EL PAíS

Sin brújula en las vísperas

 Por Mario Wainfeld

Sólo los dos Hugos, Chávez y Moyano, les permiten ejercitar un discurso común y unirse en la diatriba. Casi todo el resto del Cosmos (que es, ciertamente muy vasto) los enfrenta y fragmenta. Semana a semana, la oferta electoral de las oposiciones agrega señales de desconcierto y entropía. La suspensión de la preinterna radical, una movida que podía tener su encanto y su practicidad, fue la mala nueva más restallante de la semana. La interna escalonada del apodado peronismo federal, con apenas dos candidatos, comienza hoy en la Ciudad Autónoma y (por decirlo con un eufemismo) no erotiza multitudes.

Para algunos contreras optimistas, esa desdicha incita a una jugada centrípeta: la unidad por la que claman los medios hegemónicos. Puede que suceda lo contrario: la fuerza centrífuga es más potente y menos virtual, crece (a paso lento) la perspectiva de una apertura por el centroizquierda. Sólo el jefe de Gobierno Mauricio Macri tomó una iniciativa, fijar la fecha de las elecciones porteñas y, casi seguro, lanzarse a la presidencial. Los federales lo esperan con los brazos caídos y abiertos, valga el primer oxímoron de esta columna.

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Desanzgelados: El senador Ernesto Sanz desistió de intervenir en la competencia radical del 30 abril, desactivando una jugada que parecía interesante. Generar una instancia de participación, instalar un candidato con intervención de correligionarios e independientes, ganar centimil durante semanas eran réditos al alcance de la mano, con la sola condición de no hacer un enchastre institucional como el de Chubut. El radicalismo traspapeló la oportunidad, por decisión de quien fuera presidente del partido. Sus argumentos formales fueron por un lado, los extraoficiales son más potentes. La bronca entre boinas blancas es elevada y, salvo que se reorganicen (lo que hoy suena entre improbable e imposible) proseguirá hasta agosto.

El periplo de Sanz justifica unas líneas. Detestaba a Julio Cobos por su adhesión a la Concertación Plural y porque años atrás le ganó la interna por la gobernación de Mendoza. Le habló a su curul vacío en la célebre madrugada del “voto no positivo” temiendo que el vicepresidente se borrase y procurando incitarlo a jugarse. Se sumó a la ola triunfalista ulterior que incluyó la amnistía partidaria al hijo pródigo. Mientras duró la estrella de Cobos, su objetivo era reunificar al radicalismo, ser una referencia partidaria, llevar al partido a la Casa Rosada. Y, last but not least, prepararse para suceder a Cobos en 2015 porque el vicepresidente estaría impedido de ir por la reelección, por haber cumplido dos mandatos. La dilución de Cobos cambió el panorama, Sanz contribuyó a ir construyendo la candidatura del diputado Ricardo Alfonsín. En un recodo del camino, el senador mendocino intuyó que “Ricardito” no era tan sólido y que él podía lanzarse antes de lo que había previsto y edificado. Las alabanzas de los medios y de sectores empresarios, que lo juzgan más confiable y apto que Alfonsín, seguramente lo entonaron.

Hace semanas venía anticipando su idea de retirarse. Sus argumentos formales son conocidos, los repitió el martes. Esa instancia se plasmó cuando se sospechaba que no se concretarían las primarias obligatorias de agosto, ahora confirmadas. Además, existe un clima de escasa concientización y movilización. Mejor, entonces, esperar a agosto. Hasta ahí lo expresado on the record.

En off the record, pero muy audible, tanto que fue reproducido generosamente en medios amigables, sumaba acusaciones severas, que dañan la reputación de sus correligionarios-adversarios. Los resumimos, brevemente. Angel Rozas, que quedó con la presidencia del partido porque Sanz se corrió para jugar la interna con ventajas, no obró con fair play. El ex gobernador chaqueño y Leopoldo Moreau amañaron el resultado de la interna para la presidencia en 2003, volvieron a confluir y son sospechosos. Una compulsa difícil de fiscalizar podría arrojar resultados exorbitantes (fraudulentos) en distritos chicos, cercanos a Rozas: su Chaco y Formosa, sin ir más lejos. Si se votara y hubiera escándalo, el saldo sería decepcionante. Más por lo bajo, hay quien comenta que la masividad de la elección debía competir con la del acto de la CGT fijado para el 29 de abril, lo que acaso sería poco funcional en el clima actual.

Desde las tiendas de Alfonsín, la lectura es más lineal. Juzgan que Sanz se bajó para eludir una derrota aplastante. “Confiaban en pelearnos la provincia de Buenos Aires con los viejos dirigentes de la Coordinadora. Pero Leopoldo, que tiene su base y no puede desoírla, jugó con Ricardo. Y ahí se les venía una goleada.” Los alfonsinistas entienden que su líder cuenta con el favor de los radicales de pura cepa. Los sanzistas admiten en parte esa inclinación pero aducen que no mueve el amperímetro fuera de las fronteras partidarias, como sí lo hace su referente.

