EL PAíS › UN DIRIGENTE DE LA CTA VA AL VATICANO
Custer es una bofetada para Caselli
Por Martín Granovsky
Esteban “Cacho” Caselli está por perder definitivamente la embajada argentina en el Vaticano. La presidencia ya giró a la Cancillería el decreto designando al sindicalista Carlos Custer y el ministro Rafael Bielsa lo devolvió firmado. Solo falta que el presidente Néstor Kirchner firme a su vez el final de una de sus jugadas más audaces: Custer es miembro de la dirección de la Central de Trabajadores Argentinos que dirige Víctor de Gennaro y ocupa la secretaría de relaciones internacionales de la Asociación de Trabajadores del Estado.
Caselli fue embajador de Carlos Menem en la Santa Sede, secretario general de la gobernación bonaerense con Carlos Ruckauf y luego secretario de Culto cuando Ruckauf ocupó la Cancillería con Eduardo Duhalde. Se jacta de su estrecha relación con el secretario de Estado Angelo Sodano, virtual primer ministro del papa Juan Pablo II.
Su candidato era el actual director de Ceremonial de la Cancillería, Jorge Alberto Stok Capella. Página/12 publicó en exclusiva que Stok debía su último ascenso a embajador y sus relaciones a Caselli. Luego de esa revelación, Kirchner instruyó al jefe de Gabinete Alberto Fernández para que informara a la Secretaría de Culto que de ninguna manera quería a Stok en el Vaticano. El secretario del área, Guillermo Oliveri, recibió la noticia con alivio: tampoco él impulsaba al protegido de Caselli.
Funcionarios del Gobierno dijeron a este diario que la candidatura de Custer tuvo un gran impulso cuando Kirchner viajó a Calafate con el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y llevó como invitado a De Gennaro.
Custer conoce a Lula desde 1978, cuando lo acompañó en las primeras huelgas metalúrgicas de San Bernardo, la ciudad de las afueras de San Pablo que ocupa la letra B del ABC industrial que rodea la capital paulista. Con Lula compartió las reuniones en la iglesia de San Bernardo. Los cobijaba Claudio Hummes, actual arzobispo de San Pablo. Los cristianos de base fueron una de las vertientes principales en la formación del Partido de los Trabajadores de Lula.
El secretario general de la CTA confía en Custer para las relaciones internacionales y también para negociaciones discretas dentro de la Argentina. El dirigente Germán Abdala lo llamaba, en broma, “monseñor”. Custer es de carácter conciliador, pero nunca dejó ATE ni la CTA, la central más contestataria en comparación con la CGT de Rodolfo Daer y con la que encabeza Hugo Moyano. Adquirió la experiencia internacional en la Confederación Mundial del Trabajo y en la Confederación Latinoamericana de Trabajadores, ambas de inspiración cristiana.
“No se inventa conflictos personales ni se dedica a hablar mal de la gente”, dijo un sindicalista de la CTA que pidió reserva de su nombre. “Pero tampoco ahorra conflictos cuando tiene que chocar.”
Peronista de Quilmes, en 1990 abandonó el Partido Justicialista y se pronunció públicamente contra el indulto de Carlos Menem a los ex comandantes de la dictadura. Fue dos años diputado nacional, de 1989 a 1991. Su ingreso a la Cámara tiene una curiosidad: reemplazó al entonces diputado Eduardo Duhalde cuando el jefe del peronismo bonaerense dejó el escaño para asumir como vicepresidente de Menem.
Custer, de 64 años, es militante cristiano pero no cumple ninguna función directiva como laico en la Iglesia Católica argentina, y tampoco participa en las guerras internas de los obispos. En cambio pertenece al Pontificio Consejo Justicia y Paz, un órgano de 40 personas de todo el mundo que asesora al Papa desde que Pablo VI lo creó en 1967 como uno de los resultados concretos del Concilio Vaticano Segundo. Juan Pablo II lo eligió por primera vez en 1996 y le renovó en el 2001 su designación por otros cinco años.
Caselli deberá apurar el mal trago sin elementos concretos para operar en contra de Custer. La paradoja es que su aliado en el Vaticano, el cardenal Sodano, es el mismo que refrendó el diploma de designación de Custer en el Pontificio Consejo. ¿Cómo haría para negar el placet a un asesor del Papa?
Página/12 pudo saber que Caselli, el mismo influyente que tomó como ahijados a los Ciccone en el negocio de los documentos, tiene otra carta para evitar la pérdida absoluta de poder. Luego de dos golpes muy duros –se quedó sin un vicario en el Vaticano y el Papa no hizo cardenal a su protegido Héctor Aguer, el ultraconservador obispo de La Plata– quiere que Stok Capella sea embajador en Suiza. La movida tiene algún simpatizante en la Cancillería. El argumento de un sector del Palacio San Martín es que Stok precisa una compensación, pero no existe ningún indicio de que el diplomático haya roto su lealtad con Caselli. Y tampoco este diario recogió indicios de que Kirchner haya invertido su política de alianzas. Si eso es cierto, no se advierte por qué nombraría un embajador de Caselli justo en el país que recibió buena parte del dinero de la corrupción menemista. Dinero que el Gobierno se promete recuperar.