Domingo, 16 de agosto de 2015 | Hoy
EL PAíS › DOS PERITAJES PRUEBAN LA FALSEDAD DE LA ACUSACION
Un completo peritaje de mi escritura, comparada con la de los discursos de Graffigna, prueba la falsedad de la acusación del Grupo Clarín y la Editorial Sudamericana. La perito Diana Trotta concluye que no salieron de mi puño y letra los textos en los que el propio ex jefe aeronáutico niega mi intervención. También impugnó las conclusiones de los peritos de la editorial. Martín Gras desmiente los insultos y mentiras en mi contra que le atribuyeron.
Por Horacio Verbitsky
Los manuscritos de un discurso del jefe de la Fuerza Aérea Rubens Omar Graffigna, que la editorial Sudamericana me atribuye en un libro recién impreso y cuya puesta en venta se anuncia para el 1º de septiembre, no salieron de mi puño y letra. Así lo dictaminó la calígrafa pública nacional Diana Alicia Trotta. El propio Graffigna negó haber tenido cualquier relación conmigo o que yo hubiera escrito alguno de los discursos que él o sus antecesores pronunciaron. El estudio incluyó el cotejo de esos textos (anticipados en la página Plaza de Mayo.com), con un extenso cuerpo de mi escritura, que debí realizar en presencia de la perito. Trotta está inscripta en el Tomo IV, Folio 179, del Colegio de Calígrafos de la Ciudad de Buenos Aires, y en el Tomo III, Folio 84, de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires.
Comenzó por dictarme una larga serie de palabras que escribí ante ella, con distintos marcadores de fibra que me suministró, a diferentes velocidades y posiciones, sentado y de pie. Luego cotejó esa escritura sin duda mía con los textos que según Pedro Güiraldes, Gabriel Isaías Levinas (GIL), distintos medios del Grupo Clarín y la Editorial Sudamericana me pertenecen. La categórica afirmación del ex miembro de la Junta Militar y el peritaje de la letra prueban la superchería montada en mi contra, una más de la larga serie que se ha naturalizado como forma de lucha política y que ha tenido como blanco preferido a la presidente CFK, su familia, ministros, colaboradores y simpatizantes.
Según GIL, por alguna inexplicada razón Pedro Güiraldes “sospechó” que esa letra fuera mía. Para salir de dudas cuentan que la hicieron comparar con “dos dedicatorias en libros” míos. Los peritos calígrafos públicos nacionales Fernando Gabriel Romay y Marcela Castelli les dijeron que provenían del mismo puño y letra. ¡Dos breves dedicatorias de libros, cuyos destinatarios no se identifican porque GIL dice que me temen! Es decir, ningún texto indubitable. Sobre esa base paupérrima Sudamericana decidió publicar una obra que no oculta su aviesa motivación: GIL creía que “su difusión iba a cambiar para siempre la visión que al menos el periodismo, los intelectuales y el ámbito de los derechos humanos tenían sobre el personaje”. En realidad ratifica la que predomina sobre él.
“A los fines del cotejo o examen gráfico comparativo se han tenido a la vista textos indubitados del señor Horacio Verbitsky obrantes en el Cuerpo de Escritura que le tomó la suscripta, donde se obtuvieron todas las muestras gráficas imprescindibles para realizar el estudio”, dice el dictamen firmado por Diana Alicia Trotta, egresada de la Universidad de Morón, con dos décadas de ejercicio profesional y durante diez años profesora de Práctica Técnico Legal, la principal materia de la carrera, que en segundo, tercero y cuarto año enseña a realizar peritajes. Agrega que realizó un “profundo estudio morfológico estructural de los grammas ofrecidos como incuestionables del señor Horacio Verbitsky, con el objeto de compenetrarse de las características gráficas inevitables, peculiaridades y automatismos del autor”. De este modo “se consustanció de los pequeños y grandes detalles morfológicos constructivos de los grafos insertos en las cuestionadas, los que se hallan bajo el influjo del impulso motor subconsciente que nadie puede disimular, ya que están influenciados por automatismos y modismos como lo son la inclinación de los ejes de escritura, los valores angulares, los grados curvimétricos, etc., propios de la psiquis de cada individuo. Con el conocimiento que surge como lógica consecuencia de los estudios realizados, y de acuerdo a las normas impuestas por la técnica pericial se adentró en el análisis comparativo cualitativo entre los grammas componentes de los dubiindubitables, observándose prima facie que entre ellos se visualizan desemejanzas de forma que permiten establecer la existencia de un disimilar origen escritural”. El informe pericial describe y analiza en 29 puntos las “desemejanzas morfológicas halladas y demostradas entre los elementos dubi-indubitables” y concluye que el texto atribuido “al señor Horacio Verbitsky no pertenece a su patrimonio escritural, es decir que no es de su puño y letra”. El peritaje incluye un anexo demostrativo, del que aquí se reproducen partes.
