EL PAíS › LA INDUSTRIA ARGENTINA SE TOPARA CON LOS CHINOS EN LOS DOS MERCADOS

Será más duro acá y también en Brasil

 Por Julio Nudler

La veloz y exitosa pasada de Hu Jintao por el Mercosur le deja a la industria argentina una doble factura. Por un lado, le será mucho más difícil defenderse de las prácticas comerciales desleales de los chinos, porque a partir de ahora quienes las denuncien deberán probarlas. Mientras Buenos Aires no le reconoció a Beijing el carácter de economía de mercado, era el exportador chino quien debía demostrar la genuinidad de sus precios. Pero no es ésta la única contrariedad. Dado que Brasil también concedió a los orientales el rótulo reclamado por éstos, como consecuencia habrá más productos chinos en el mercado brasileño, entrando quizás en él a precios más bajos porque enfrentarán menos filtros, con lo cual las exportaciones argentinas afrontarán condiciones de competencia más duras. Pese a este impacto económico, Brasil avanzó sin siquiera informar a la Argentina.
Si los chinos pueden imponer condiciones es porque su peso en el comercio internacional creció velozmente en los últimos años, y se espera que siga aumentando en la medida en que continúe la expansión de su economía, que ya es la segunda del mundo. De todas formas, aún están algo lejos de representar un mercado tan voluminoso como muchos suponen sin ver los números. En 2003, China importó mercancías por 413 mil millones de dólares, pero Estados Unidos triplicó holgadamente esa cifra y Alemania importó por 602 mil millones.
La exigencia china introdujo, tanto en Brasil como aquí, una cuña entre los intereses empresarios locales. A un lado y otro de la frontera ganaron el agro y la agroindustria (el beneficio en la Argentina será para los exportadores de carne vacuna, pollo, fruta y algunos cereales), con lo que, implícitamente, estos gobiernos han optado por un cierto patrón económico, gobernado por la provisión de alimentos, energía e insumos, en vez de apostar a una estructura fabril más ambiciosa. Un dato: de los 48 procedimientos antidumping abiertos por industriales argentinos, 14 conciernen a China.
A ese país le sirve que los dos mayores socios del Mercosur lo reconozcan como economía de mercado, no sólo por las ventajas comerciales que puede derivar de ello, sino porque además suma porotos para reclamar que la Organización Mundial de Comercio en sí misma le depare ese trato, toda vez que también otras economías, más desarrolladas, como Australia y Nueva Zelanda, aflojaron ante la presión de Beijing. Y aunque la cuestión no opera como una condición para los acuerdos de inversión, que se tratan por cuerda separada, no deja de aportar a la imagen de una asociación estratégica entre estas economías tan distintas y distantes.
Del interés chino por este acercamiento pocas dudas caben, viendo la creciente presencia militar estadounidense en el Golfo Pérsico y en el sur de Asia, para controlar recursos básicos que el gigante asiático necesita para seguir creciendo. La pregunta es hasta qué punto podrá lograr el Mercosur –o lo que de él queda– modelar una relación que no obedezca meramente a los intereses chinos.

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