Domingo, 1 de junio de 2014 | Hoy
EL PAíS › SE DIFUNDIERON LAS DECLARACIONES DEL CORONEL BRASILEÑO PAULO MALHAES
Un mes antes de morir, el represor habló por 23 horas ante la Comisión de la Verdad y contó cómo siguieron y secuestraron a argentinos en 1980, en coordinación con el Batallón 601 de Inteligencia de Campo de Mayo.
Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Un mes antes de ser secuestrado y muerto en su quinta de Río de Janeiro, el ex coronel Paulo Malhaes declaró ante la Comisión de la Verdad de Brasil que había participado en operaciones contra guerrilleros argentinos que operaban en su país. Al parecer, se trataría de miembros de la organización Montoneros que fueron capturados cuando intentaban volver a la Argentina en el marco de la Contraofensiva. El dato se conoce al divulgarse en Brasil el contenido de la extensa confesión del militar ante la comisión.
“Lo que surge de la declaración de Malhaes es que él habría estado involucrado en el secuestro de los militantes argentinos Campiglia y Pinus, en 1980”, declaró a Página/12 Aline Borges, miembro de la Comisión de la Verdad de Río. “No descarto que tenga alguna relación con la detención de Norberto Habegger.”
La abogada Borges estuvo presente y formuló preguntas durante las 23 horas de confesiones de Malhaes, que tuvieron lugar en marzo y cuya transcripción acaba de ser divulgada. En esas horas de confesión, el militar contó cómo espió y secuestró argentinos cuando formaba parte del Centro de Informaciones del Ejército brasileño, vinculado con el Batallón de Inteligencia 601 de Campo de Mayo.
Los militantes Horacio Domingo Campiglia y Mónica Pinus de Binstock fueron secuestrados por elementos brasileños y argentinos el 12 de marzo de 1980 cuando arribaron, procedentes de Venezuela, al Aeropuerto Internacional del Galeao, de donde planeaban seguir viaje hacia Argentina. Dos años antes, en algún momento de julio o agosto de 1978, Norberto Habegger, también miembro de Montoneros, fue raptado en la misma aerostación. Los tres continúan desaparecidos.
En su confesión, el militar, hablando a veces en tercera persona sobre sí mismo, dijo que “Malhaes capturó a un argentino y lo mandó de vuelta para Argentina, el tipo era un montonero importante... el tipo vino a Brasil no sé para qué... yo secuestré, realmente secuestré y mandé hacia Argentina... lo agarré saliendo del aeropuerto”.
Borges cuenta que Malhaes no trasuntaba arrepentimiento: “El sentía que cumplió su misión en la guerra era acabar con el comunismo”. Durante un encuentro preliminar con miembros de la comisión, el ex agente aseguró haber enseñado a sus colegas argentinos cómo infiltrarse en las organizaciones armadas. Luego, en su declaración formal se jactó de que “me volví famosísimo en Argentina, me dieron una medalla de Argentina”.
Un mes antes de morir de una manera todavía no esclarecida, el represor relató que “descubrí que tenía un montón de argentinos en Río de Janeiro. Unos eran exiliados políticos amparados por la ONU, otros no. Entonces ordené (a mis subordinados) que fueran a fotografiar a todo el mundo... así yo sabía que este argentino es Fulano, este Mengano, este mató a no sé quién...”.
En las 232 páginas de la desgrabación, el septuagenario Malhaes demuestra conservar la memoria, aunque por momentos vacila y parece confundir lugares hacia dónde iban o de dónde venían sus víctimas. Tampoco aporta fechas precisas sobre las acciones contra los guerrilleros de Montoneros y del ERP, a quienes elogia por su coraje. “Nuestros guerrilleros eran flojos, yo tengo experiencia, pero los guerrilleros argentinos eran completamente diferentes... yo aprendí eso. Los argentinos eran de una convicción... algo que espantaba. Para mí fueron una sorpresa porque yo estaba acostumbrado a lidiar con brasileños.”
Por seguridad, venganza o vanidad, lo cierto es que Malhaes quería hablar, lo cual hizo de él una amenaza a la omertá que atraviesa toda la corporación castrense, que hasta hoy reivindica la ley de autoamnistía sancionada en 1979 y denunciada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos. “Nosotros constatamos que una parte importante de lo que dijo Malhaes es cierto. Todo esto es valioso para la Comisión de la Verdad y podría resultar incómodo para quienes estuvieron en la represión”, apunta la abogada Borges.
El ex coronel comenzó a hablar en 2008, cuando dio una entrevista en la que contó detalles sobre cómo se financiaban las operaciones de infiltración para desarticular organizaciones armadas locales o grupos argentinos en Brasil. Según Malhaes, estas operaciones continuaron hasta 1985, poco antes del retorno de la democracia. A partir de 2012 recibió en su chacra de la Baixada Fluminense a periodistas e investigadores, y siguió hablando de su pasado.
Para la Comisión Nacional de la Verdad creada en 2012 por la presidenta Dilma Rousseff, y para la Subcomisión de la Verdad del Senado, el fallecimiento de Malhaes se parece a una “quema de archivo”. Según la investigación, tres hombres invadieron su domicilio y durante diez horas revisaron cada rincón del lugar y se llevaron archivos y armas. El dueño de casa murió de un paro cardíaco que pudo haber sido causado por el pánico o por haber sido asfixiado por su captores.
Lo curioso para senadores y especialistas es que la causa está bajo secreto de sumario y que el comisario a cargo de la instrucción la haya caratulado como un delito común, robo seguido de muerte accidental, sin connotaciones políticas.
Malhaes fue el primer cuadro militar destacado que aceptó contar en extenso los secretos de la represión y aportar datos sobre uno de los momentos cruciales del capítulo argentino-brasileño del Plan Cóndor.
“La muerte de Malhaes nos perjudica bastante, pero sus denuncias tal vez puedan ser tomadas por la Justicia argentina en la causa por la Contraofensiva. Se podría citar a algunos de sus cómplices en los secuestros. Sabemos que algunos aún están con vida”, ponderó Borges.
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