En un informe separado, la profesora Trotta también impugnó el peritaje que GIL publicó en Plaza demayo.com, comparando los borradores del discurso de Graffigna y las dedicatorias de dos de mis libros. “La escritura del manuscrito difiere de la dedicatoria en su forma, tamaño, inclinación, dimensión y línea de base de escritura, por lo que no fueron realizadas por un mismo puño ejecutor y no pertenece al patrimonio escritural del señor Horacio Verbitsky”.
El libro de GIL afirma que Martín Gras es el autor de una carta al diario La República, de Montevideo, titulada “Un ex montonero denuncia a Verbitsky”. Esa carta contrasta al “gloriosamente desaparecido” Walsh conmigo y dice que redacté “nuestros reglamentos” en los que “hallábamos todo lo que necesitábamos saber (...) desde la fabricación de clavos miguelito hasta la forma de hacer explosivos caseros”. Agrega: “El Perro es un sobreviviviente, pero de los que no merece consideración alguna: es un verdadero traidor (...) que supo hacer la suya, con su afán enfermizo por figurar y llenarse los bolsillos”. También me presenta como “censor de las conductas montoneras; como oficial de inteligencia, parte de su tarea consistía en señalar a los quebrados, compañeros que eran sometidos a juicio revolucionario y castigados, a veces con la muerte. También marcaba los objetivos: empresarios, milicos, políticos, enemigos a los que había que secuestrar, ejecutar o convencer”.
Gras niega su autoría. “En el año 1995 se publicó esa carta, en el momento en que estabas publicando El Vuelo, con las históricas confesiones del ex GT de la ESMA Adolfo Scilingo. En dicha carta que posteriormente algunos sitios web unieron a mi nombre, me asignaron la paternidad de esa colección de insultos y mentiras. A todos los efectos, quiero ser claro. Esta historia incluye una doble falsedad. Ni yo lo escribí ni representa en forma alguna mi opinión sobre vos. Sobre la primera falsedad (mi supuesta autoría): no sólo la niego en forma total y absoluta sino que me pongo a disposición de quien quiera analizar ese texto. La línea de vida de su personaje nada tiene que ver con mis azares personales, que son voluminosos, pero de ninguna manera los que ahí figuran. Sobre la segunda falsedad (mi supuesta opinión): hace más de cuarenta años que nos conocemos y construimos una relación de amistad que, como sólo podía ser posible en aquellos momentos de compromiso absoluto, se basaba antes que nada en un fuerte respeto ético y en una práctica compartida, presupuestos necesarios para desarrollar los afectos posteriores. La vida nos ha hecho cruzar en diversas oportunidades y en todas seguí viendo en vos las mismas prendas de insobornable conducta (que junto a una reconocida tozudez) constituye el perfil más notorio de una personalidad que siempre he conocido transitando con rigurosidad un único camino: junto al Pueblo, junto a la Patria. Más allá de ello, los nidos de víbora donde se redactaron y dieron a circulación esas mentiras canallescas tuvieron, en lo que a mí respecta, una sola virtud: me dieron la oportunidad de recordar algunos momentos de nuestra andadura en común. La sensibilidad con que me comunicaste la muerte en el parto de mi primer hijo. La generosidad con que me abriste las puertas de tu casa al retornar del exilio. El privilegio de poder compartir la amistad con Lilia Ferreyra, una de las personas más transparentes y nobles que he conocido. Espero que esta breve carta sirva, en pequeña medida, para ayudar a disipar las nubes de veneno de los que no tienen o conocen otra manera de atacarte. Espero también que sirva, ésta sí, como prueba de la inalterable combinación de respeto y afecto que tengo por tu persona”.
