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Por Juan Abal Medina (h)

Quinientos años atrás algunos marineros se lanzaban a los mares profundos buscando llegar a esos “no lugares” que en los planisferios aparecían
con el atractivo nombre de Terra Incognita.
Seguramente los cartógrafos de la época los consideraban locos y les aconsejaban quedarse en los lugares conocidos y no partir en esas riesgosas travesías.
Hoy los que somos parte de ese espacio político
que se ha denominado “centroizquierda”, “progresismo” o “democrático popular” observamos dudosos el mar infinito que se abre ante nuestros ojos sin decidirnos a quedarnos en las tierras ya conocidas o
partir a descubrir/construir nuevos lugares.
Las dos notas principales de Página/12 del sábado reflejan esta situación, los principales referentes de ese espacio debaten sobre la transversalidad, la oposición, el kirchnerismo y el PJ pensando cómo enfrentar una situación compleja caracterizada por un gobierno que lleva adelante gran parte de la agenda política propia pero lo hace apoyado y apoyando a varios de los aparatos políticos que sostuvieron los diez años de menemismo.
El debate es, en síntesis, entre quedarnos en los lugares ya conocidos ubicándonos como oposición u oficialismo al gobierno, o atrevernos a construir nuevos mapas, a crear espacios que aparecen recién cuando se pelea por llegar a ellos.
Como acertadamente señala Aníbal Ibarra, en este viaje lo importante no es desde qué puerto se parta (Lisboa o Palos) sino a dónde se quiere llegar: a construir un espacio colectivo que luche por ampliar la democracia y alcanzar la igualdad social.
Así, desde un lugar propio se podrían apoyar las políticas progresistas del presidente Kirchner pero sin subordinaciones, tensionándolo a él y a su propio partido en todo aquello que contradiga los principios propios.
Hoy tenemos los conocimientos necesarios para iniciar la travesía, los fracasos pasados nos enseñaron que los liderazgos individuales no son buenos y que la tensión entre lo deseable y lo posible sólo se resuelve en los espacios de gestión que transforman en los hechos la vida del pueblo.
Al fin y al cabo, la ausencia de mapas no es tan importante si tenemos la brújula, es decir el norte propio que nos permite saber claramente qué sirve y qué no sirve para llegar a nuestro destino, un país más justo, democrático e igualitario.

* Doctor en Ciencia Política, profesor UBA - UNSAM, investigador del Conicet y coordinador del Cepes.