EL PAíS › LA PETROLERA DIO MARCHA ATRAS EN
EL ALZA DE NAFTAS Y NO EN EL DE GASOIL
Shell perdió la batalla del boicot
La fuerte caída de las ventas en las estaciones propias y de terceros obligó a la petrolera angloholandesa a revisar sus tarifas. Después de que Esso retrocediera con el gasoil, Shell se había quedado sin aliados. Kirchner saludó como una victoria esa baja de precios.
Por Claudio Scaletta
La petrolera angloholandesa Shell decidió dar marcha atrás con la suba de precios decidida en sus naftas en marzo pasado, aunque mantendrá el aumento dispuesto en el gasoil. La firma argumentó que la decisión fue tomada “para colaborar a defender las fuentes de trabajo” de los casi 800 estacioneros que operan con la compañía. El dato concreto es que el boicot impulsado por el Gobierno consiguió derrumbar las ventas de la empresa. Con esa decisión, Shell trata de reubicarse en el mercado de naftas, que en marzo registró un crecimiento interanual cercano al 10 por ciento y, a la vez, ratifica la decisión de no importar gasoil para abastecer su ahora reducida cuota de mercado interno. El presidente Néstor Kirchner consideró que la vuelta atrás de Shell, que se suma a la anunciada dos días atrás por Esso, “constituye una clara victoria del pueblo argentino”. “Con actitudes como ésta se va a ganar la batalla de la justicia de defender el poder adquisitivo de la gente”, sostuvo. Al no comprar a quienes aumentaron “la gente nos ha dado una lección en estas horas”, concluyó.
La reducción de los precios de Shell fue del 3,3 por ciento en promedio. La decisión se produjo mientras los datos globales de ventas de combustibles de marzo, de acuerdo a cifras proporcionadas a este diario por empresas del sector, superaron a las de igual mes del año anterior en un nivel de casi el 10 por ciento. En el desagregado, las naftas que más se recuperaron fueron las premium, mientras que la común, siguiendo una tendencia histórica, es la única que cayó. Aumento de ventas y reemplazo por productos de mayor calidad representan un claro reflejo de la recuperación económica de la que Shell no quiere quedar afuera. Desde el inicio del boicot la compañía redujo sus ventas, según la competencia, alrededor del 40 por ciento.
Luego del primer embate del Gobierno tras los aumentos, la empresa había evaluado que la caída de ventas sería sólo transitoria. Sin embargo, a casi un mes de las subas, el abandono de los surtidores de Shell por parte de sus clientes amenazaba seguir. Bajar naftas y no el gasoil parece, en el contexto, una buena estrategia por partida doble. Por un lado, recuperar la parte del negocio que en este momento más le interesa a la compañía, y por otro, no perder dinero con la importación de gasoil cuando esos precios superan los de venta en el mercado interno. Con la participación en el mercado gasolero reducida, la empresa apuesta ahora a abastecer lo que le queda del mercado interno manteniendo a pleno la producción de su destilería de Dock Sud. Para ello seguirá adquiriendo el crudo en el mercado local, donde es más barato por acción de las retenciones.
La marcha atrás de Shell es tanto un éxito del Gobierno, como un fracaso de la petrolera. La conclusión resulta fácil a posteriori, pero en realidad el 9 de marzo pasado la compañía angloholandesa no hizo más que iniciar una típica secuencia de funcionamiento de mercado oligopólico. Poco tiempo antes había hecho lo mismo con mejor resultado. Los aumentos iniciados por las dos más chicas, Esso y Shell, habían sido rápidamente seguidos, una vez más, por las más grandes, Petrobras y Repsol.
A principios de marzo la situación parecía la misma. El crudo continuaba disparándose en el mercado internacional. El Gobierno, en el episodio anterior de alzas de combustibles, había sido contundente: mayores retenciones que cayeron como un balde de agua fría entre las firmas integradas localmente, pero que fueron una excelente noticia para las refinadoras, que obtuvieron así una rebaja en su insumo principal. La situación a principios de marzo parecía similar pero no lo era. Shell eligió un mal momento para iniciar la nueva secuencia. Frente a la inflación de los dos primeros meses del año, el Gobierno había decidido dar la batalla de los precios. A la vez, las grandes no acompañaron. La fuerte reacción del Ejecutivo tras los aumentos de Shell y Esso y la experiencia anterior con la suba de retenciones cortó la secuencia. Avanzada la confrontación, el presidente de Shell Argentina, Juan José Aranguren, intentó infructuosamente lograr al menos el apoyo declarativo de la Cámara de la Industria Petrolera, primero, y de la de productores de lubricantes después, pero en ninguna de los dos logró consenso. Sus colegas de las restantes compañías desistieron de un enfrentamiento directo con el gobierno por la vía que proponía el empresario: una declaración a favor del “libre mercado”.
En el comunicado difundido ayer para explicar la decisión, Shell argumentó el deseo de “amortiguar al menos parcialmente el impacto que han sufrido nuestras ventas y con ella la rentabilidad de las estaciones de servicio de nuestra marca luego de los acontecimientos posteriores al 9 de marzo”. Sin embargo, la decisión empresaria no estuvo guiada sólo por las buenas intenciones. Consiguió no vender gasoil a pérdida pero perdió la batalla en los restantes frentes.