Alfonsín actuará como si hubiera vencido en abril, un derrotero lógico pero resentido por su debilidad institucional. Tratará de convocar a un “frente progresista” desde su legitimidad partidaria, que es transitoria, supeditada a que sus adversarios no se presenten en agosto o, que en tal caso, no lo venzan. Ya comenzó a armar reuniones, sabe que Sanz lo dejó flojito de papeles.

Su primera movida pública, firmar un documento “para cuidar la democracia” motorizado por Mauricio Macri y el peronismo federal revela cuán estrechos son sus márgenes. Apartarse de un planteo de esa naturaleza puede deslucirlo ante el target de votantes opositores, que incluye una fracción irredentamente gorila. Pero, al suscribirlo, fue “conducido” por Macri y su mejor operador parlamentario, Federico Pinedo. El Grupo A se dividió frente al documento, todos los aliados deseados por Alfonsín rehusaron firmar: el gobernador socialista Hermes Binner, la diputada Margarita Stolbizer, el diputado Fernando Solanas, hasta el senador Luis Juez.

La retractación de Sanz resintió al radicalismo, todos lo saben, aunque se esmeren en minimizar el daño y los reproches públicos. Con menos limitaciones, un dirigente alfonsinista del ’83, Federico Polak, expresó la bronca en un post publicado en su blog “El tonto y los sabios”. Lo tituló “La importancia de llamarse Honesto”, haciendo gala de un exquisito saber sobre la obra de Oscar Wilde. Polak es un veterano de la política, su formación es mucho más vasta que la de la media de la dirigencia política actual. Pero el objetivo del texto no es Wilde sino Sanz, quien, asevera, “es, de alguna forma, el retrato deformado de Dorian Gray. En el rostro que muestran sus innúmeros carteles que saturan la vía pública, se muestra dulce y atinado, casi ingenuo. O tonto. Pero en el retrato guardado en su desván, no”. Y agrega que el senador sabe que “con su zigzag favorece impúdicamente a cualquier otra opción que no sea Alfonsín para enfrentar al Frente para la Victoria en octubre”. Polak interpreta la jugada en términos político-ideológicos, ubicando a Sanz en las antípodas del ex presidente Raúl Alfonsín: “Pertenece a una dirigencia que nunca lo quiso, que lo celó, que esperó cual presunto heredero aturdido y sin luces que muriera de una vez por todas, no le importan las raíces del movimiento, sino las propias”.

Usualmente con prosa menos galana, en las huestes de Ricardo Alfonsín se piensa parecido. Y, con el partido desvencijado, trata de encontrarle la vuelta a un trance de enorme debilidad, a pocos meses de los comicios. Alfonsín está mejor posicionado que Cobos y Sanz, puntea y es el único que seguro sigue en carrera. Pero lo hirió el fuego amigo, un problema de la etapa en todo el espectro político.

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Chasis, nunca taxi: Llega a manos del cronista un sobre remitido desde la Unión de Trabajadores Gastronómicos de la República Argentina, con un sticker que la identifica al dorso. Es publicidad del candidato Eduardo Duhalde para las internas abiertas del peronismo federal en la Ciudad Autónoma. Se puede votar en quince escuelas, una cifra irrisoria para tamaño distrito, una confesión tácita sobre las aspiraciones de la convocatoria. El radicalismo, que es un partido nacional, ya había pedido su padrón de afiliados y el de independientes para su interna abierta. El peronismo federal, que es un nombre de fantasía (lo que está por debajo del famoso “sello de goma”) omitió ese recaudo, una confesión acerca de la seriedad que le imprime a la compulsa.

El diputado Felipe Solá no compite, alegando que es un trámite en el que “hay que llevar a la gente”, lo que implica aparato y plata. El gobernador Mario Das Neves, malherido tras la papelonera elección de su provincia, también se apeó. Duhalde compite con el gobernador Alberto Rodríguez Saá, otro que no firmó el mentado documento de “la oposición”. Tal como está la situación, el anhelo de la mayoría del peronismo federal (no de todos sus dirigentes, otra debilidad) es armar un chasis para que Macri los encabece y funja de motor. Sin ese motor, ni arrancar podrían. Tampoco está probado que sea un Fórmula 1 pero es su principal expectativa para seguir participando en ligas mayores.

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Lo que viene: La hipótesis de una fórmula presidencial de centroizquierda, encabezada por Hermes Binner, necesita corroborarse en las urnas de Santa Fe. Pero cobró fuerza y sentido ante la dispersión del Grupo A. Terciar o, por la parte baja, definir una presencia de cara al 2015, era una quimera hace dos o tres años. Dejó de serlo.

El domingo que viene se elige gobernador en Salta. Un tercio del padrón lo hará con voto electrónico. Los sondeos favorecen largamente al actual mandatario, Juan Manuel Urtubey. Con los precedentes de Catamarca y Chubut podría imaginarse que ser local y favorito es mufa. Quizá no sea exacto y se comience a desmentir. En todo caso, los vaticinios son indigestos. Lo que sí es cabal es que a menos de siete meses, subsisten la primacía del oficialismo y la inconsistente performance de “la oposición”, ese singular que es demasiado plural.

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