Sábado, 24 de junio de 2006 | Hoy
EL PAíS › PANORAMA POLITICO
Por J. M. Pasquini Durán
Argentina es el único país de la región que no está obligado a ofrecer inmunidad a ciudadanos norteamericanos, civiles y militares, ante la Corte Penal Internacional (CPI) que juzga a sospechosos de genocidio y de crímenes de guerra y lesa humanidad. El país fue eximido por la Casa Blanca de los llamados “acuerdos del Artículo 98”, según anunció anteayer el gerente adjunto de la Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos, Adolfo Franco, porque está considerado un “aliado importante”. Por su parte, el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, definió a la Argentina como “socio estratégico” de España después de reunirse en Madrid esta semana con el presidente Néstor Kirchner. Ambas definiciones, importantes en el lenguaje y las prácticas internacionales, son el resultado probable de la consideración pragmática de intereses antes que la consecuencia de adhesiones ideológicas o simpatías personales, del tipo que solía invocar en su tiempo Carlos Menem para justificar las “relaciones carnales” con Washington. Por el contrario, el litigio abierto con Uruguay, que ya llegó al Tribunal de La Haya, hasta ahora no encontró el diálogo suficiente para una solución amigable, pese a las conocidas empatías ideológicas y personales de Kirchner con su colega Tabaré Vázquez.
Durante las décadas de rivalidad Este-Oeste, más aún en los años de la Guerra Fría, las consideraciones ideológicas tenían peso propio, a veces determinante, en las relaciones internacionales. Por años, los norteamericanos percibieron a Perón y su movimiento como elementos residuales del nazismo debido a las respectivas conductas en la segunda Guerra Mundial y, después, al asilo ofrecido por el franquismo español al líder exiliado. Ahora, también el gobierno de George W. Bush levanta a cada rato barreras y prejuicios políticos para justificar sus expansiones imperiales y sus atropellos a la libertad, a los derechos civiles y humanos en su propio territorio y en el resto del mundo. Acaba de admitir el Departamento del Tesoro norteamericano que la CIA espía transacciones financieras internacionales, del mismo modo que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, en inglés) vigila en secreto conversaciones telefónicas o de comunicaciones por fax o Internet. Sin contar el tráfico clandestino de prisioneros políticos y los centros de detención donde se los tortura y retiene, sin ningún derecho legal, hasta el punto de que las revelaciones sobre la prisión de Guantánamo escandalizaron a los aliados europeos y el mismo Bush debió reconocer que su existencia perjudicaba a su gobierno.
En la región, Estados Unidos quiso imponer los “acuerdos del Artículo 98” sobre inmunidad, que sólo suscribieron Colombia, Bolivia, Panamá, República Dominicana y Honduras, En cambio, penalizó a Paraguay, Uruguay, Brasil, Perú, Ecuador, Venezuela, Costa Rica y México con la cancelación de la “ayuda” económica y militar directa que financiaba programas contra el narcotráfico y la promoción de los derechos humanos, aunque tres de esos países, México el mayor, firmaron Tratados de Libre Comercio (TLC) en los términos propuestos por Estados Unidos como base para el ALCA, que rechazó el Mercosur, con Argentina a la cabeza, en presencia de G. W. Bush durante la Cumbre que tuvo lugar en Mar del Plata en octubre pasado.
Nadie ignora, por cierto, que el gobierno de Hugo Chávez es la bestia negra para Washington, en un “eje del mal” regional que incluye a Cuba y a Bolivia de Evo Morales, ya que el régimen anterior de La Paz apoyó el “Art. 98”. En estos días, la diplomacia norteamericana está dedicada a presionar gobiernos en favor de la postulación de Guatemala para que en octubre próximo suceda a la Argentina en la posición rotativa del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, a fin de evitar que ese lugar lo ocupe Venezuela, que ya cuenta con los votos de Argentina, Brasil, Uruguay y Bolivia. Los países de América Central, Colombia y se espera que Perúcon Alan García, sigan el rumbo de Condoleezza Rice, y la incógnita regional es Chile, cuyo voto es decisivo, donde este asunto ha enfrentado posiciones en el gobierno de la Concertación que deberá arbitrar Michelle Bachelet. El máximo organismo de Naciones Unidas es el encargado de fijar posición sobre el tema del programa nuclear de Irán, acusado por EE.UU., como en su tiempo lo hiciera con Saddam Hussein para justificar la invasión de Irak, de preparar armas ofensivas para la guerra contra Occidente. Si tuviera injerencia en la política exterior argentina, el ex ministro Roberto Lavagna, a juzgar por sus posiciones antichavistas, seguiría la línea pro-norteamericana del colombiano Alvaro Uribe. Refiriéndose a las campañas de la Casa Blanca contra Chávez, al que defendió con firmeza, Kirchner aclaró en España que Caracas compra en Estados Unidos por un monto anual de 25.000 millones de dólares y es su “gran abastecedor” de petróleo. “O sea que por un lado van las caracterizaciones coyunturales y los negocios van por abajo”, ironizó. Invitó a los empresarios españoles a “entender el importante papel de Chávez en la región. Es solidario con los otros países y vital en la ecuación energética”.
