Domingo, 5 de febrero de 2006 | Hoy
EL PAíS › ENTREVISTA EXCLUSIVA A RUBENS RICUPERO
Es el hombre que puso su sello por décadas a la respetada Cancillería brasileña. Fue uno de los que “soñó” el Mercosur y seguramente el que más conoce sus actuales fortalezas y debilidades. Asegura que fue “excesiva” la reacción en su país frente al acuerdo alcanzado esta semana por Lula y Kirchner, aunque también reclama “buena fe” argentina. El papel que ve para Chávez, Uruguay y la Bolivia de Evo.
Por Darío Pignotti
“Creo que fue un tanto excesiva la reacción de la Federación de Industriales de San Pablo (Fiesp) ante el programa de adaptación competitiva del Mercosur.” Al embajador Rubens Ricúpero, ex secretario general de la ONU para el comercio y el desarrollo, nadie podría acusarlo de enemigo de la Fiesp. Muy por el contrario. Sus análisis académicos y columnas de opinión lo ubican como uno de los más influyentes pensadores “desarrollistas”, defensor de la industrialización y detractor de la “ortodoxia monetarista” del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. Ricúpero es, además, uno de los mayores expertos brasileños en el Mercosur, un “sueño” al que estuvo vinculado desde sus orígenes. Pero, en su mirada actual, la “realidad” del bloque fue menos exitosa de lo esperado y las “actuales turbulencias” exigen que Brasil “actúe con un poco más de humildad frente a la coyuntura”.
–¿Usted defiende las salvaguardias?
–Son un mal necesario, se trata de una retirada táctica para mantener en pie la estrategia de largo plazo de una zona de libre comercio sin restricciones y una unión aduanera pura. Entiendo que las salvaguardias no deben volverse permanentes, ellas sólo sirven para que los sectores afectados recuperen competitividad. Es un hecho que el desequilibrio regional aumentó porque Brasil no ofreció a los demás países del bloque un mercado para que diversificaran sus estructuras productivas y sus exportaciones. Es por eso que, en mi parecer, la reacción aquí es un poco excesiva. En estos años Brasil ha conseguido expandir sus exportaciones al Mercosur. Pero para alcanzar una solución se necesita buena fe de ambas partes...
–¿Está aludiendo a los industriales argentinos?
–Sucede que las salvaguardias, según una investigación de mi amigo argentino Dante Sica, a veces favorecen el desvío del comercio. Es el caso de las tasas impuestas a los calzados brasileños para defender la industria argentina, pero, en vez de ocurrir eso, lo que se observó fue un aumento de cerca del 80 por ciento en las importaciones chinas. Por eso creo que precisamos que haya buena fe.
–En Argentina se dice que es imposible competir contra la industria brasileña y los créditos blandos del Bndes.
–No hay dudas de que el desarrollo de la industria de base y las inversiones de largo plazo se han beneficiado del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social, que tiene el doble de recursos que el Banco Interamericano de Desarrollo. Pero ésa no es una competencia desleal porque cabe a cada país crear mecanismos financieros que amparen su producción. Sería desleal si hubiera subsidios como los que prohíbe la OMC.
–¿A qué obedece la hostilidad de la Fiesp?
–No puedo decirle que la Fiesp sea agresiva sólo contra el Mercosur, mi impresión es que ellos también lo son en relación con China. Creo que eso se debe a la nueva conducción (Paulo Skaf, electo en 2004), pero no creo que haya motivos de fondo. En la Fiesp y el Brasil en general hay una percepción equivocada del Mercosur, porque debido a estos problemas puntuales con Argentina, como los conflictos por zapatos y los electrodomésticos, se creó la impresión de que la integración no nos beneficia: lo que es errado, seguimos aumentando las exportaciones y acumulando saldos expresivos en la balanza comercial.
–El canciller Celso Amorim propuso ampliar las salvaguardas al resto del bloque, ¿eso puede disuadir a Uruguay de emigrar al ALCA?
