EL PAíS › EL POLITOLOGO FEDERICO SCHUSTER
“Kirchner construye hegemonía cerrada del lado del Gobierno”
El decano de Ciencias Sociales de la UBA analiza el planteo estratégico del gobierno de Néstor Kirchner. Advierte que “a pesar de su planteo sobre la deuda, no lleva adelante una estrategia movilizadora”.
Por José Natanson
Bajo la consigna “ni planes ni palos”, el Gobierno produjo un giro en su relación con los piqueteros y, sin caer en la barbarie represiva, ahora busca aislar a los sectores más combativos, al tiempo que negocia con los más dialoguistas. Con veinte años de experiencia en la investigación de la protesta social en la Argentina, Federico Schuster cuestiona lo que define como la “estrategia desmovilizadora” de Néstor Kirchner. “Por un lado dice que la restricción en el pago de la deuda es una causa nacional y que la sociedad es la que debe defender sus propios intereses. Sin embargo, no genera espacios de participación para que esa causa nacional se exprese a través de la sociedad. La convocatoria es un poco como el ‘síganme’. Construye hegemonía cerrada del lado del Gobierno, y a la larga puede producir un desgaste del propio gobierno frente a los sectores poderosos”, asegura el decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires en diálogo con Página/12.
–¿Qué opina de la estrategia del Gobierno respecto de los piqueteros?
–La idea de aislar a los considerados más duros es una estrategia de desgaste, que por ahora le está saliendo bien. La experiencia de los dos muertos del Puente Pueyrredón está muy grabada y por eso la idea es no reprimir. El Gobierno sabe que el paso de cualquier mínima represión a los muertos es muy complicado. Ese es un elemento que frena cualquier represión. Frente a esto hay una estrategia de desgaste. Cualquier organización de resistencia popular tiene inexorablemente un tiempo en el que puede desarrollarse, y luego es difícil de sostener.
–¿La estrategia es adecuada?
–Habría que plantearla en dos sentidos. Un sentido estratégico, de política instrumental, y uno más normativo-valorativo. Desde el punto de vista instrumental es evidente que está bien pensada y que está saliendo bien. Desde el otro punto de vista, valorativo, hay un problema serio. A pesar de su planteo sobre la deuda, sobre la defensa de los intereses nacionales, Kirchner no lleva adelante una estrategia movilizadora. Y eso no es bueno porque necesita apoyarse en algún lado para enfrentar los intereses de algunos sectores.
–¿El Gobierno actúa así presionado por la clase media?
–Creo que no, aunque es evidente que hay un cambio de humor, que tiene que ver con un regreso relativo a un orden. Las variables económicas se acomodaron hacia arriba, y esto genera expectativas en sectores medios de volver progresivamente a una situación de normalidad y de mayores expectativas. Hay una idea de que hay que darles tiempo a las cosas. Es un intento de vuelta a la normalidad, de sectores que han sido en muchos casos muy dañados, y que todavía están sufriendo los impactos de la crisis, frente a sectores que no han podido salir todavía de la terrible crisis, ni siquiera un poquito.
–¿La idea es que hay una disparidad de condiciones objetivas, que la clase media está un poco mejor y los más pobres no?
–Sí, o en todo caso que la clase media piensa que está mejor de lo que realmente está. Hay una expectativa de mejora, que no digo que no tenga asidero, pero que me parece exagerada respecto de la realidad de los noventa. El país sigue siendo el mismo del 2001.
–El objetivo del Gobierno parece ser que los piquetes vayan desapareciendo en la medida en que mejoren las condiciones. ¿Cree que esto va a suceder?
–No. Es como preguntar si van a subsistir las huelgas. Mientras haya obreros, los obreros tengan conflictos y haya por lo tanto organizaciones que los representen, la única forma que tienen el obrero y el sindicato para protestar es parando la producción. ¿Qué puede hacer un desempleado, cuyo espacio es el barrio, el territorio donde vive, y la organización que se da en torno de los que están en su misma situación, desempleados, con trabajo precario, con planes? No puede parar la producción. Lo que le ha dado una salida provisoria en la subsistencia ha sido su capacidad depresentarse en la vía pública y cortar la ruta. Esto puede parar un poco, pero si desaparecen del espacio público corren el riesgo de la extinción, porque nadie se va acordar de ellos.
–Los trabajadores sindicalizados paran la producción, los desempleados cortan las rutas. Lo hacen porque obtienen resultados. Son métodos eficaces. ¿Con el cambio del humor popular, cada vez más crítico a los cortes, no se corre el riesgo de que el piquete se vuelva ineficaz como método de reclamo?
