SOCIEDAD › MURIO EL PRINCIPE RAINIERO, EL HOMBRE QUE NO TENIA PROBLEMAS

Una vida de farándula y negocios

La historia del príncipe de Mónaco no puede contarse sin las palabras jet-set. En eso consistió: en cómo convertir un Estado mínimo en el paraíso de los chismes y los negocios fabulosos.

 Por Carlos Rodríguez

Las crónicas periodísticas lo definieron como “un personaje gentil, invariablemente sonriente y ajeno a todas las preocupaciones”. Una nota publicada en la revista Siete Días, en diciembre de 1972, lo pintaba de cuerpo entero: “Cómo es y qué piensa un hombre que no tiene ningún problema”. El príncipe Rainiero III de Mónaco, que falleció ayer en ese pequeño Estado de 13 kilómetros cuadrados, podría haber sido ignorado por el mundo, pero sus mujeres lo salvaron del anonimato. Coronado en 1949 como sucesor de su abuelo, Rainiero, de quien también se dijo que era “petiso y poco apuesto”, dio el batacazo en 1956 cuando se casó con la bella actriz norteamericana Grace Kelly. En torno de ellos se montó un cuento de hadas, distinto al de Cenicienta por ausencia de pobres. Ella era hija de dos millonarios ex deportistas. Grace dejó su carrera en Hollywood, a sabiendas de que nunca sería Bette Davis ni Rita Hayworth, y se metió de lleno en el rol de princesa feliz. El matrimonio real tuvo tres hijos: Carolina, Alberto y Estefanía. Las mujeres, con su belleza y sus escándalos, le dieron vida al diminuto país del pequeño príncipe. Alberto se convirtió ahora en el sucesor de su padre.
Rainiero, durante más de medio siglo, estuvo al frente de un Estado, pero nunca fue un estadista. Se manejó como el gerente de un gran negocio en el primer país shopping de la historia. Mónaco es reconocido por sus fabulosos negocios inmobiliarios, sus casinos aristocráticos, el Gran Premio de Fórmula Uno que desde 1929 se corre en un circuito callejero y por las historias que lo señalan como refugio dorado de los lavadores de dinero, gracias al secreto bancario y a la falta de pago de impuestos a los ingresos personales. En 1997, el Principado de Mónaco cumplió 700 años y la familia Grimaldi, a la que pertenecía Rainiero (su nombre completo era Rainier Luis Henri Maxence Bertrand de Grimaldi), sigue revalidando el título de clan real con más permanencia en un trono.
Una de las primeras medidas de Rainiero como príncipe fue la abolición del servicio militar obligatorio. Lo lamentó allá por el 2000, cuando desde Francia lo cuestionaron por esconder en su territorio a los lavadores de dinero sucio. “No quiero declarar la guerra a Francia”, prepoteó Rainiero, como si pudiera hacerlo, luego de reclamarle a París que reintegrara “la plena soberanía del principado”. Desde 1918 Francia le impuso a Mónaco su “amistad protectora” y esa presencia intrusiva se intensificó en 1930, cuando un convenio de partes estableció un cierto número de funcionarios franceses en la policía, la Aduana y la Justicia del estado monaguesco.
La historia registra pocos momentos en los cuales la vida de Rainiero vio turbada su placidez. El hecho más doloroso lo marcó la muerte de Grace Kelly, en 1982, en un accidente automovilístico. Rainiero fue un viudo eterno y doliente, aunque varias veces se mencionó la posibilidad de que reincidiría en el matrimonio. Los medios del corazón hablaron de su presunto romance con Hjordis, la viuda del actor David Niven, tal vez el mejor amigo que tuvo el príncipe. La vida de Rainiero se pareció siempre a una película romanticona, a la que no le faltaron los necesarios toques dramáticos en el guión.
A él le encantaban los pasatiempos frívolos, mundanos, a falta de preocupaciones tales como revoluciones, huelgas generales o declaraciones de guerra. En los setenta, cuando Grace vivía, la actividad diaria de Rainiero pasaba por el judo, el karate, la gimnasia sueca y otras actividades que le permitían hacer algo con su cuerpo, que siempre fue rechoncho, a pesar del esfuerzo. En sus ratos libres, y sólo en privado, también tocaba la batería. Su placer era el Centro de Aclimatación de Mónaco, un surtido zoológico fundado en 1954 por el monarca. Sus mascotas preferidas eran Gori, un gorila de 120 kilos; Apolo y Antu, una pareja dechimpancés; los tigres Raja y Cita; la pantera Marianne y la hipopótamo hembra Henriette.
