EL PAíS › DEBATE SOBRE LAS VENTAJAS Y DESVENTAJAS DE LOS ACUERDOS
Una suma algebraica
No es fácil sacar el saldo de las negociaciones con China. Los puntos a favor y en contra. Las distintas miradas. Lo que se sabe y lo que no de los acuerdos sobre infraestructura. La energía, una prioridad de los chinos. Las viviendas sociales para clase media. ¿Habrá dumping social?, polémica en el Gobierno.
Por Mario Wainfeld
En el Ministerio de Economía reina la preocupación y se cree que lo más importante que se negoció con China fue el reconocimiento de economía de libre mercado y el aumento de las exportaciones argentinas. En la Rosada y entre las huestes de Julio De Vido se piensa bien distinto. Para ellos, lo esencial son los acuerdos sobre obras públicas y energía. También se avizora de modo muy diverso el riesgo de invasión de productos industriales chinos. El debate divide al Gobierno, que también estuvo dividido a la hora de las negociaciones.
¿Qué es más importante, de cara al futuro? ¿La concesión hecha a la República Popular China, reconociéndole la condición de economía de libre mercado? ¿La ampliación de las exportaciones argentinas pactadas como contrapartida? ¿El amplísimo, por ahora virtual, paquete de compromisos asumidos por empresas vinculadas al Estado chino, referentes a obras de infraestructura? Toda respuesta es, de momento, prematura y debe tomar en cuenta que se trata de un conjunto que debe ser sopesado como una suma algebraica, con sus más y sus menos. Nadie en el Gobierno debería sentirse ofendido si se toma como una (sugestiva) hipótesis de trabajo la cantidad de más de 19.000 millones de dólares mencionada en las “cartas de intención”. Nadie de la oposición podría negar que se ha abierto una nueva etapa, de cara a la segunda potencia del mundo, al Pacífico, a realidades insoslayables que la Argentina, sencillamente, no capacita para ignorar. Y que esa etapa tiene mucho de riesgo pero también de oportunidad que, bien manejada, implique un cierto contrapeso al unilateralismo de los Estados Unidos.
Las cartas de intención referidas a ferrocarriles, petróleo, vivienda social y turismo impresionan por su vastedad y magnitud. Su ponderación varía mucho entre distintos sectores del Gobierno. En Planificación y en la Rosada cunden el buen humor y una palpable excitación. En Economía prima el escepticismo, por decir poco. El mínimo común denominador entre ambas lecturas es la frase pronunciada por Julio De Vido el martes, cuando definió las cartas de intención como “ideas fuerza”. “Julio estuvo bien, puso sensatez” elogió (por una vez) el ministro de Economía, Roberto Lavagna, a su par de Planificación, con quien no se lleva de perillas. La frase laudatoria, emitida ante sus colaboradores más íntimos, tiene un codicilo secreto que es un reproche a la desmesura de las expectativas previas y los guarismos deslizados ante los periodistas por el ala política oficial.
En la Rosada no se comparten las prevenciones de Economía. Muy cerca del despacho del presidente Néstor Kirchner, un funcionario de su confianza explica que la voluntad de inversión china es innegable, pero que las obras a realizar las irá proponiendo Argentina, conforme sus planes y necesidades. El hombre asegura que las cartas de intención fueron suscriptas por empresas y no por el gobierno chino por cuestiones cuasi de imagen: “Un país comunista no puede presentar públicamente contratos firmados por empresas privadas”. Y reconoce, que salvo la voluntad, todo el texto de los contratos falta llenarse.
En Economía se destaca la distancia que existe entre los tratados comerciales, rubricados por el gobierno chino, prestos a ejecutarse, y las vagarosas cartas de intención que sólo suscriben privados. Un vistazo sobre éstas revela que sólo un par contiene detalles que revelan un estudio previo. Son la de turismo y la que se refiere a ferrocarriles. Esta se corresponde de modo obvio con las necesidades de China de ampliar el transporte este-oeste de carga de productos agrícolas argentinos o brasileños más diversificados. El gobierno nacional ha tratado de interesar a China en otras líneas, por ejemplo el Belgrano, pero hasta ahora los intentos no han sido coronados por el éxito. Un trazado al servicio del capital inversor es tal vez una imposición de las circunstancias, pero rememora en exceso a la sumisión al interés inglés que reveló el mapa ferroviario de los siglos XIX y XX.
