gran tipo”, dijo la chica.
Mientras tanto, volvió a Washington el orador Obama. ¿Se regañará como es su costumbre? Un poco. ¿Hubo momentos de extralimitación en su discurso? Quizás. Cerró su mensaje con una imagen de una niña chapoteando en charcos de lluvia en el cielo. Pero es mejor esa frase de tarjeta de saludos empalagosa que la denuncia provocadora de libelos de sangre.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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