EL PAíS › EL EX FUNCIONARIO DE LA DICTADURA EN LA MEGACAUSA ESMA

El caso contra Alemann

En 1980, Juan Alemann era uno de los asistentes de Martínez de Hoz y fue al campo de la muerte a conocer a un secuestrado al que acusaban de haber comandado un atentado en su contra. La defensa del mellizo, el tema de los chicos apropiados.

 Por Alejandra Dandan

Los alegatos por los crímenes de la Escuela de Mecánica de la Armada comenzaron a trabajar el rol de los civiles. Juan Alemann es uno de los dos civiles juzgados en este juicio. Mientras era secretario de Hacienda del ministro José Alfredo Martínez de Hoz entró en el centro clandestino a buscar información sobre un atentado que le habían realizado. A fuerza de tormentos buscó datos sometiendo a un prisionero que la patota le puso a disposición. El ex funcionario, que sigue en libertad tal vez por no vestir uniforme, fue reconocido en la ESMA por varios sobrevivientes.

Alemann no está imputado por apropiación de niños, pero la fiscalía trajo a la audiencia el tema al rescatar una entrevista que, sin embargo, permite ver las oscuridades de su alma. “Hubo 200 y pico de casos de mujeres que tuvieron hijos en cautiverio y después las liquidaron –dice Alemann en ese texto–. De esos, unos 200 los entregaron a los jueces y quedaron menos de 30 casos que se distribuyeron entre familias de militares. Eran chicos que sobraban, porque esos guerrilleros constituían parejas y mientras peleaban tenían hijos. Era una irresponsabilidad. Pero no hubo robo de chicos. Hay que tener estómago para hacerse cargo del hijo de un guerrillero.”

La fiscal Mercedes Soiza Reilly, a cargo de este tramo de la lectura de los alegatos, continuó leyendo esa entrevista. “Al ser preguntado por el periodista: ¿Las cosas pudieron hacerse de otra manera?”. Alemann respondió: “Yo hubiera hecho otra cosa. Hubiera declarado el estado de guerra interno y hubiera fusilado a todo guerrillero que se encontraba con armas. Así se hizo en Chile”.

Alemann entró en la ESMA en 1980 para ver a Orlando Ruiz, un joven militante de Montoneros, secuestrado el 4 de junio de 1980, con su esposa Silvia Beatriz María Dameri, embarazada, y sus dos hijos menores, María de las Victorias y Marcelo Mariano. De acuerdo con los sobrevivientes, la patota forzó a Ruiz para que se hiciera cargo del atentado contra el funcionario. Alemann admitió, hasta aquí, que estuvo en la ESMA y en contacto con los militares, pero negó haber visto a Ruiz e intenta defenderse como lo hicieron los mellizos García Velazco: planteando confusión con su hermano Roberto. Dice que la instrucción de la causa se confundió. Que en todo caso, podrían haber visto a su hermano Roberto, también funcionario pero, como señaló la fiscalía, en un cargo que ocupó recién en 1981, después de los hechos investigados.

“La participación de Alemann en uno de los tramos de los ilícitos que tuvieran como víctima a Orlando Ruiz se encuentra acreditada por las probanzas que se han colectado a lo largo de este juicio”, dijo la fiscal. “Veamos qué pruebas hemos colectado que nos permiten tener por acreditado que el día en que Alemann llegó a la ESMA, Orlando Ruiz fue puesto ante su presencia”, propuso. “En primer lugar, contamos con el relato de dos sobrevivientes que vieron y supieron de la presencia de Alemann, el día en que Ruiz fue llevado a la sala de torturas del sótano del centro de exterminio.” Los testimonios son del Sueco Carlos Lordkipanidse y Víctor Basterra. A sus testimonios históricos, conocidos, se sumaron otros aportados en este debate, dado que Alemann por fin aparece entre los hechos investigados.

