EL PAíS › EL GOBIERNO GANO AIRE EN LA TARDE DE OLIVOS
El “Titanic”
Gobernadores y legisladores, peronistas, radicales y frepasistas, respaldaron a Duhalde, sin mayores reclamos. Se desarticula la conspiración de los mandatarios por las elecciones. El miedo. Una versión preocupante.
Por Sergio Moreno
“El ‘Titanic’ va a flotar por mucho tiempo; podemos pelearnos por el café en la cubierta.” La ironía –acuñada por un importantísimo gobernador que ayer pasó casi todo el día en Olivos– es una brutal pieza de humor negro que se ajusta al módico alivio que los hombres del oficialismo (peronistas, radicales, gobernadores, legisladores, funcionarios) sintieron tras el megaencuentro en la quinta presidencial. La presentación pública ante un ansioso auditorio del flamante ministro de Economía, Roberto Lavagna, dejó satisfechos a tirios y troyanos; Duhalde escuchó voces de respaldo cerril de parte de todos los presentes –los radicales fueron más vehementes que los peronistas–; los legisladores se comprometieron a tratar las leyes que se envíen al Parlamento o, en su defecto, a ratificar la validez de los decretos que el Presidente decida firmar; y, finalmente, todos posaron en una foto que reconstituye, aunque más no sea parcialmente, el mellado poder presidencial. Todas fueron palabras, todos se escucharon hablar, como un actor vanidoso enamorado del sonido de su voz, y se conformaron con ello y con lo que decían los demás. Parece poco, pero, como confió uno de los presentes a Página/12, “cuando el abismo está tan cerca, uno quiere creer en lo que le dicen: en las trincheras no hay ateos”.
Pintaba para ser una reunión asamblearia, un tanto catártica y poco efectiva. La principal motivación de los invitados de honor era conocer el estado del pensamiento de Lavagna, recién llegado al país desde Bruselas, después de haber pasado dos años –que en Argentina asemejan a dos siglos– fuera del país. La expectativa no era vana: la presión que ejerce la situación económica, social y financiera atravesadas por la crisis de legitimidad del sistema institucional conformaban al auditorio en una esponja sedienta de respuestas de ese hombre, de aspecto monacal, que, según coincidieron la mayoría de los asistentes al quincho de Olivos, logró seducirlos (ver página 5). “Fue didáctico, calmo, solvente. Fue mucho más político de lo que solía ser (Jorge) Remes Lenicov. Fue balsámico”, describió a este diario un gobernador de provincia central, uno más de los hombres políticos hermanados por el espanto de la realidad.
Duhalde, su gobierno (que el lunes vivió un golpe palaciego que puso en duda su permanencia), consiguieron algo más que la aspiración de mínima.
- Duhalde ganó políticamente este sábado. Con el recuerdo fresco de la humillación que sufriera el martes al no poder nombrar el ministro que él quiso (gobernadores y legisladores vetaron la designación de Alieto Guadagni en Economía), ayer consiguió instalar a Lavagna, no sólo en el ministerio, sino en el imaginario de los caudillos y barones que lo sostienen en el poder. Lo consiguió en un clima de concordia, expresado en palabras y gestos, en discursos más o menos inflamados, que fueron derramándose a lo largo de la tarde en Olivos. El Presidente también consiguió respaldo para su documento de 14 puntos y el compromiso de tratar “lo más rápidamente posible” la nueva ley de quiebras, la derogación de la ley de subversión económica, la confección de un nuevo índice que reemplace al CER tal como fue inicialmente pergeñado y la validación parlamentaria de un probable DNU que imponga un Plan Bonex aggiornado para resolver el corralito bancario. No hubieron reclamos sobre estos asuntos. Los aportes fueron más bien consejos para su rápida concreción.