Según el comentarista de Gran Hermano, el “paciente y casi obsesivo trabajo de Verbitsky para llevar a juicio a cientos de represores de la última dictadura militar ha dado frutos indudables” y atribuye a ese esfuerzo la suerte de “un alto porcentaje de quienes hoy están siendo procesados o quienes ya han sido condenados. Hoy podemos agregar que de algún modo también se cuidó de cuáles debían ser excluidos del escrutinio de la Justicia” y pone como ejemplo “su poco interés en encontrar miembros de la Aeronáutica involucrados con la represión”. En mi tarea como periodista me imputa una “amorosa benevolencia hacia la Fuerza Aérea”.
Según las estadísticas oficiales de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad, hasta junio de 2015 se habían pronunciado 592 condenas en todo el país. De ellas sólo 12 fueron contra personal de la Fuerza Aérea, o el 2 por ciento del total. Que lo ínfimo de este porcentaje sea responsabilidad mía, cuando intervinieron fiscales, querellantes particulares, jueces, camaristas de apelación de todas las jurisdicciones, camaristas de casación federal y la Corte Suprema de Justicia es una pretensión cuyo absurdo se aprecia apenas enunciada. Tampoco es razonable adjudicarme a mí que en el juicio a las juntas militares el brigadier Orlando Ramón Agosti hubiera sido condenado sólo a cuatro años (cosa que critiqué) y Graffigna absuelto. La cobertura que hice del juicio a las juntas para la revista El Periodista incluyó notas sobre los campos de concentración que administró la Fuerza Aérea, en la Mansión Seré, el antiguo radar de la base aérea de Mar del Plata y el Comando de Agrupaciones de Marco Interno y refutó los argumentos de las defensas de los aviadores acusados.
Bajo mi presidencia, el CELS litigó contra personal aeronáutico en diversos procesos. En la causa Automotores Orletti, fuimos querellantes institucionales y en representación de víctimas, contra el vicecomodoro Néstor Horacio Guillamondegui. También intervinimos en la causa por el Centro Clandestino Virrey Cevallos, que la Fuerza Aérea mantuvo en 1977 y 1978. Por las privaciones ilegales de la libertad y tormentos ocurridos allí fueron procesados los agentes civiles de Inteligencia aeronáutica Julio y Jorge Luis Monteverde y está prófugo con orden de captura el segundo jefe de los Monteverde en Inteligencia, Jorge Alberto Espina. En esa causa el juez Daniel Rafecas también ordenó el procesamiento con arresto domiciliario de Graffigna. En 2002 y 2010 el CELS impugnó el ascenso de los vicecomodoros Salvador Francisco Ozán y Jesús Horacio Daniel Guasti, acusados por espionaje ilegal a periodistas y a organizaciones políticas y de género. Hay que retorcer demasiado los hechos para suponer que el encomio de propios y ajenos al desempeño de los pilotos de la Fuerza Aérea en la guerra de las Malvinas es una creación mía, pese a lo cual les dediqué críticas durísimas en el capítulo “Dios, Patria, Hogar” de mi libro de 1985 “La última batalla de la Tercera Guerra Mundial”. O para buscar motivaciones ocultas en un informe que mencioné en una nota cuando sus jefes de Estado Mayor se pusieron a disposición del presidente Raúl Alfonsín ante los alzamientos carapintada. De no ser imposible, la idea de que está a mi alcance producir la realidad sería lisonjera.