Los otros acuerdos son por demás esquemáticos. Se agotan en cuatro o cinco cláusulas que incluyen monto aproximado a invertir. Cuando se le señala la precariedad de los documentos conocidos hasta ahora, el Gobierno replica que hay anexos ya trabajados no hechos públicos, que quizá se darán a conocer en la semana que empieza mañana.
Energía
Una potencia en expansión, China lo es, demanda cantidades fastuosas de energía que su desmesurada geografía no se basta para munir. El petróleo, el carbón, el hierro, el gas han de ser sus objetivos estratégicos. De hecho, integrantes de la macroempresa China Railway (que acusaron ante los pasmados argentinos una plantilla de 350.000 empleados y ganancias anuales de 10.000 millones de dólares) recorrieron varias provincias. Su experticia para hacer túneles no sólo se aplica a los trenes sino también a la actividad minera. De algo de eso hablaron en San Juan con el gobernador José Luis “El flaco” Gioja, con De Vido de cuerpo presente.
Por tratarse de energía también, suena como muy factible la carta de intención alusiva a la asociación de empresas petroleras de muchas banderas, incluida la china, con Enarsa. Exequiel Espinosa, quien será titular de la flamante empresa nacional de energía cuando ésta termine de integrarse, ha dialogado con chinos y angoleños acerca de búsqueda de oro negro. Los chinos, dicen los argentinos, son expertos en recuperación secundaria de pozos secos. Los angoleños se capacitaron a los golpes en exploración off shore. Guerras civiles prolongadas obstaculizaron que buscaran petróleo en tierra firme y, haciendo de la necesidad virtud, se abocaron a buscarlo en alta mar. La necesidad es mutua. Argentina necesita recuperar la tarea exploratoria, desechada por Repsol y sus colegas, y carece de los capitales necesarios. China está ávida de energía. Lo que falta conocer es el plan de negocios, si ya existe, en especial las condiciones en que habrá de repartirse el petróleo que se extraiga, si llega a haberlo.
Casas más, casas menos
La carta de intención sobre vivienda social, en cambio, es por ahora una línea de trabajo. Consorcios privados que incluyen a chinos se comprometen a invertir 6000 millones de dólares en 5 años en pos de construir 300.000 viviendas, a 20.000 dólares la unidad. Sesenta mil pesos, con más algún interés, no son un importe que pueda soportar el flaco bolsillo de los argentinos más humildes. Funcionarios de Infraestructura reconocen que las viviendas sociales, vistas desde acá, sólo pueden ser ofertadas a integrantes de la clase media baja. “Esa va a ser nuestra posición, otra cosa es imposible.”
–¿Qué opinan los chinos? –indaga Página/12.
–Por ahora, sólo hablamos en trazos muy gruesos.
Tan gruesos, asume, que nada se dijo de quién financiará el pago de las viviendas, de si habrá aportes dinerarios del Estado argentino, los lugares en que se construirán las casas, de si se harán licitaciones o asociaciones privadas con entidades financieras. Una misión llegará a estas pampas antes de fin de mes y empezará a conversar la muy faltante letra chica, explica un importante allegado a De Vido.
Dando por hecho que los chinos se toman su tiempo para decidir lo que fuera, todo sugiere que en este sector falta bastante para que maduren los cerezos.
“Las cartas de intención son un marco. Ahora hay que trabajar”, cuentan que redondeó el Presidente en la “mesa chica”, sin entrar en la embriaguez de las cifras incorroborables.
Fobia a los ‘90
“No vienen a pasear, tampoco a hacer préstamos. Vienen a invertir”, se complace en describir un contertulio de la susodicha mesa menuda. En el primer nivel se insiste en subrayar las diferencias entre este desembarco y los de los ‘90. En primer lugar, esto es ostensible, lo central en los ‘90 fue la venta de empresas públicas con importantes activos y con clientelas cautivas. El perfil de las cartas de intención, viviendas, exploración off shore, ferrocarriles es bien distinto y, en principio, más estimulante.
De Vido se esmeró en resaltar que todos los acuerdos se someten a la legislación argentina, desandando el nefasto camino de someter los conflictos a tribunales de otra bandera. Pero lo que queda pendiente, y sólo se verá cuando avancen las negociaciones, es saber si el interés nacional está cabalmente defendido. Por supuesto, el actual gobierno es menos entreguista y menos desenfadado que el menemismo. Pero ese piso valorable no es suficiente. Mostrador de por medio con una contraparte poderosa y precisa puesta a elegir sus estrategias, Argentina parece de movida muy pequeña y algo desconcertada.