- Duhalde conjuró el fantasma de la conspiración. El radicalismo y el Frepaso oficialista lejos están no sólo de desear elecciones anticipadas (ver página 7) sino de tan solo pensar en ese escenario. La inquietud oficial emanaba del espíritu fragotero de algunos gobernadores peronistas, especialmente del cordobés José Manuel de la Sota, quien ambiguamente había comenzado a regresar a su idea obsesiva de fines de diciembre. “Sé que gente del Gallego estuvo operando por la mañana con esta idea. También sé que a la tarde desarticularon toda la movida”, confió a Página/12 uno de los hombres de máxima confianza del Presidente. Ayer nadie, ninguno de los presentes en Olivos, nombró siquiera la idea. Por el contrario, hubieron discursos, verbas inflamadas que dieron cuenta del deseo de continuar con Duhalde hasta diciembre de 2003 (Pablo Verani, Rubén Marín). El mandatario de una de las provincias más grandes dijo a este diario: “Yo los conozco, hablo con todos, hablo bastante con De la Sota: nadie, ni siquiera él, quieren adelantar las elecciones. Nuestras preocupaciones están puestas más en cómo pagar los salarios y los planes sociales que en las elecciones”.
- Una versión ensombreció en panorama. En los últimos 15 días, cuatro gobernadores mantuvieron conversaciones más o menos intensas con el embajador norteamericano en Buenos Aires, James Walsh. Ayer, varios de ellos discutieron la hipótesis de un endurecimiento de los sectores más duros de la derecha republicana, teoría sostenida, dijeron, por algunas versiones llegadas desde Washington. “Quieren que no haya acuerdo con el Fondo y que estalle el país. La estrategia sería pedir cada vez un poco más, una cosa nueva, mover la zanahoria cada vez más adelante para que nunca la alcancemos. Están en un cruzada purificadora que implicaría un altísimo costo social y generaría un caos cuyo objetivo sería barrer con toda la dirigencia política actual. Una especie de ‘que se vayan todos’ impuesta desde el norte”, relató a Página/12 uno de los mandatarios mencionados anteriormente, que la semana pasada estuvo cara a cara con Walsh.
–Si eso ocurre, ¿qué van a hacer? –preguntó este diario.
–Esperemos que no ocurra –suspiró el gobernador.
La poca tranquilizadora respuesta obtenida es un indicio del aglutinante que une los destinos de todos los asistentes al meeting de ayer, disuasivo poderoso de ánimos levantiscos: el miedo.
- Nos une el espanto. En un momento, Verani contó que había ido a una asamblea de docentes de su provincia (N de la R: los docentes no empezaron aun las clases en Río Negro). “Y no me putearon –dijo, aunque no había orgullo en sus palabras–. Me pidieron un cronograma de pago para recomenzar las clases. Cualquier cronograma. Aceptaban que les pague en la fecha que sea, en varios meses, en cuotas, como sea, pero querían un cronograma. No se los pude dar, no puedo garantizar un cronograma.” La amarga confesión del gobernador radical expone con crudeza no sólo el terrible drama social de un distrito otrora rico, sino además la pauperización a la que ha llegado el estado provincial. Su provincia no está en condiciones diferentes de muchas otras. Esta realidad en cada distrito, cada uno con sus matices, ha disciplinado a la mayoría de los mandatarios: “El denominador común es el miedo, al vacío, a la anomia, al caos, a la posibilidad de errar en lo que se haga. Nadie se siente capaz de ser intransigente. Por eso los 14 puntos, por eso los acuerdos bilaterales para contener el déficit, por eso vamos a negociar la coparticipación”, salmodió, como una confesión, un atribulado gobernador.
El aire que consiguió ayer Duhalde para su Gobierno podría escaparse por algún otro orificio –que en la Argentina 2002 sobran–, pero no por el renacido frente parlamentario y provincial. Caudillos y legisladores aceptaron que debe ser el Presidente (y su nuevo ministro) quien haga el trabajo, lo más rápido posible. Para eso pondrán todo su empeño. Más allá de que todo sea para el “Titanic” siga flotando aunque nadie sepa si llegará a puerto.