–En el caso específico de Uruguay es necesario encontrar caminos para que exporte más, pero sinceramente no creo que la posibilidad de un acuerdo unilateral con ALCA sea una verdadera alternativa. La mayor parte de las exportaciones uruguayas se componen de productos que los EE.UU. difícilmente aceptarán importarlos sin aplicarles restricciones. Creo que nuestro interés en relación con Uruguay, Paraguay o Bolivia (que postula integrarse plenamente) es tener vecinos prósperos. No debemos ayudarlos por el temor de que se vayan al ALCA, sino por el propio interés brasileño. Sería bueno que los brasileños nos diéramos cuenta de que el proteccionismo ocurre aquí. En el caso del arroz uruguayo puedo hablar con conocimiento de causa, ya hace 20 años, cuando era director del departamento de las Américas de la Cancillería, recuerdo que Brasil creaba dificultades.
–El presidente del Mercosur, Chacho Alvarez, discutirá mañana con el presidente Lula avances en la institucionalización. Brasil siempre fue cauto sobre el tema.
–La institucionalización depende de un conjunto de medidas. En general se considera que el Parlamento es la más importante, pero yo no lo creo así. Creo que el Parlamento llama la atención de los políticos porque permite la elección de diputados y la invención de nuevos cargos. Más importante es la creación de un tribunal similar al que existe en la Unión Europea. También creo prioritario avanzar en el área de servicios y en el reconocimiento de diplomas.
–¿El Gasoducto del Sur puede dar un impulso estratégico a la integración?
–La implementación va a ser muy difícil por problemas técnicos porque parte de sus más de 8000 km estarían trazados en la Amazonia donde las dificultades de construcción son grandes. Además, en la Amazonia los estudios de viabilidad deben tomar en cuenta problemas ambientales, tierras indígenas y la estructura geológica. Hay también problemas financieros, es un proyecto muy caro y a pesar de los recursos con que cuenta Venezuela ellos no serían suficientes y habría que obtener financiamiento externo: no sé si es viable su concreción.
–¿Como impactará la incorporación de Venezuela en el Mercosur?
–Creo que es una buena idea que Venezuela se incorpore al Mercosur, porque así, poco a poco se irá ampliando esa área comercial. Pero el impacto para Venezuela no será muy importante porque sus exportaciones son casi exclusivamente petrolíferas y nuestros países no son grandes importadores de petróleo. Claro que Brasil y Argentina podrían tener ventajas al crecer sus ventas hacia Venezuela, pero aun así esa incorporación no parece tener un impacto transformador muy grande para el Mercosur en el corto plazo.
–¿Hacia dónde va el Mercosur?
–Creo que va a haber mucha turbulencia, pero que finalmente el Mercosur resistirá. Los próximos años no serán brillantes, más bien estarán dedicados a reparar el daño ocurrido en estos tiempos, porque tanto Argentina como Brasil tienen problemas. Brasil, para recuperar la actividad después de estos años de excesiva ortodoxia monetarista elogiada por el FMI. Argentina, por lo opuesto: está creciendo mucho pero hay quienes se preguntan si eso es sustentable desde el punto de vista de la inflación y las limitaciones energéticas.
–¿Qué escenarios imagina para la relación de Brasil y Argentina con Bolivia?
–Creo que Bolivia va a enfrentar un período difícil, aunque no creo que Evo Morales actúe con irresponsabilidad, él sabe de las fragilidades de su país. De todos modos deberá dar respuesta al movimiento campesino e indígena que lo eligió. Finalmente entiendo que Brasil y Argentina deberán tener una gran dosis de paciencia, de ayuda, pero no va a ser fácil, porque va a poner a prueba la relación.
–¿Petrobras debe aceptar las exigencias planteadas por Morales, como la nacionalización de refinerías y el aumento de impuestos?
–En parte de las reivindicaciones bolivianas hay alguna razón, porque las condiciones que ellos ofrecieron a los inversores extranjeros fueron previas al descubrimiento de las grandes reservas gasíferas. En términos jurídicos estrictos, los inversores pueden decir que imponer nuevas condiciones es ruptura de contrato, pero en términos políticos y sociales es preciso comprender que hay una nueva situación. A mi ver los inversionistas deberán aceptar algunas pérdidas, pero el problema central es encontrar el punto de equilibrio. También los bolivianos deben saber que hay un límite para sus exigencias y ese límite es que el negocio se torne inviable para los inversores.
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