Viernes, 2 de septiembre de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Eduardo de la Serna *
Desde que empecé a militar, hace ya muchos años, aprendí a no ser ingenuo, y a preguntar. A preguntarme cosas como “¿A quién beneficia? ¿A quién perjudica algo?”. Porque las cosas no suelen pasar “porque sí”. Cuando hay un acontecimiento que tiene gran trascendencia (en especial cuando hay otros relativamente semejantes en los que la trascendencia fue infinitamente menor), me surge esa pregunta.
Otra cosa que aprendí es que en tiempos “fuertes”, como suelen serlo los “tiempos electorales”, tampoco hay casualidades, y suele haber “alguien” detrás, causando o incentivando. Quizá no como autor material, ni siquiera intelectual, pero sí como una suerte de “fogonero”, como una suerte de “cómplice encubierto”. ¿A quién beneficia? ¿A quién perjudica? ¿Quien puede –o cree que puede– sacar provecho de circunstancias aberrantes como estas?
Cuando hay cosas que “no cierran”, la pregunta me rebota una y otra vez: ¿por qué un dato fundamental para la investigación “alguien” no lo entrega al fiscal, es decir, al principal encargado de investigar un caso? ¿Quién se beneficia? ¿Por qué a ese dato tiene acceso la prensa (cierta prensa) y no la Justicia? ¿Quién estaría interesado en enturbiar el caso? ¿Quién se perjudica?
Es verdad que además de los factores principales, nunca faltan los carroñeros que al menos esperan beneficiarse de lo que queda, y no está mal saber que buitres, hienas y chacales son precisamente carroñeras, y no Pulitzer, por ejemplo. Generalmente los que se benefician no aparecen, están detrás, como los titiriteros; suelen mostrarse como los que tienen “la solución”, suelen decir que pescan tiburones aunque sólo hayan sido bañeros.
* Coordinador del Movimiento de Sacerdotes en Opción por los Pobres.
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