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“El peronismo es difícil de cambiar, es esencial”

Joseph Page es el norteamericano que escribió la biografía clásica de Perón, algo que todavía lo sorprende. Su visión sobre un fenómeno de sesenta años que sigue cambiando.

 Por José Natanson

Abogado y profesor de la Universidad de Georgetown, Joseph Page es autor de una apasionada biografía de Perón en dos tomos, que con el paso de los años se convirtió en un clásico. La semana pasada visitó Buenos Aires invitado por la Universidad de Tres Febrero para un seminario-balance sobre 60 años del peronismo. Un poco abrumado por una agenda cargada y el calor porteño, habló con Página/12 sobre Perón y el peronismo, Menem y Kirchner, y la esencia y la increíble capacidad de sobrevivencia del antiguo movimiento. La suya es una mirada fría, de investigador que conoce el tema a fondo pero toma distancia.
–¿Por qué el peronismo tiene esa capacidad para reinventarse?
–Porque es una parte de la esencia de la argentinidad. Y eso es algo muy difícil cambiar, porque forma parte esencial de lo que significa ser argentino. Dentro del alma de los argentinos, el peronismo es un sentimiento, casi una religión. Lo que cambia es la política, los líderes, pero el peronismo como un sentimiento de justicia social sigue siendo muy fuerte. Y va a seguir en el futuro, creo yo.
–Muchos piensan que se va a dividir y se va a conformar un sistema de partidos al estilo europeo, con un polo de derecha y otro de izquierda.
–Habrá una lucha política por las banderas del peronismo. Algún día seguramente otra figura aparecerá y las retomará, quizá con otro programa y con otro discurso. Pero el peronismo está en la memoria de la gente, de los pobres, de los sectores populares. Para muchos es sinónimo de justicia social, algo en lo que todo el mundo cree. ¿Quién va a estar en contra de la justicia social? El problema es cómo definirla, qué significa la justicia social, sobre todo en una época en la que el problema es cómo conseguir el crecimiento, cómo sobrevivir en la aldea global. Y en eso sí que no veo muchas ideas de los políticos, peronistas y no peronistas. Es muy fácil dividir las riquezas. Lo difícil es concretar políticas para el crecimiento. En el primer peronismo el gobierno tenía dinero procedente de la situación económica de la guerra. La opción de Perón fue sustituir importaciones, pero aquel modelo no puede funcionar ahora, las condiciones son muy distintas. El reto es encontrar maneras para que Argentina consiga recursos, financieros y humanos.
–El peronismo es el partido popular más viejo de América latina después del PRI. Sin embargo no está tan institucionalizado y se mantiene vivo.
–Sí, está el APRA también, que es de la misma época. El PRI está más institucionalizado por sus largos años en el poder. El peronismo no tiene esa experiencia. Tal vez ahora, debido a que la oposición ha desaparecido, pueda adoptar un camino más parecido al que transitó el PRI. Eso es algo difícil de entender, la desaparición del radicalismo y del socialismo. Es difícil de comprender por qué lo único que sigue en pie es el peronismo.
–En las dos primeras gestiones de Perón también la oposición tenía un lugar muy marginal.
–Sí, pero la diferencia es que Perón no le dejó espacio a la oposición. Hubo represión, medidas autoritarias, cosa que ahora no sucede. Esto es producto de la debilidad de la propia oposición, no consecuencia directa de las acciones del peronismo.
–¿La conversión republicana del peronismo es legítima?
–Conserva rasgos autoritarios, de los que hay cuidarse.
–¿Como cuáles?
–Por ejemplo cuando dicen que el peronismo no es un partido político sino un movimiento. Eso puede conducir a la negación del resto de los partidos y expresiones ideológicas, puede ser el camino al autoritarismo. No admite que hay otros partidos legítimos para competir por el poder.