El libro de GIL sostiene que Emilio Mignone no tenía aprecio por mí, que maniobré para apoderarme del CELS, que usé para eso “contactos y dinero” y que mi llegada incrementó los aportes de la Fundación Ford. Quien refuta esas falacias es la actual vicepresidente del CELS, Laura Conte, fundadora del organismo junto con su esposo, Augusto Conte, y con el matrimonio de Emilio Mignone y Chela Sosa, entre otros familiares de detenidos desaparecidos. “Emilio hablaba conmigo todas las semanas. Yo venía conociendo a Horacio a través de sus artículos, que empecé a leer porque Emilio los leía y muchas veces los comentábamos”. A la muerte de Mignone, “nos reunimos con el director ejecutivo Martín Abregú y le propusimos que integrara la Comisión Directiva. A nosotros nos parecía casi un regalo la posibilidad de hablar con él directamente y tentarlo. Que aceptara fue un motivo de mucho bienestar dentro del CELS, que sin Emilio ni Augusto pasaba un momento muy difícil”. Después de unos meses como vocal, la Comisión Directiva “votó por unanimidad ofrecerle la presidencia. Horacio tuvo una respuesta muy calma. Dijo que quería pensarlo bien porque si aceptaba no sería un figurón sino que iba a poner todo su empeño y su capacidad. Así se configuró el CELS de esta segunda etapa que nos dio el alivio de sentir que había un timón como el que había dejado Emilio”. Sobre la cuestión del dinero, Laura Conte dijo que “Verbitsky jamás se ocupó de la parte económica del CELS”. La Fundación Ford (que desde hace décadas no tiene relación alguna con la empresa automotriz, como sí ocurrió en su origen, ni vínculos con la Inteligencia estadounidense como en los primeros años de la Guerra Fría) comenzó a financiar al CELS en 1980, veinte años antes de mi ingreso. En los últimos presupuestos de la gestión de Mignone aportó el 61 por ciento de los recursos, mientras bajo mi conducción, en el período 2000-2014, esa parte se redujo al 33 por ciento, ya que se diversificaron las contribuciones de otras fuentes tanto nacionales como extranjeras.
En 1979 el abogado francés François Cherome vino como enviado del presidente Valery Giscard D’Estaing y por la Asociación de Familiares de Franceses Desaparecidos. El director de la ESMA, almirante Benjamín Chamorro, le dijo que “hasta la Iglesia está corrompida e infiltrada por el comunismo. ¿No ha visto que el Papa es polaco?” Cherome lo contó con asombro en el juicio de 1985 a las juntas militares. Los autores del libro emulan a Chamorro. Dicen que participé en el traslado a Cuba del rescate pagado por los hermanos Born y que para ello me resultó útil mi entonces suegro, Alberto Wagner de Reyna, embajador peruano en Belgrado. Uno de sus nueve hijos, Antonio Wagner de Reyna, me envió una carta indignada, con la intención de “limpiar el honor de mi padre”. Explica que su traslado como embajador peruano de Colombia a Yugoslavia fue una sanción por haber apoyado en los comicios de 1974 al candidato conservador Alvaro Gómez Hurtado. El liberal Alfonso López Michelsen fue elegido y pidió que lo castigaran: “Lo degradaron pasando de la cuarta embajada más importante para el Perú, con 18 funcionarios bajo sus órdenes, a la número 58 con tan solo un tercer secretario a su servicio”. Alberto Wagner de Reyna “es considerado como uno de los exponentes más destacados de la filosofía católica latinoamericana: discípulo de Martín Heidegger antes de la guerra (difícil considerarlo de ‘izquierda’), miembro del Consejo Pontificio para la Cultura, consejero de Juan Pablo II, amigo personal del entonces Arzobispo de Buenos Aires, el actual papa Francisco. Cada vez que mi padre iba a Buenos Aires se reunía con Bergoglio para hacer juntos unos días de retiro. Los amigos y contactos de Alberto –en América como en Europa– siempre fueron de derecha, y lo asumía con orgullo. Se consideraba anticomunista y sus numerosas publicaciones muestran claramente sus opciones ideológicas y filosóficas. Dada su personalidad y educación –hijo de alemán de principios del siglo XX– nunca se hubiera prestado a ninguna operación fraudulenta”, protesta Antonio Wagner de Reyna.
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