EL PAíS
Un lobby empresario para los tiempos que corren
Hoy se presentará en sociedad la Asociación Empresaria Argentina, lobby que agrupa a los principales conglomerados del país, industriales, financieros o de servicios. Intereses divergentes pero un objetivo común: sumar fuerzas para incidir sobre el poder.
En el medio de una crisis financiera e institucional con pocos precedentes, las grandes empresas lanzarán hoy formalmente una nueva asociación patronal, que surge dispuesta a defender con pasión el libremercado, hasta donde los intereses de sus asociados lo permitan. Desde el punto de vista político, los más poderosos empresarios nacionales buscan un espacio de poder común para influir en las decisiones oficiales, ya sea un nuevo plan económico, hasta un eventual recambio de gobierno. Desde la óptica económica, los une la preocupación por las millonarias deudas externas en dólares y, en algunos casos, el temor de ser fagocitados por sus acreedores externos.
La cita es hoy a las 17 en el Museo de Arte Fernández Blanco. Oscar Vicente, el vicepresidente de Pérez Companc, asumirá en público la presidencia de la Asociación que él promovió activamente desde hace meses, con la consigna de aglutinar empresas fuertes para consensuar propuestas que sirvan de guía al gobierno de turno. Alfredo Coto y Aldo Roggio fueron algunas de las celebridades que se sumaron a la movida que ahora aglutina a más de cuarenta empresas, incluyendo a los bancos Boston, Hipotecario y Velox.
La nómina de flamantes asociados incluiría otros nombres ilustres como el de Techint, Arcor, Loma Negra, Telecom, Laboratorios Bagó, Mastellone o Disco, firmas con intereses divergentes y a veces contrapuestos, pero idéntico afán de influir en las decisiones oficiales. Desde el derrumbe de Fernando de la Rúa, los grandes empresarios divisaron un vacío de poder que era necesario ocupar, al menos con iniciativas concretas que marcaran el rumbo al gobierno. Las erráticas políticas de Eduardo Duhalde y su decreciente respaldo acentuaron la necesidad de generar un núcleo real de poder patronal que pueda pronunciarse e influir, incluso, ante situaciones de eventual quiebre del orden institucional.
El fracaso del ex titular de la Unión Industrial Argentina al frente del Ministerio de la Producción, Ignacio de Mendiguren, dejó una lección clara: se puede influir sobre el Gobierno, en particular cuando éste no tiene ideas muy claras ni firmes, y con ellos salvar o condenar a sectores económicos íntegros. La devaluación del peso y posterior pesificación de deudas locales, promovida por De Mendiguren, benefició a algunas empresas pero complicó enormemente el negocio de otras, en particular porque el Gobierno no previó ningún amparo para las que tienen deudas en dólares con el exterior. Al mismo tiempo, se depreciaron los activos de todas, transformándolas en bagatelas para eventuales compradores externos.
Arcor, por citar algún ejemplo, exporta el 20 por ciento de su producción, por lo que la depreciación del peso la habría beneficiado sólo marginalmente. Pero debe más de 200 millones a bancos estadounidenses con compromisos subordinados a los tribunales de Nueva York. Pérez Companc vio cómo el valor de sus acciones que cotizan en el exterior se redujo a la mitad desde que la crisis política hizo trastabillar a De la Rúa y, según el balance de Pecom Energía, sus pasivos aumentaron en 5006 millones de pesos debido a la devaluación.
Desde que se depreció el peso frente al dólar, una de las mayores preocupaciones de los grandes grupos locales endeudados fue cómo resolver el dilema de recaudar en pesos y pagar obligaciones en moneda dura. Casi naturalmente los hombres de empresas evaluaron la posibilidad de un seguro de cambio, pero el alto costo fiscal, que saben intolerable en este momento, la transformó en un imposible. Vicente arremetió entonces con una variante: que el Estado integre al sector privado a la negociación de la deuda externa pública, para que todas las obligaciones queden bajo el mismo paraguas de una posible quita y gracia. Pero esta sugerencia aún no fue tomada.
La Asociación Empresaria Argentina surge como la fusión del conservador Consejo Empresario Argentino y la Fundación Invertir, única organizaciónpatronal que se pronunció tiempo atrás públicamente a favor de un seguro de cambio. Algo que pocos se atreven a proclamar de viva voz, pero que muchos empresarios de primera línea anhelan para subsistir. Tanto como un amparo legal para evitar que sus acreedores externos tomen el control de sus compañías con la excusa de cobrarse deudas en dólares difíciles de afrontar.