EL PAíS
Un 75 por ciento de los argentinos es optimista
Tres de cada cuatro personas consideran que la situación del país va a mejorar durante el gobierno de Kirchner. Sólo una minoría estima que las cosas puedan empeorar. El nivel de confianza no varió en lo que va de esta administración. No se percibe una mejora en el empleo.
Por Raúl Kollmann
Tres de cada cuatro argentinos están optimistas: creen que la situación del país va a mejorar en el próximo período. Una minoría, una de cada cuatro personas, piensa en cambio que las cosas van a evolucionar mal. El actual nivel de optimismo constituye un record absoluto: casi duplica el que registraba Fernando de la Rúa en su mejor momento y quintuplica el optimismo que existía en tiempos del gobierno de Eduardo Duhalde. Es más, durante las administraciones de De la Rúa y Duhalde, los pesimistas superaban holgadamente a los optimistas. El nivel de confianza en el futuro inmediato casi no registra variaciones desde que asumió Kirchner y continúa hasta hoy, aunque en las mismas encuestas los ciudadanos señalan que todavía no perciben una mejora en el empleo o una baja en la pobreza.
Las conclusiones sobre el llamativo optimismo de los argentinos surgen de una gigantesca encuesta nacional realizada por la consultora Equis, que lidera el sociólogo Artemio López. En total se entrevistó a 5683 personas en todas las regiones del país, respetándose las proporciones por edad, sexo y nivel económico-social.
Pese a que el Presidente viene del sur, el mayor optimismo se percibe en el norte argentino, donde nada menos que el 85 por ciento de las personas considera que las cosas van a mejorar. En la Capital Federal y el Gran Buenos Aires también hay optimismo, pero en niveles levemente inferiores, y el piso está en la región pampeana y el interior de la provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, La Pampa, donde igualmente casi siete de cada diez personas creen que el país está bien encaminado.
Indudablemente las cifras exhibidas por Artemio López hablan de un clima instalado en una nítida mayoría de la población y que se debe a que perciben algunas mejoras en la situación económica y un gobierno que detectan activo y con iniciativa.
En los sondeos realizados en las últimas semanas, las opiniones positivas sobre el Presidente bajaron alrededor de un diez por ciento respecto de su mejor momento. Aun así, continúa en niveles record: un 70 por ciento opina bien o muy bien del primer mandatario. El atributo que más se elogia es el estilo de gobierno, o sea el contacto habitual con la gente, las rupturas del protocolo, la austeridad y al mismo tiempo el grado de actividad y la manera de afrontar los problemas en forma rápida y directa. Estos conceptos son también la base del optimismo.
Lo que aparece en el otro platillo de la balanza es que, según esos mismos sondeos de opinión, el ciudadano común todavía no percibe que haya más trabajo ni que haya descendido la pobreza. En ese terreno, sólo tres de cada diez personas creen que las cosas han mejorado, mientras que más de la mitad piensa que no hay evolución ni en el desempleo ni en la pobreza.
Para el Gobierno, los niveles de optimismo son de importancia porque tienen que ver con las decisiones personales que toman los ciudadanos. El que cree que las cosas van a mejorar, piensa en comprar bienes más durables, se anima a tomar vacaciones e incluso piensa en hacer alguna inversión. Como es obvio, el ciudadano común viene más que golpeado por la crisis y tarda en traducir el optimismo en acciones concretas.