Domingo, 9 de noviembre de 2014 | Hoy
EL PAíS › MARTIN ARIAS DUVAL, TITULAR DE LA DIRECCION DE MIGRACIONES
El funcionario explica que no existe una creciente ola migratoria hacia la Argentina y señala que “los delitos deben ser perseguidos independientemente de la nacionalidad”. “Queremos que el que venga lo haga legalmente, siempre que no tenga antecedentes”, afirma.
Por Raúl Kollmann
Martín Arias Duval, titular de la Dirección Nacional de Migraciones (DNM), aporta datos y conclusiones: no hay un aluvión inmigratorio hacia la Argentina; la cifra de inmigrantes se mantiene estable en los últimos años. La proporción de extranjeros en las cárceles es baja –cinco por ciento del total–, pero incluso parte de ellos ni siquiera residen en la Argentina, son mulas que llegaron al país. El proyecto de reforma del Código Procesal Penal, en el que se sobredimensionó la cuestión de la expulsión de extranjeros, tendrá poco efecto y no incidirá en la cuestión de seguridad. Además, sostiene el funcionario, estigmatiza al extranjero: “el delito debe ser perseguido y penado independientemente de la nacionalidad”.
En un largo diálogo con Página/12, Arias Duval, que está al frente de Migraciones, señaló que “contra lo que tratan de instalar, no existe una creciente ola inmigratoria hacia la Argentina. Sí vienen al país a radicarse más extranjeros que los argentinos que se van a radicar a otro país. Le doy un dato: en 2001 salieron a radicarse fuera de la Argentina más de 110.000 compatriotas, sólo tomando los datos de Ezeiza, porque en ese momento el resto de los pasos fronterizos no estaban informatizados. O sea que era un aluvión de argentinos que se iban del país. El saldo era claramente negativo entre emigrantes y inmigrantes. Hoy, por suerte, el saldo es positivo: vienen a quedarse más extranjeros que los argentinos que se radican afuera. Aun así, la tendencia es estable. En 2011 pidieron radicación 128.000 extranjeros, en 2012, 125.000, en 2013, 138.000”.
–¿De qué países vienen?
–El 40 por ciento de Paraguay, el 24 por ciento de Bolivia, 15 por ciento de Perú, siete por ciento de Colombia, dos por ciento de China, algo parecido de Uruguay. Pero cuando le digo que el porcentaje se mantiene estable, me refiero a que el total de extranjeros que viven en la Argentina es 4,5 por ciento, de acuerdo con el Censo 2010. Puede haber aumentado al cinco por ciento, pero siempre ronda ese porcentaje.
–En los últimos días apareció una resolución que parece hacer más estricto el control a los llamados falsos turistas.
–En realidad no. Es que la anterior resolución es de 1985 y actualizamos los datos a pedir: por ejemplo, si tienen tarjeta de crédito o pasaje de regreso. Nosotros tenemos una política migratoria realista: queremos que el que venga se registre y si viene a radicarse que lo haga legalmente porque tiene todas las facilidades, siempre que no tenga antecedentes en su país ni en la Argentina.
–Se instaló la idea de que es fácil entrar a la Argentina.
–En primer lugar, le digo que este año ya llevamos 11.320 personas rechazadas, es decir personas a las que no se les permitió el ingreso porque se las consideró falsos turistas. No tenían la documentación adecuada o no demostraron recursos o porque figuraban en algún listado con antecedentes que nos brindaron otros países. De todas maneras, piense que la Argentina tiene 9000 kilómetros de fronteras y cinco países que lo rodean. Le voy a contar una anécdota sobre nuestra frontera. En Misiones, en Bernardo de Irigoyen, hay una cancha de fútbol en que la mitad de la cancha está en territorio argentino y la otra mitad en territorio brasileño. Eso le muestra el ida y vuelta, la convivencia, que existe en algunas partes. Pero tome en cuenta que en Estados Unidos había en 2011 unos 14 millones de inmigrantes irregulares y se calcula que ahora hay tres millones más, con una frontera en la que hay un muro, cámaras, miles y miles de policías, drones. Algo similar pasa en Europa. Nosotros creemos que en términos de seguridad, de lucha contra el delito, es mejor tener a los inmigrantes regularizados, con derechos y obligaciones, que entes que circulan por el país sin que se sepa quiénes son.
