Jueves, 1 de septiembre de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Julio B. J. Maier *
Creo que la primera regla que uno aprende de mocoso para jugar al fútbol reside en no patear contra su propio arco y menos aún voluntariamente: si uno desobedece la regla y hace aquello que ella no aconseja, la regla de tanteo indica ventaja para el rival. Algo similar es aquello que, desde los comicios PASO, ensaya voluntaria y bruscamente, sobre todo, el ex presidente de la República, su señora esposa y su amanuense Amadeo, candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. No puedo creer que un avezado y viejo político, que ya fue gobernador de Buenos Aires e incluso –por un método anormal y un tiempo breve– presidente de la República, desconozca esa regla de juego. Me parece más verosímil la afirmación de que el resultado de esos comicios lo ha perturbado demasiado, al punto de indignarlo y repudiar a su adversaria, ganadora en ellos.
El método jurídico para controlar judicialmente el escrutinio provisorio, realizado para calmar angustias y aquí desencadenante de odios y pasiones, al punto incluso de desconocer esos comicios por fraudulentos, reside, sin duda, en el escrutinio definitivo, donde los jueces, de puertas abiertas, revisan papeles y eventualmente urnas para corregir errores de las autoridades de las mesas, no siempre duchas en estos menesteres. El odio y la pasión condujo a algunos aún más allá: quebraron toda prudencia, nos presentaron universalmente como carentes de sentido y virtud democráticos y hasta denunciaron penalmente en busca de un fraude electoral que, era claro, no cambiaría el resultado.
Por lo contrario, el escrutinio definitivo aclaró sin más que los denunciantes escupían para arriba, pateaban en contra de su propio arco: su resultado fue aún más favorable para los adversarios de los denunciantes, dado que la ganadora acrecentó su porcentaje y número excepcional de votos favorables colectados y el adversario más próximo acrecentó la ventaja sobre su contendor, el denunciante, que disminuyó su caudal de votos.
Si no fuera porque están en juego nuestra democracia y nuestra forma de gobierno republicano, el hecho movería a risa. Lamentablemente no es así y lo puedo afirmar con sinceridad porque he sido juez de escrutinios definitivos en múltiples ocasiones. Otra vez el odio y la pasión, sin escatimar recursos, sin vacilar e imprudentemente, atentaron contra nuestra imagen democrática, contra nuestra República, que tanto nos costó edificar y tan joven aún. Por esta razón, los hechos me perturban y no puedo dejarlos pasar.
* Profesor consulto de Derecho Penal. Ex juez del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires.
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