EL PAíS › LA DERROTA EN LOMAS DE ZAMORA, BASTION EMBLEMATICO DEL DUHALDISMO
“Fue como un cachetazo de la gente”
En la zona donde surgió Eduardo Duhalde, la derrota del PJ fue 43,4 a 23,7. “Me encontré con la gente del barrio, que me saludó, pero no me dijo qué iba a votar”, contó Osvaldo Mércuri.
En Lomas de Zamora la derrota de Eduardo Duhalde amenaza con aparecer en cada conversación. Incluso en el café París, uno de los reductos que reúne tras su fachada azul a los duhaldistas en pena, se filtran las críticas. “Acá suelen juntarse los adláteres de Duhalde”, afirma Quique quien, café de por medio, discute de política con sus dos amigos. Aunque ninguno votó lo mismo, coinciden en alegrarse por la derrota del ex presidente, ex senador y ex intendente: “La gente de Lomas le dio un cachetazo al sinvergüenza ése de Duhalde, junto con Menem en La Rioja”, dice Quique. Desde las calles de barro de Villa Fiorito hasta el barrio pituco de Las Lomitas, el “cachetazo” electoral tuvo como destinatario a Duhalde, cuya esposa Chiche perdió por la diferencia de 20 puntos en su propia patria chica.
La tierra en la que hoy hasta le costaría a Duhalde llegar a intendente fue el lugar desde donde se catapultó a la política. Tras ser bañero en una pileta (donde conoció a Chiche) y recibirse de abogado, asumió como intendente de Lomas en 1974. En 1983 consiguió volver a la intendencia y sus lugartenientes quedaron a cargo mientras él ocupaba el gobierno de la provincia durante toda la década menemista. Luego de perder frente a Fernando de la Rúa, la Alianza consiguió arrebatarle la intendencia, pero duró lo que un suspiro. Con la destitución de Eduardo Di Dío por mal desempeño, Lomas volvió poco después a manos de un duhaldista, Jorge Rossi, ex titular de Loterías y Casinos. Cuando Kirchner desembarcó en Lomas este año para anunciar obras públicas, Rossi –a diferencia de lo que hicieron otros intendentes duhaldistas– pegó el faltazo.
Tras la crisis política de diciembre de 2001, Duhalde llegó a la presidencia que las urnas le negaron y se constituyó como jefe inquebrantable del PJ bonaerense. Ni la Alianza, ni Menem habían logrado hacer pie en su territorio. Tres años más tarde y tras el pase masivo de intendentes al kirchnerismo, se terminó el mito de su invencibilidad hasta en su propio pago, al igual que ocurrió con el riojano. Desde Montevideo, Duhalde les repitió a sus militantes que va a “retirarse, pero no para volver” a la política. “Los muchachos son grandes. Hay ex intendentes, ex funcionarios. Ellos decidirán”, les habría dicho sobre su (incierto) futuro político. Luego que deje a fin de año la presidencia de la Comisión de Representantes del Mercosur, Duhalde usará su tiempo para escribir un libro con sus memorias, mientras su esposa va al Senado en la más absoluta soledad.
Tras perder nuevamente este año, los duhaldistas le huyen a la palabra “derrota” como perro al bozal. “Al ir a votar, me encontré con gente del barrio. Me saludaron, pero no me dijeron si me iban a votar. El saludo estuvo y el voto... es el que sacamos”, dice Osvaldo Mércuri, titular de la Cámara de Diputados provincial y uno de los duhaldistas lomenses que trasunta la derrota con cierto humor. El PJ sacó un magro 23,73 por ciento contra el 43,4 del Frente para la Victoria. “La gente se decidió por el liderazgo del Presidente. El PJ tendrá que apoyarlo. Fue simplemente una elección legislativa”, minimiza, pero el impacto lo sentirá también Rossi, que deberá lidiar con un Concejo Deliberante donde el Frente para la Victoria obtuvo 7 concejales, mientras que el PJ obtenía 3 o 4, uno más que el ARI. “No creo que sea el fin del PJ bonaerense”, aclara Mércuri.
