EL PAíS › OPINION

Carta abierta al compañero Luis Zamora

Por Alejandro A. Otero *

La verdad es que siempre le tuve simpatía, aunque no militamos en los mismos lugares, sí estuvimos muchas veces en los mismos lugares. Incluso alguna vez lo voté y muchas más apoyé y acompañé sus posturas. Aunque no nos conocemos, guardo una anécdota que cada tanto evoco. Hace varios años, durante el menemismo, yo leía el diario en un café del microcentro. De pronto un sonido me distrajo. Era un silbido alegre y persistente. Un tipo más se sumaba a las mesas del boliche. Se sentó sin dejar de silbar esa tonada. Era Zamora con sus famosos libros. A esa hora de la mañana, en la que casi todos teníamos cara de pocos amigos, el tipo silbaba. Le agradecí en silencio que me indujera a preguntarme por qué mierda algunos nos dejábamos ganar la alegría. Pasó el tiempo. Durante la reciente campaña electoral lo escuché una y otra vez insistir, con el mismo tono alegre con que aquella vez silbaba, en eso de que nuestro gobierno “es el gerente y Macri el dueño”. Cuando ilustra sus palabras apela al caso de la UTE-Rentas. En alguna ocasión deslizó también ciertas dudas sobre “si nos vamos a decidir a cobrar impuestos a los grandes contribuyentes”. Esta vez su melodía me indujo a otra cosa, pues me sorprende el desconocimiento que esas afirmaciones exhiben. Descarto desde ya cualquier posición especulativa o aviesa por parte de Zamora. Me parece oportuno entonces que esta vez seamos nosotros los que silbemos una tonada alegre y persistente y otros los que cabalmente revisen sus posturas. Veamos.
La decisión de finalizar el contrato UTE-Rentas que administraba el sistema del control de las cobranzas y las bases de datos de los contribuyentes porteños fue tomada al inicio de esta gestión (fines de 2000). En ese entonces Macri no se postulaba a nada y era uno de los dueños del consorcio proveedor. Esa decisión fue estratégica. No sólo porque permitía poner fin a un servicio (privatizado en 1990/91) costoso, obsoleto y vulnerable, tal como varias auditorías habían puesto de manifiesto, sino que posibilitaba dar el salto tecnológico y de servicios que la Administración Tributaria de la Ciudad requiere. Lo hemos dicho más de una vez, aquellas privatizaciones fueron un verdadero proceso de “lobotomización” para la Administración Tributaria local. Era imprescindible desandar ese camino para fortalecer al estado local. Rentas, el Banco de la Ciudad y otras reparticiones sumamos voluntades para hacerlo. En el marco de la crisis, el proceso demandó más tiempo del esperado, no sólo por los riesgos que el mismo implica, sino también porque el prestador restó su colaboración. Hoy el sistema opera plenamente en la órbita del gobierno. El servicio ha mejorado a partir de los desarrollos que, vía Internet, se han realizado (consulta de saldos, impresión de boletas, etc.). Los costos han disminuido sensiblemente y tal vez convenga agregar que éste no fue el único contrato de la era Grosso que esta gestión canceló y que las anteriores prorrogaron una y otra vez. El mismo trato le dimos al tristemente célebre contrato de Catrel SA, encargado de la administración de la base de datos de inmuebles de la Ciudad. Una y otra decisión, sumadas a otras reformas de fondo, ayudaron a mejorar el servicio y la productividad de la Administración Tributaria. Los resultados son elocuentes, hoy se recaudan $47,35 por cada peso gastado cuando en el año 2000 se recaudaban $27,61. Esto se hizo sin reducir puestos de trabajo ni salarios en la administración. Podemos seguir silbando.
En cuanto a decidirse a cobrarles impuestos a los grandes, recordemos que a poco de andar esta gestión se creó la Dirección de Grandes Contribuyentes. Así se mejoró sensiblemente el rendimiento de este grupo que representa el 50 por ciento de los recursos. Fue, además, en gran medida esta línea de acción la que permitió minimizar la pérdida de ingresos de la Ciudad en el contexto del desastre nacional.
Plasmar acciones como éstas, que Ud. nos reprocha, supone poner en juego desde el nivel máximo de gobierno, Aníbal Ibarra, un volumen de decisiónpolítica no menor, porque implica enfrentar grandes intereses y privilegios. Lo hicimos. No será casual que algunos, justamente los que apoyan a Macri o los que van y vienen de un lado al otro por el arco político, nos hayan promovido demandas y denuncias varias para evitar que las cosa avancen o bien para echar un baño de duda sobre lo actuado. No sea cosa que la posibilidad de un Estado fortalecido, capaz de gestionar con efectividad y compromiso social se consolide. Sólo por falta de información puede entenderse que Ud., nada menos, se haga eco de esas voces. No quise ser de modo alguno cómplice de esa confusión, por eso le escribo a modo de silbido esta tonada. Afectuosamente.

* Director general de Rentas de la Ciudad de Buenos Aires.

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