ESPECTáCULOS › EVA YERBABUENA PRESENTA EN BUENOS AIRES SU ESPECTACULO “5 MUJERES 5”
“No hay un flamenco nuevo, partimos de una sola raíz”
El Premio Nacional de Danza de España terminó por consagrarla la bailaora número uno del momento. Eva Yerbabuena no proviene de una familia de artistas ni creció escuchando flamenco: se inventó a sí misma y lleva por el mundo sus espectáculos, entre ortodoxos y vanguardistas.
Por Karina Micheletto
Eva Yerbabuena llegó hace pocas horas de España, y ya dio el primero de los cursos en los que muchas seguidoras del flamenco en la Argentina se quedaron sin cupo. Mientras repiquetean los zapatos sobre el parquet del estudio de Marisa Cura, algunas chicas se asoman por los vidrios de las puertas-ventana a mirarla, aunque sea de lejos. “¿Esa es la Eva?”, pregunta una, bajito. Resulta que Yerbabuena es mucho más pequeña –en edad y en tamaño– de lo que su largo currículum haría suponer. Con la obtención del Premio Nacional de Danza, que le otorgó recientemente el Estado español, y del Premio Giraldillo, terminó de certificarse como la principal exponente del baile flamenco en la actualidad. En la Argentina está presentando 5 Mujeres 5, un espectáculo que cuenta con la dirección escénica de Hansel Cereza, de la Fura dels Baus, hasta el domingo en el teatro Avenida.
Los anuncios de 5 Mujeres 5 prometen, ambiciosamente, “un recorrido emocional por el universo femenino”. “Bueno, tanto como el universo, no sé...”, se ríe Yerbabuena. “Digamos mejor que es una exposición de diferentes estados anímicos por los que se puede atravesar, pasando por el amor, la ambición, la locura, la soledad y la madurez, tal como los siento yo, que soy mujer”, especifica. No es el único espectáculo con el que “la Yerbabuena” recorre los escenarios del mundo. En La voz del silencio, una creación posterior, relata una historia de amor que no pudo concretarse y que encuentra un desenlace cuando la protagonista está en estado de coma. “Siempre sentí curiosidad por lo que le ocurre a la gente cuando entra en coma. Es como un espacio mágico... ¿qué se sentirá?”, pregunta Eva, y cuenta que las respuestas que imaginó, tras una investigación exhaustiva, son las que trató de volcar en su espectáculo.
Yerbabuena nació por casualidad en Frankfurt, pero es granadina. Su acento, con las zetas marcadas y secas, las erres colocadas en lugares extraños y esos finales sin consonantes, lo deja claro. La yerbabuena es una planta aromática que abunda en Granada. Muchas letras de flamenco, y algunos textos de García Lorca, por ejemplo, le rinden honor. En España es famoso el puchero con yerbabuena. Pero Eva (Garrido, según el documento) explica que la elección del apellido artístico tiene que ver con un homenaje al cantaor Frasquito Yerbabuena, creador del fandango granadino, un tipo de cante con grandes cambios melódicos que no cualquiera se anima a interpretar.
Contrariamente a lo usual en un arte que suele heredarse en las familias por generaciones, lo de Yerbabuena fue una elección individual. “Mi padre es constructor, mi madre ama de casa, tengo un hermano peluquero, una hermana que fue modelo y ahora se dedica a sus hijos...”, enumera la bailaora. Sí hubo una tía, Encarnita, que antes de morir le dejó a la madre de Eva una misión: “Esta niña se pone rara cuando escucha un flamenco por la radio, tienes que hacer algo con eso”. Así fue que empezó a tomar clases la Yerbabuena, “un poquito por sevillana, un poquito por rumba”, hasta que descubrió que el flamenco era lo que de verdad la ponía rara, como había dicho su tía.
–¿Cuánto de vivencias personales vuelca en la composición de sus espectáculos?
–Siempre se cuelan tus cosas, por algún lado. No es que te pongas a decir: “Esto que me pasó en tal año voy a reflejarlo acá y acá”... Esas cosas están, es inevitable. Pero también investigo mucho sobre los temas que trato. Para 5 Mujeres 5 busqué en textos griegos, en Lorca, en todo lo que me aportara datos sobre los sentimientos que despliego. Que no son propiedad exclusiva de las mujeres, claro, pero como resulta que soy mujer, así es como lo armé.
–¿De dónde cree que surge la fuerza del flamenco?
–Un poco tiene que ver con su historia, con el lugar de sufrimiento donde nació, en condiciones de vida muy duras. Los cantaores pusieron toda su fuerza en contar las cosas duras que estaban viviendo. Por eso es un arte tan visceral, porque lo que cantaban no se los había contado nadie, era lo que ellos vivían. Pero el flamenco no sólo transmite sufrimiento: también se ocupa de contar cómo es Andalucía, cómo es su sol, su alegría, la gente común que la habita.
–¿Hasta dónde se permite introducir cambios en el flamenco y hasta dónde respeta estrictamente lo tradicional?
–No me hago problemas con eso, parto de la base de que el flamenco es uno solo. No hay un flamenco nuevo. Simplemente, a nosotros nos ha tocado vivir otra época. Tenemos otros medios técnicos, otros accesos, otro nivel cultural. Eso, por las narices, nos hace ser diferentes. Yo reivindico lo ortodoxo, no me olvido de dónde vengo ni quién soy. Pero si tengo otros medios técnicos, otra información, otras posibilidades visuales, uso todo eso para enriquecer mi arte. Eso, inevitablemente, cambia el montaje en el flamenco, y es lógico que así sea.
–¿Pero a veces no ocurre que el excesivo despliegue escénico se usa para suplir la falta de ideas?
–Bueno, claro, también está eso. Como en muchos otros ámbitos, la estética pasó a ser lo más importante, hasta que termina tapando todo lo demás. Han llegado a pedir en las audiciones una altura mínima de 1,60. Imagínate, puede haber un pedazo de artista como la copa de un pino de 1,55, y ese tío pasa de largo. Se miran cosas absurdas, se busca otra historia. Y eso provoca mucho desconcierto entre los que están empezando. Hay gente que no sabe bien dónde está parada, que anda como perdida, preparando un poquito de aquí y de allá, clásico, contemporáneo, todo junto. Y, como decía mi abuelo: aprendiz de todo y maestrillo de nada, no. Puedes explorar otros terrenos si te sirven para traerlos al tuyo y enriquecerlo. Pero si no, no haces más que desvirtuar lo tuyo, aquello en lo que has tenido fe. No puedes calzarte cinco horas las zapatillas y las castañuelas y sólo una de zapatos. Tiene que ser al revés.
–¿Sigue habiendo machismo en el flamenco?
–Cada vez menos. Antes la mujer tenía menos posibilidades. Por ahí cantaba o bailaba cuando el marido o el padre les daban el permisillo: “Ahora ve, canta un rato”. Pero yo ya tuve el camino más fácil, siempre hay quien fue delante luchando, tú vienes después y ya la tienes más fácil. Sólo te queda el trabajo de darle a entender a tu familia que ser artista no es un pecado, y si lo es, pues bueno, bienvenido sea. O que, para que te pase algo indigno en la vida, no hace falta ser artista.
–¿A quiénes rescata entre las que fueron por delante suyo?
–Sobre todo a la Carmen Amaya. Siempre llevo una foto suya a mis camarines, y antes ponía una vela prendida. Hasta que un día dejé la vela sin ningún tarrito debajo, y en plena actuación nos sonó la alarma de incendios. ¡Nunca más! Igual, sé que la Carmen me sigue iluminando, aunque ya no tenga vela.