“Visito a mis animales regularmente, cuatro veces por semana. Uno por uno. Les hablo, les ‘doy’ mi presencia. Es muy importante que sientan que uno se interesa por ellos ‘individualmente’. Naturalmente, si un animal se enferma, lo visito cotidianamente hasta que sane. Un felino enfermo tiene tanta necesidad de ternura...”, aseguró con inusual ternura en el largo reportaje publicado por Siete Días en 1972.
–Esos felinos en libertad junto a sus hijos, ¿no constituyen un peligro? –preguntó el periodista.
–Ninguno. La mayoría de esos animales nos conocen desde su nacimiento. Comen de nuestra mano... Matar gratuitamente es una facultad específicamente humana –respondió el príncipe como si la monarquía fuera garantía de inmunidad.
En su vida todo era calma chicha, hasta la inesperada muerte de Grace.
Una sola vez perdió la paciencia ante testigos. Fue en un restaurante de Nueva York, durante una cena de gala a la que concurrió acompañado por su hija Carolina. Un camarero llamado Tim Ward, que oficiaba de payaso, dirigió bromas pesadas hacia Alberto, el heredero al trono: “Eres príncipe ahora, pero podrías ser plomero”, dijo el clown jugando con las palabras “prince” (príncipe) y “plumber” (plomero). A Rainiero no le cayó bien la broma, se levantó y sacudió la cabeza de Ward con un certero cachetazo. Otras veces se enojó mucho, pero nunca delante de la prensa como esa noche de Nueva York. Sus dos hijas le dieron algunos dolores.
Carolina siempre fue una estrella del jet-set. Para orgullo de los argentinos, fue novia de Guillermo Vilas por unos días. Luego se casó con el playboy francés Philippe Junot, se separó a los dos años y el Vaticano anuló el matrimonio. En 1984, dos años después de la muerte de Grace, se volvió a casar con el empresario italiano Stefano Casiraghi. La pareja tuvo tres hijos, pero Casiraghi murió en 1990 en otro accidente que enlutó a Rainiero porque era su yerno favorito. Después de algunos noviazgos fugaces, la bella Carolina terminó formando pareja con su amigo de toda la vida, el alemán Ernest August V, príncipe de Hannover.
Más escandalosa fue Estefanía, la menor. El pico más alto fue su matrimonio con el guardaespaldas de la familia real, Daniel Ducret, con quien tuvo dos hijos. El matrimonio se vino a pique cuando las revistas europeas publicaron fotos explícitas de Ducret jugando en una pileta de natación con una bailarina de cabaret. Antes de la muerte de Rainiero, cuando su cuadro ya era irreversible, su lugar fue ocupado por su único hijo varón, Alberto, un solterón empedernido de quien se dijo que tuvo un romance con la modelo Claudia Schiffer. Intentó seguir el camino de su padre, pero no pudo llevar al altar a la chica bonita que le diera brillo. Alberto llegó a príncipe sin cumplir lo que estipulan las normas familiares: garantizar la continuidad de los Grimaldi en el trono casándose y teniendo un hijo varón. Es algo que Alberto, hasta ahora, ni siquiera prometió.
A los 81 años, Rainiero se fue en silencio, sin ruido. En Mónaco, sus casi 30 mil súbditos apenas si derramarán alguna lágrima por él. Para la población del pequeño principado, Grace Nelly sigue siendo la gran pérdida y a ella la recuerdan en cada rincón. Llevan el nombre de Grace una de las avenidas más vistosas de Montecarlo, el hospital, un teatro y dos jardines públicos. Nada indica que ella deje de ser la que siga en el trono. En el cementerio, la tumba de la ex actriz es la única que siempre tiene flores.

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El príncipe Rainiero III de Mónaco falleció a los 81 años.
 
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