–Pero el peronismo tolera perder en elecciones. De hecho perdió dos elecciones presidenciales y aceptó el resultado.
–Sí, es cierto, es algo nuevo para el peronismo, aceptar el juego político democrático abierto.
–¿El peronismo es una esencia o es un método?
–Las dos cosas. El talento de Perón fue utilizar su formación militar para hacer política, y el pragmatismo está en el centro de la estrategia militar. Esa es una marca que quedó en otros líderes peronistas, se manifiesta de varias maneras y es lo que le da parte de su fuerza. El problema es que la línea entre pragmatismo y oportunismo es muy delgada.
–¿Hay una identificación entre el peronismo y el alma de los argentinos?
–Sí, porque el peronismo es emocional, y los argentinos son muy emocionales. ¿Qué otro partido o idea política genera en Argentina las emociones que genera el peronismo? No el radicalismo, precisamente, que es tan racional. Los argentinos, y especialmente las clases populares, tienen esa relación tan especial con el peronismo. La fuerza del peronismo está en el conurbano y en la provincia de Buenos Aires, sobre todo. Es una tradición, una experiencia que se transmite de una generación a otra. Eso no ocurre en otros países, por ejemplo en Estados Unidos. Allí la institución de la familia es diferente, las familias se dispersan en diferentes trayectorias y lugares, y no hay un núcleo para transmitir esa tradición como sí existe en la Argentina.
–¿Kirchner es un típico líder peronista?
–No, es otra cosa. Kirchner es emocional, tiene un componente emocional que Perón no tenía.
–¿Y Menem?
–Menem se ve compitiendo con Perón, por ejemplo como primer deportista de la Argentina. Pero hay otras grandes diferencias: a Menem le gustaba abrazar y tocar a la gente, a Perón no. Sí le gustaba a Evita, que era la que ocupaba ese lugar durante el primer peronismo.
–¿Qué lo llevó a interesarse en el peronismo por primera vez?
–Me fascinaba la historia de Perón y Evita. En el ’62 yo tomé un curso de castellano en Boston. Había un profesor colombiano muy viejo. Su manera de enseñar era contarnos una historia. Y un día contó la historia del 17 de octubre. La contó de manera tan dramática, con expresiones floridas, que yo me quedé fascinado y me propuse escribir sobre eso. Después lo hice, y me di cuenta de que la historia que me había contado era bastante incorrecta. Según me había dicho, por ejemplo, el discurso del 17 de octubre lo había pronunciado Evita. En 1973, una editorial de Nueva York me ofreció escribir una biografía de Perón. Me pareció interesante y dije que sí. Entre 1975 y 1980 vine a la Argentina muchas veces a investigar. Era una época terrible. Cuando llegué por primera vez me decían que estaba loco, que me iban a matar. Yo les decía que pensaba que no, que a lo sumo me iban a amenazar. Lo hice entonces con perfil bajo. Trabajé mucho tiempo en archivos, revisé muchos papeles e hice entrevistas. En eso era una buena época porque todos los peronistas históricos estaban en sus casas, sin mucho que hacer.
–¿Imaginó que el libro se iba a publicar en la Argentina y se iba a convertir en un clásico?
–No, nunca me lo imaginé. Lo escribí pensando en los norteamericanos, no en los argentinos. Ahora lo estoy revisando para una nueva edición, porque hay mucho más material que antes.
–¿Por qué cree que tuvo tanto éxito un libro sobre Perón escrito por un norteamericano?
–Tal vez ayudó mucho el hecho de que entré al tema sin preconceptos. Por eso gente de ambos lados, peronistas y antiperonistas, se animaban a hablar conmigo. Me veían como un neutral.
–¿En 1946 hubiera votado a Perón?
–(Piensa durante unos instantes.) Sí, creo que sí. ¿A quién iba a votar si no? ¿A la oposición, a la Unión Democrática?
–¿Y en la reelección de Perón, después de la reforma de la Constitución?
–No sé, creo que hubiera tenido más dudas.

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