Sábado, 4 de julio de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por E. Raúl Zaffaroni *
La encíclica de Francisco sobre el cuidado de la “casa común” provocó algunas declaraciones histéricas de voceros de la derecha norteamericana.
Se dijo: que no es político, lo que no es cierto, porque todo el que ejerce algún poder en el mundo (espiritual, económico, cultural, etc.) es ridículo que se diga que no es político; que no es científico, porque subestimó los panfletos negacionistas de los “científicos” pagados por ellos; que no es economista, menos mal, porque en tal caso nos aconsejaría seguir aumentando la renta hasta el infinito; que no respeta “lo que es del César”, lo que no parece que pueda llevarse al extremo de entenderlo en el sentido de “a Hitler lo que es de Hitler”.
Se ha llegado a decir que es un papa marxista. ¿Por qué? Porque se permite valorar la dimensión económica de un fenómeno de poder mundial. ¿Acaso todo el que al explicar un fenómeno de poder toma en cuenta su dimensión económica es un marxista? ¿Para no ser marxista no hay que tomarlo en cuenta? Si la respuesta fuese afirmativa el mundo se dividiría entre marxistas e idiotas.
Se ha dicho que es un populista latinoamericano, lo que podría ser verdad (y ojalá lo fuese), teniendo en cuenta que de todos los movimientos políticos mundiales del siglo pasado, el populismo latinoamericano fue el menos letal, pues prácticamente sólo tuvo víctimas, asesinadas masivamente por los personeros de intereses financieros y colonialistas, a cuyo amparo hicieron sus negociados y quebraron nuestras economías.
Lo más curioso es que se lo acusa de querer obtener el respeto de sus enemigos. Ante todo, es necesario observar que los que lo difaman no parecen ser precisamente sus amigos, pero, al margen de eso, les molesta que Francisco hable a todos, cristianos, creacionistas no cristianos, agnósticos.
Y sí, Francisco lo hace así. Los cristianos deberían meditar toda la encíclica, los creacionistas pueden dejar de lado las citas bíblicas que quieran, los agnósticos todas esas consideraciones, porque al final del camino, con el resto del texto, llegarán a la misma conclusión por vía de la razón. Y para cristianos y creacionistas, será lo mismo, pues deberán pensar que también la razón humana es obra de la creación. ¿O pretenderá alguno que no lo es?
Sí, Francisco les escribe a todos, y obsérvese que no lo hace usando el “Nos” mayestático, sino el humilde “yo” del singular. Es el Papa que se despega de toda “papalatría” y que desde una posición que, guste o no, es de poder, es política en el buen sentido, y por eso mismo es angustiante para todo buen hombre, escribe para todos los seres humanos.
No se basa en la autoridad de ningún dogma, sino que lo hace desde la ciencia en su verdadero lugar, donde no hay incompatibilidad con ninguna fe. Obsérvese que, discretamente, como al pasar y en una cita, aparece nada menos que el nombre de Pierre Teilhard de Chardin.
¿Y qué nos quiere decir Francisco? Creo que se podría sintetizar en tres palabras: “Esto no va más”.
Dice claramente que no va más un mundo donde menos de una cuarta parte engorda y se le tapan las arterias y derrama lo que a las tres cuartas partes les hace falta para sobrevivir. No va más con la técnica y la política al servicio de corporaciones que buscan una renta infinita como único objetivo, incluso produciendo sus propias crisis, exigiendo dinero para salvar sus bancos, en sumas que alcanzarían para salvar la vida de millones de personas, que explotan o consideran “descartables” a los países débiles y a sus propias clases excluidas, que buscan renta a expensas de hambre y muerte, de destrucción de la biodiversidad, de contaminación, de extinción de especies, de maltratamiento de humanos y animales, de desertificación, de calentamiento atmosférico, de erradicación de cultivos tradicionales, de apropiación de semillas, de crecientes intervenciones biotecnológicas irresponsables y un largo etcétera.
No va más una especie que se está suicidando, que destruye las condiciones de habitabilidad humana del planeta, que al módico precio del consumo ha perdido hasta el instinto de supervivencia de los otros animales, que para continuar consumiendo se fabrica cada día nuevas “necesidades”.
La metáfora de que nos estamos disputando el mejor camarote del Titanic ya no es válida, porque lo que estamos haciendo es fabricar febrilmente nuevos camarotes, para disputarlos, mientras enfilamos a toda máquina hacia el iceberg.
Durante medio siglo todo se quiso ocultar ideológicamente bajo la polarización “capitalismo/comunismo”, “Oriente/Occidente” (aunque Marx era occidental, claro). Cuando con la implosión de las burocracias del “socialismo real” la polarización ideológica perdió toda base, el mundo pareció quedar “patas arriba”, como diría Galeano.
Pero contra los que quisieron parar la historia, ésta siguió moviéndose y hoy la obsoleta polarización ideológica viene a ser reemplazada por una opción real y urgente: vida o muerte, Eros o Tánatos, habitabilidad del planeta o extinción de la especie.
Un cambio paradigmático de esta magnitud no se produce súbitamente, sino que las aguas van dividiendo sus corrientes, hasta que por fin se opera la separación, precipitada por algo, un peñasco, una catarata, un grito, una revolución, o también un texto, o todo eso junto. Son los hechos fundamentales y fundacionales, que hacen eclosionar un nuevo paradigma.
No me cabe duda alguna acerca de que el texto de Francisco pertenece a esta categoría de hechos históricos. La reacción histérica lo demuestra.
No obstante, cabe tener en cuenta que los histéricos no son los dueños del poder, sino sólo sus muñequitos de ventrílocuo en la política-espectáculo. Los dueños del poder son los que manejan las corporaciones: no confundamos al payaso –y menos al mono– con el dueño del circo. Y éstos saben de poder y de cómo ejercerlo. No son tan tontos como para enfrentarse a Francisco abiertamente y polemizar con él. Eso lo dejan para los mercenarios de la política e incluso los mandan callar.
Me parece que la táctica de los poderosos es ningunear la encíclica, no darle espacio en sus medios monopolizados u oligopolizados, matarla con el silencio. No mencionarla. Dejarla pasar como la veleidad de un cura populista. Los monopolios mediáticos crean e inventan la realidad, y lo que molesta a las corporaciones de las que forman parte lo hacen desaparecer con sus juegos de prestidigitación.
Pero la encíclica se dirige a todos los humanos, en especial a los jóvenes, a quienes les legamos un mundo en vías de destrucción. Ya no está en peligro una nación, un pueblo, sino la especie humana misma. Deben leerla, es conceptualmente densa pero es clara.
Cuidado, pibes, que no es la palabra de un cura de estampita y medallita; si quieren pueden dejar la estampita y la medallita de lado, pero lean lo que les escribe un hombre que desde una posición que le permite visualizar el conjunto de la humanidad, lo hace con angustia, no por su propio destino, sino por el de todos los humanos.
Quizá sea este el siglo más peligroso de los muchos que el ser humano haya caminado por la superficie del planeta, pero por eso mismo, es también el más fascinante. En este siglo se decide si somos un extremo de complejidad e inteligencia cósmica o si, por el contrario, somos una aberración condenada a desaparecer. Probar lo primero es tarea de valientes, ayudados por la fe o por la razón, por lo que sea. Apoyemos la apuesta de Francisco. Probemos que no somos un cáncer del planeta.
* Ex juez de la Corte Suprema. Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
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