Desde que Evo Morales asumió el gobierno de Bolivia, en especial desde que recuperó el control estatal de sus recursos energéticos, es otro de los enemigos incorporado al index de los intereses petroleros de Estados Unidos y Europa. Chávez, por su parte, se convirtió en aliado incondicional de la flamante administración del Estado boliviano. El martes pasado, en un acto de la campaña para la Asamblea Constituyente que se elegirá la próxima semana en las urnas, Morales denunció ante miles de campesinos que están ingresando a ese país comandos militares estadounidenses haciéndose pasar por estudiantes y turistas. Aunque la embajada norteamericana en La Paz desestimó la denuncia por “falta de pruebas”, las actividades clandestinas actuales del espionaje de Estados Unidos crean por lo menos una duda razonable a favor del testimonio del presidente boliviano. Morales tiene problemas con Europa, sobre todo con la empresa Repsol de España, y con Brasil, por Petrobras, desde que canceló las concesiones gasíferas y petroleras, pero además reclama el desalojo de tierras en el Oriente boliviano ocupadas sin respaldo legal por empresas brasileñas. A pocos meses de la elección para la sucesión, o mejor la reelección, presidencial, Lula da Silva, por su lado, está presionado por la poderosa industria de San Pablo que se niega a pagar el aumento de precios que demanda Bolivia como principal proveedor de gas. A su vez, el Mercosur espera que Venezuela se incorpore como miembro efectivo al acuerdo en su próxima reunión del mes próximo en la provincia de Córdoba, a la que asistirán Morales, también invitado a asociarse, Vázquez de Uruguay, que reclama mejor trato de los socios mayores, Bachelet de Chile y, a lo mejor, Fidel Castro. Así de complicado es el cuadro regional.
En su actual visita a España, Kirchner opinó que tiene confianza en reconstruir el diálogo de Bolivia con España, una de sus opiniones mejor recibidas por sus interlocutores oficiales y empresarios (Repsol comprometió un anticipo de inversiones para el bienio 2007/09 por valor de 2000 millones de dólares, con énfasis en la exploración de yacimientos petrolíferos para reponer reservas), pero al mismo tiempo pidió comprensión para el proceso boliviano “que sufrió años de exclusión” y a la tarea de Morales que “trata de integrar a su país”. Ayer insistió la senadora Cristina Fernández de Kirchner: “Entender Bolivia u otros espacios latinoamericanos con categorías de pensamiento europeo me parece que no daría resultado”, aclaró. Y remarcó la importancia de “concebir a la diversidad, lo que no quiere decir que uno esté de acuerdo con tal o cual medida”. En sus definiciones, el presidente argentino trazó algunos perfiles inéditos de su percepción del momento internacional en relación con los intereses nacionales: “Creemos que España y la Comunidad Económica Europea tienen que cubrir la ausencia concreta que en la región tienen los Estados Unidos”, afirmó ante los empresarios del Consejo de Cámaras español.
Criticó las ideas norteamericanas sobre la integración regional y lamentó que ese país no creara un fondo de ayuda para el progreso verdadero de los países más atrasados de la región, como en su momento hicieron los países europeos más fuertes para formar el Mercado Común y luego la Unión. El fondo solidario europeo fue de 50.000 millones de dólares, mientras Estados Unidos lleva gastados diez veces esa suma en sus guerras de conquista en Afganistán, para tener acceso al gasoducto de la más grande reserva asiática, y para apropiarse del petróleo iraquí. Anticipó además: “Creemos fuertemente en la integración, que el Mercosur se va a consolidar, y que la normalización de la Argentina y Brasil nos van a permitir ocupar en la región el lugar que Francia y Alemania tuvieron en la creación de la Comunidad Económica Europea”. Puede ser que estas ideas pasen inadvertidas para los que esperaban, en vano, que el viaje a España fuera sólo para apresurar los aumentos de tarifas que reclaman con entusiasmo las empresas concesionarias de los servicios públicos. El importante matutino español El País, aliado del gobierno de Rodríguez Zapatero y demandante enfático de esos aumentos, clausuró sus crónicas del viaje con este título: “Kirchner cierra su visita sin hacer concesiones en los temas en litigio”. Es una mirada por el ojo de la cerradura, como la de aquellos que en Buenos Aires han lanzado una campaña mediática para “enfriar la economía”, es decir detener el crecimiento, por un supuesto riesgo inflacionario. Sería bueno que el debate ganara profundidad y abarque de una vez propuestas estratégicas, políticas de alianzas internacionales y, sin preconceptos anacrónicos ni dogmáticos, repasen las mejores vías hacia el progreso de los intereses nacionales y el bienestar general en las condiciones complicadas de una región y un mundo que ya no resisten las categorías simplificadas, las rutas lineales y las salidas directas.
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