Lordkipanidse tomó contacto con Ruiz durante “unos escasos minutos”, antes de la visita de Alemann. El muchacho, a quien no volvió a ver después de ese día y que permanece desaparecido, le dijo que lo someterían a una situación en la que iba a estar el “doctor Alemann”. Lo harían hacerse cargo del atentado. Lordkipanidse pensó que eso era bueno: si a Ruiz lo ponían en presencia de un civil, al Grupo de Tareas no le iba a quedar otra alternativa más que blanquearlo. “Me llenó de esperanza –dijo el Sueco– cuando Alemann pase por delante mío y me vea, pensé, quizás salgo yo también y se rompe la promesa del capitán Acosta, cuando me dijo ‘vos sos boleta’.”

Entonces, se cruzó con Alemann. Estaba en el pasillo del Sector 4, nombre con el que los marinos llamaban al sótano. El lugar no estaba desmantelado sino que tenía oficinas a ambos lados de un pasillo. Parado ante la puerta del comedor, pegada a la Huevera, el Sueco vio pasar a la comitiva exactamente delante suyo y observó cómo ingresaron a ese lugar destinado a la tortura. A Alemann lo vio corpulento, alto, “una persona pública y fácil de reconocer”. También dijo que era parecido a su hermano. Que vestía de traje color gris y zapatos negros. A su alrededor andaban otras diez personas, calculó. Distinguía a dos uniforme y el resto de civil. A esa altura se le sumaron, además, varios de los responsables del centro de exterminio.

Una vez que Alemann entró en la Huevera, el Sueco escuchó el sonido de los grilletes de Orlando, recordó la fiscal. Ruidos que aparecieron “cuando lo desplazaban de la sala de interrogatorios hasta el lugar donde lo aguardaban”.

Para entonces, Lordkipanidse llevaba tiempo secuestrado, forzado a hacer tareas de fotógrafo. “No usaba capucha, pero sí un antifaz, que se corría y le permitía ver. Por handy anunciaron la llegada de Alemann. El guardia, que pretendía llevarlo al comedor para que no viera, al ver la presencia de Alemann se puso en posición de firme.” La llegada del funcionario no fue una sorpresa, se había preparado con anticipación y para el acontecimiento lavaron el sótano con lavandina. “Alemann era el jefe –dijo el Sueco observando la situación–: todos los demás le rendían honores.”

Para la fiscalía estas escenas son clave, no sólo para probar su presencia sino para el ir a otro punto importante, que “Alemann tuvo la posibilidad de influir en la liberación de un detenido, Orlando Ruiz, por los contactos que tenía debido a su función pública, pero no lo hizo”.

El funcionario estuvo con el prisionero una media hora. En la Huevera habían quedado rastros del escenario montado: una representación del atentado con fotocopias de diarios, organigramas de estructuras de los militantes, llaves, corchetes que encerraban nombres y apodos de personas.

Basterra también confirmó la presencia de Alemann. Un guardia le dijo que había llegado porque Ruiz era uno de los responsables de un grupo que lo atacó. También le confirmó que el tal Alemann estaba vinculado al Ministerio de Economía.

En el juicio declararon la hermana de Ruiz y el testigo y sobreviviente Mario Villani. Su testimonio agregó un dato importante: lo describió como parte de las estructuras de poder y explicó que “fue visto en la ESMA más de una vez”. Lo vio además en el Sector 4 acompañado por “Marcelo”, es decir Ricardo Cavallo.

“Los testimonios colectados no hacen más que afirmar que Alemann no sólo fue a la ESMA sino que fue puesto ante Ruiz, a quien acusaban de haber causado su atentado y a quien le pedían explicaciones”, dijo la fiscal. “La presencia del imputado en la ESMA, interrogando a un secuestrado, implicó, además, violencia psíquica por la frustración de las expectativas que pudiera albergar Ruiz, teniendo frente a él a un funcionario de gobierno. Esta presencia más el interés de Alemann en interiorizarse de los pormenores del atentado generaron una mortificación extra en el cautivo, que ha aumentado cuando como respuesta obtuvo la continuación del sometimiento indigno. Y como si fuera poco, todo esto se completó con su desmoronamiento psíquico al comprobar que Alemann no era más que otro integrante del plan de destrucción que se había gestado.”

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