Desde el Frente para la Victoria, analizan el resultado de muy otra manera. “Al duhaldismo, si le faltaba un golpe de gracia, fue la derrota en Lomas de Zamora. Es el fin del duhaldismo. Se los lleva el caudaloso río de la historia”, se envalentona el diputado provincial electo Fernando “El Chino” Navarro.
Afiches de fuego
“En esta batalla, de un lado estuvieron los generales y del otro los que habían sido coroneles de Duhalde, Mércuri y Rossi. Con este resultado, a los generales les tocó el pase a retiro”, ríe un dirigente K de la zona. “Los últimos días fueron pesados. Reforzamos la seguridad en la pega de afiches”, reconoce. Pegaron una faja debajo de los carteles de “queremos a Chiche”, que agregaba “pero votamos a Cristina”. Como represalia, les prendieron fuego un local en Villa Fiorito, en una zona de casas de chapa y caminos de tierra. Delmiro, un militante de base, denuncia: “Me quemaron los afiches dentro del local. Un vecino me avisó y lo apagamos a tiempo, por eso no llegó a mayores. Acá en Lomas siempre hay riñas. Es natural”.
En el barrio paquete de Las Lomitas (con seguridad privada y señoras paseando su caniche), Ezequiel, de traje, se detiene justo frente al café urbano, otro reducto para los duhaldistas más jóvenes. Mira su reloj y comenta muy apurado: “Para mí, son todos una mafia, por eso la voté a Marta Maffei”. Como contador, resume: “Es simple: Duhalde perdió la plata y ahora la tiene Kirchner”.
Según los dirigentes K, el aparato del duhaldismo se movió en la elección como de costumbre: repartió bolsones de comida y puso autos que llevaban la gente a votar. Los kirchneristas habían volanteado entre los vecinos las listas del Frente para la Victoria. “Fue genial: ponían los remises, pero la gente iba con nuestra boleta. Así fue más fácil saltar la tranquera”, comenta otro dirigente de Lomas, habitué en la Casa Rosada.
“Los duhaldistas también planeaban copar algunas escuelas de Budge, si el resultado venía ajustado. Específicamente en la escuela 73 de San José habían juntado gente. Nosotros le decíamos a Rossi: no seas boludo, ya faltaste al acto de Kirchner, ahora no la pudrás”, cuenta uno de los que talló en el armado territorial. La diferencia, sin embargo, fue más grande de la que se esperaban. “Los de Duhalde estaban muy nerviosos en el escrutinio”, recuerda Victoria, de 18 años, que fue fiscal en Lomas para el ex juez Julio Cruciani. “La voté a Chiche, porque mi mamá cobra un plan y tenía miedo de perderlo”, advierte mientras gestualiza con un chupetín verde, en la peatonal que desemboca en la estación de tren.
“El peronismo es como la radicheta: cuando más la cortás, más se agranda”, define con una sonrisa gardeliana, Miguel, de 81 años, pelo blanco y camisa a cuadros, sobre la misma peatonal. Miguel conoce Lomas desde que se instaló en 1938, cuando las calles del distrito eran de adoquines. Fue mecánico, hizo caballetes, tejido de punto y después puso una academia para enseñar a conducir. “Yo le enseñé a manejar a Chiche”, asegura. El 17 de octubre de 1945 fue a la plaza a pedir la liberación de Juan Domingo Perón. “Pero no metí las patas en la fuente, ésos eran los de los frigoríficos de La Plata”, acota. “La verdad, yo creía que Chiche no se presentaba. Perdió porque se quedó con la misma cantinela y son tiempos de cambio”, concluye. Junto a él, el viento juega con un cartel de Chiche Duhalde, medio ajado, y se lo lleva pedacito a pedacito.
Informe: Werner Pertot.