EL PAíS › EL PLAN NACIONAL DE ERRADICACION DE ESCUELAS RANCHO
Deseos de seguir estudiando
Apenas cruzó el portón de la Escuela 333 de San Isidro de Lules, a 20 kilómetros de San Miguel de Tucumán, el ministro de Educación, Daniel Filmus, recibió una cátedra de parte de alumnos de segundo grado. El tema de la disertación: los significados ocultos de las distintas clases de mate. “Si te convidan un mate espumoso, significa que te tienen cariño, si te dan uno lavado, es señal de desprecio”, le explicaron con total erudición los chicos de este colegio rural, que marcó el inicio de las visitas previstas por el ministerio dentro del Plan Nacional de Erradicación de las Escuelas Rancho.
Lules es conocida por su cosecha de limón y caña de azúcar, pero principalmente porque es el pueblo del ex gobernador Ramón “Palito” Ortega. La escuela 333 queda en el límite del distrito y mantiene con los departamentos vecinos un litigio por el predio que ocupa, porque no se sabe exactamente a cuál pertenece. Como en muchas zonas rurales, los alumnos se reparten en espacios multigrados, con aulas compartidas por chicos de distintas edades, y los 37 que asisten a este colegio están distribuidos entre dos salas y dos maestras de grado. Una de ellas es la directora, Teresa Herrera de Bornonville, que según la describió a Página/12 su compañera María Ester Cisneros, “es una máquina”. La señorita Bornonville, como la llaman, no tiene pruritos en preguntar a ingenieros de Vialidad cómo reparar los techos y treparse ella misma a sacar las ramas que tapan el desagüe, ni en colgarse de la camioneta del gobernador José Alperovich (PJ) para pedirle recursos para el comedor que funciona allí. “Porque acá también les damos de comer a los chicos –comentó Cisneros– y la cocinera (al mismo tiempo conserje) cocina como en casa.”
Entre los alumnos del lugar, hay historias como las de Clara y Patricio, que terminaron séptimo grado en el 2002 y no pueden cursar el octavo por la distancia hasta el pueblo. La salida que ellos encontraron para no dejar de estudiar fue recursar el último año, aunque ya lo aprobaron ampliamente. “Yo quiero seguir estudiando, por eso sigo viniendo aunque ya terminé”, contó tímidamente Clara a Página/12.
Luego de una hora de viaje desde Lules por camino de montaña, Filmus y su comitiva llegaron a la Escuela Gobernador José María Silva, ubicada en el Ojo de Agua de Tafí del Valle. Sus 47 alumnos ocuparon también el rol de instructores y enseñaron la reserva fitozoogeológica que construyeron en el lugar, a casi 2000 metros sobre el nivel del mar. “Plantamos hierbas medicinales, cebollita y armamos un ecosistema árido y acuático”, explicaron a coro los chicos vestidos de blanco impecable. Y como en toda población de provincia, no faltaron personajes como Manuela Alvarez, una mujer de 74 años, que relató orgullosa: “Mi marido fue uno de los que construyeron esta escuela hace tantos años que ni me acuerdo, y yo acá tuve 18 hijos, 58 nietos y 16 bisnietos”.
Ya en la zona urbana de Tafí, con sol lleno y un calor propio de Tucumán, los visitantes fueron recibidos en la Escuela 28 por más de 600 alumnos, que armaron una jornada artística con bailes, danza y malambo, y en la que declararon a Filmus visitante ilustre. “No se puede gobernar sólo desde escritorios en Buenos Aires: hay que luchar por que los chicos valoren su espacio y no se vayan a otros países o a las grandes ciudades”, dijo el ministro. Minutos antes, la vicedirectora del establecimiento, María del Carmen Vargas, había apuntado en este sentido a que “se menosprecia a los chicos al hablar de educación del interior, pero ellos sueñan con ser abogados o ingenieros como cualquier pibe del país, y uno quiere que puedan cumplirlo en el lugar donde nacieron y crecieron”.
Informe: Alfredo Ves Losada.