Este gobierno no está compuesto por cínicos pero eso no lo dispensa de estar bajo la lupa en materia de corrupción. Con la piel llagada por cien defraudaciones, la sociedad desconfía de la honestidad de sus mandatarios. Cuando de negocios millonarios en billetes verdes se trata, más forzosa es la transparencia y más potente la carga impuesta a la mujer del César: no ya ser honesta sino además parecerlo.
Las tratativas hasta ahora fueron secretas, un sigilo que su propia naturaleza podría justificar. Para añadir algo en el mismo rumbo, el Gobierno hizo saber a industriales atemorizados que existe una cláusula secreta concertada con las autoridades chinas protegiendo hasta fin de 2008 a sectores industriales sensibles.
El secreto en grandes dosis induce a la suspicacia y es, por esencia, poco democrático. Diferenciarse del estilo de los ‘90 impone también comunicar de otra forma, socializar la información, someterse al escrutinio público como el menemismo jamás soñó hacer.
Pelotas con regalo
Página/12 desea cambiar de ángulo y hablar de la eventual invasión importadora que podría detonar el reconocimiento de China como economía de libre mercado. Decide chucear a una mano derecha de Lavagna.
–Me contaron que van a importar pelotas de fútbol, que se van a entregar gratis. Y no sólo eso, vienen con un regalo de 50 pesos para cada comprador –fabula este diario. La respuesta tiene su miga.
“No crea que es muy exagerado lo suyo. El dumping no está pensado en función de la recuperación de los costos, sino en otras variables. Lo importante es dar trabajo y protección social a miles de chinos. Eso se logra abaratando los precios en cuanto haga falta. Regalar plata es un exceso, basta con vender a precio vil, pero en el fondo la diferencia con su fantasía es una sutileza, un matiz que no desvirtúa la esencia.” Con lo que Página/12 colige que hace prosa sin saberlo y dice la verdad aun cuando chicanea. Hablando, apenas, más en serio, el riesgo de un ingreso en tropel de productos de industria china se ha incrementado desde el jueves. El Gobierno aduce que su intención es evitarlo y ya está estudiando la legislación vigente para ampliar las líneas de defensa. Y añade la cláusula secreta de protección a la industria liviana autóctona. Aun si existiera y fuera eficaz, el 2008, plazo en que vence el meneado pacto secreto, no está tan lejos.
El oficialismo argumenta que el riesgo de invasión de productos con dumping social es hipotético y combatible, mientras el aumento de las exportaciones a China en 4000 millones es una vigente realidad. Es verdad..., pero el riesgo es tremendo y obliga a levantar la guardia. En Economía, también en este rubro, el pesimismo supera por mucho al de la Rosada y aledaños.
A modo de cierre
Las debilidades de la estructura económica argentina previas a todo este entuerto son fenomenales y engendran lógicos recelos.
Otro tanto acontece con la recurrente costumbre de Brasil de mandarse solo y someter a su vecino y aliado a la lógica de los hechos consumados. Brasil y Chile le dejaban a Argentina pocas chances para diferenciarse, lo que es otro argumento del Gobierno para justificar lo acordado con China respecto de la Organización Mundial de Comercio.
Los exportadores de soja están chochos. Los productores de peras saltan de gozo, tal parece que los chinos las consumen con saña tenaz. Los productores de ajo se perciben en riesgo de extinción. El empresariado ligado a la construcción, que vive un pequeño boom (se triplicó en dos años el número de trabajadores de la Uocra que reciben aportes) se pone en estado de alerta y movilización. Una sociedad compleja anida intereses contradictorios, aun entre gentes de la misma corporación (como lo son los que cultivan ajos y los que plantan perales). Un cambio sideral complejiza esa diversidad de intereses y torna difícil toda definición lineal.
A la zaga de Brasil y Chile, Argentina ha elegido emprender una relación vasta e inédita con China, lo que no está mal y, por añadidura, suena a inevitable. Pero un haz de acuerdos con un socio potente exige mucho más que voluntarismo y que dejarse conducir por una contraparte que tiene más poder y mejor definidas sus estrategias. Lo que se conoce hasta hoy de lo pactado no autoriza a tener por sellada la famosa opción “liberación o dependencia” ni a hablar de una nueva versión de las relaciones carnales. Pero tampoco a descorchar champagne o a dar por ciertas cifras que son, por ahora, intenciones. Entre el as de espadas que se suponía atesoraba el Presidente y las cartas de intención que se vieron esta semana media una distancia que sería frívolo minimizar.