–Los piquetes se van a redefinir, van a variar y va a haber ciclos. Momentos en los que va a desaparecer, otros en los que van a reaparecer. Pero no nos creamos que si desaparecen un tiempito es que se acabaron. Si los desempleados, los precarizados y los excluidos se quedan encerrados en sus casas, en sus barrios, el gran peligro es la extinción.
–En su crítica a algunos sectores piqueteros Kirchner se refirió a los partidos de izquierda. ¿Qué efecto tuvieron sobre el movimiento piquetero?
–Desde una posición de izquierda es necesario prestar atención a estos sujetos sociales, que en otra época podrían haber sido considerados lumpen proletariados, sujetos no aptos para llevar adelante el desarrollo de una conciencia revolucionaria. Que se los considere y se trabaje con ellos en la construcción de movimientos políticos es correcto. Pero yo soy algo crítico respecto del rol de los partidos de izquierda. En lugar de alentar el desarrollo de estos movimientos, la mayor parte de los partidos de izquierda que se han metido a trabajar con los desocupados ha terminado contribuyendo a la división, a tratar de llevar la mayor cantidad posible de personas a un sello, en lugar de constituir un auténtico movimiento, un espacio amplio que respete la constitución propia del movimiento. Creo que esto ha contribuido a uno de los grandes problemas del movimiento piquetero, que ha terminado favoreciendo su debilidad, que es la dispersión. Hay veinte grupos, uno corta hoy, otro mañana, no hay una estrategia, no se sabe quién es quién. Uno de los movimientos puede decir que no cortó todos los días, pero el desgaste del corte continuo termina perjudicando a todos. Y el otro elemento es que la dispersión favorece la infiltración y la provocación. Unos tienen una estrategia, otros son más violentos, y no hay una coordinación. Quizás esté bien que no haya un frente unido, pero al menos debería haber una mesa de coordinación. En eso, lamentablemente, los partidos de izquierda, una vez más, contribuyeron a debilitar el movimiento, igual que con las asambleas.
–¿Puede haber una coordinación?
–Debe haberla. No les queda otra, aunque no se pongan de acuerdo, deben establecerse los límites, quién está adentro y quién está afuera, para identificar a los grupos que funcionan como provocadores. Pero más allá de esto, creo que lo central en este momento es la estrategia del Gobierno, que puede ser efectiva, pero que a la larga quizá traiga algunos problemas. Como dije antes, un punto central de la política de Kirchner es que apela a la defensa de los intereses nacionales, pero no lleva adelante una estrategia movilizadora. Por un lado dice que la restricción en el pago de la deuda es una causa nacional, no del Gobierno, no del Estado, sino de la sociedad en su conjunto, y la sociedad es la que debe defender sus propios intereses. Sin embargo, no genera espacios de participación para que esa causa nacional se exprese a través de la sociedad. Voy a usar una frase desafortunada de la historia reciente, pero la convocatoria es un poco como el “síganme”. Retoma una idea personalista, una idea de créanme a mí, síganme a mí y apóyenme en esto que es la causa de ustedes. Esta idea de participar con los que lo apoyan y aislar y desgastar a los otros. El peronismo tiene una tendencia a subordinarse, a alinearse. Esa tendencia está favorecida por la buena imagen del Gobierno, porque se venía de la nada, de la mala imagen de los políticos. Ahora le inundan el contestador con felicitaciones por el cumpleaños. Pero a mediano plazo esto es débil. Hasta ahora Kirchner se metió con cosas no menores, pero vienen los grandes problemas. Hay que parar el desempleo, revertir el proceso de transferencia de riqueza, viene el aumento tarifas, que impacta sobre el salario. Se va llegando a un equilibrio, una estabilización. Por eso esta estrategia desmovilizadora es inadecuada. Construye hegemonía cerrada del lado del Gobierno, y a la larga puede producir un desgaste del propio gobierno frente a los sectores poderosos. Falta un espacio de movilización, de debate, de la sociedad retomando la capacidad de movilización y participación que viene de diciembre del 2001.
–¿Es posible generar esas instancias?
–Sí. Hay restos de asambleas, espacios de organización en los barrios, que están raleados respecto del 2002 pero que tienen memoria y experiencia. La materia, esta materia difusa pero que viene de fines del 2001, las asambleas, ciertas formas de discusión en algunos movimientos piqueteros, cierta convicción, quizás un poco dormida, de que si no nos comprometemos el país no va a funcionar.
–¿Queda algo de eso?
–Las experiencias no se mueren. Quedan en la memoria, y la memoria está en el cuerpo, ni siquiera en la cabeza. Es una disposición que se activa. En algún sentido la expectativa que genera el nuevo gobierno contribuye a dormirla. Pero existe. Propongo un experimento sociológico: que Kirchner designe mañana de ministro a De la Rúa.
–¿Habría un cacerolazo?
–Pueden hacerse uno, dos, a más tardar al tercer intento de este tipo habría una reacción.