–Pero se encontraron narcos viviendo en la Argentina y entraron por algún lado.
–Si usted toma un narco de cualquier país, su capacidad económica da para que haya comprado una identificación falsa. Viene con una identidad distinta, no entra ni por el campo ni con una balsa. Si llega con un pasaporte original, auténtico, comprado en algún país, es muy difícil detectarlo. Para detener un narco, la clave es la información previa. Otra cosa son las mulas, que por lo general vienen con su propio documento o cruzan por tierra o en una balsa.
–Se hizo mucho ruido con el tema de los extranjeros, la inseguridad y la expulsión.
–Los que cometen delitos son argentinos y extranjeros. No hay marcada presencia de extranjeros. Se intentó instalar que el 20 por ciento de los presos son de otros países. Eso es sólo así en el Servicio Penitenciario Federal, donde están los que cometen delitos federales, en el especial el narcotráfico. Ahí pesa la presencia de las mulas que ni siquiera son personas que viven en la Argentina: vienen, traen la carga de droga y se vuelven. En la provincia de Buenos Aires, menos del tres por ciento son extranjeros y el promedio nacional hoy está un poco por arriba del 5 por ciento: 3000 presos sobre 60.000. Es una proporción parecida a la que existe en el total de la población.
–¿Por qué entonces se planteó la cuestión de los extranjeros y el delito?
–Lo que le puedo decir es que hay un exceso de énfasis en cómo se presentan las cosas. Si usted ve los medios, detienen una banda y no sale la nacionalidad. ¿Por qué? Porque se trata de argentinos. En la absoluta mayoría. ¿Cuándo sale la nacionalidad? Cuando es extranjero. Creo que el delincuente es quien comete un delito, sea argentino o extranjero. Ponerle el acento en la nacionalidad es como ponerle el acento en el color de la piel o en el color del pelo. Es un error. Y, además, es peligroso: estigmatiza. Una condición que se plantea para la expulsión es que el delito sea en flagrancia y eso puede llevar a detener por el tono de la piel, el aspecto. “Si no ponés tanto, entrás en peligro de que te expulsen”, le pueden decir a gente que no cometió ningún delito.
–¿Cómo cambiarían las cosas si se aprueba como está el proyecto de Código Procesal?
–Hoy tenemos un sistema mixto. El ejemplo más claro es el de Vitette Sellanes, condenado por el robo boquetero al Banco Río. Cumplió la mitad de la pena en la cárcel y se lo expulsó en ese momento, cuando el juez consideró que había cumplido la mitad de la pena. Vitette argumentaba que la cumplió antes, los fiscales se opusieron, y el juez le negó la expulsión. Cuando el magistrado consideró que se había cumplido el plazo, se procedió a expulsarlo. No puede volver al país y si lo hace va otra vez a la cárcel. Esto rige para los que tienen penas firmes menores y para los que tienen penas no firmes, procesamientos, en delitos como el narcotráfico, la trata de personas, el lavado de dinero.
–¿Y ahora?
–De acuerdo con el texto, los extranjeros sorprendidos en flagrancia pueden ser expulsados. Está en el tramo en el que se habla de la suspensión del proceso a prueba. El imputado tiene que estar de acuerdo, el fiscal también y el juez debe autorizar la expulsión. Creo que siempre nos hemos basado en el principio de legalidad, del debido proceso, los delitos deben ser perseguidos independientemente de la nacionalidad y la persona. Si corresponde, cumplir en la cárcel lo que marca la ley y luego ser expulsado. De todas maneras, estamos hablando del Código Procesal Penal federal, lo que significa que abarca muy pocos delitos: casi totalmente el de narcotráfico y el de secuestro. Los demás delitos se rigen por los códigos procesales de las provincias y la Ciudad de Buenos Aires. O sea que el robo, la usurpación, los delitos que más preocupan en materia de seguridad no entran en esto. Ahora bien, cuando una persona cometió un delito relacionado con tráfico de drogas, tampoco podrá regir la expulsión porque es un delito grave en el que no se podrá suspender el proceso a prueba. O sea que estamos hablando de muy pocos casos. Insisto en que esto es poner acento en los extranjeros, en los inmigrantes, y no en el delito en general, sea cual fuere la nacionalidad del que lo comete.
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