EL PAíS › PARA CARRIO, LA MATANZA FUE PLANIFICADA
“Ingresamos a la fase autoritaria del régimen”
La virtual candidata del ARI sostiene que los episodios de Avellaneda son funcionales a la alianza menemista-dolarizadora que intenta condicionar el futuro proceso electoral a fin de perpetuarse. Las políticas de seguridad. La responsabilidad de Duhalde. La Side.
Por Felipe Yapur
La masacre del miércoles en Avellaneda todavía está fresca. La diputada Elisa Carrió, quien participó de la movilización en Plaza de Mayo ese mismo día, asegura que “la matanza estuvo planificada”, que el presidente Eduardo Duhalde “es responsable de lo sucedido”, pero también sostiene que hay que desentrañar la “trama de poder” que se está gestando y que “es funcional a la alianza menemista-dolarizadora que pregona el caos como alternativa para perpetuar el viejo régimen”. La virtual candidata presidencial del ARI señaló que la política de seguridad del Estado no debería estar centrada en la represión, sino enmarcada dentro de lo que denominó “terminar con la violencia social producida por una violencia estatal en materia de concentración espectacular del ingreso” que implica, además, “una fuerte depuración de las fuerzas de seguridad”.
–Ahora se puede entender claramente por qué estuve en la Plaza de Mayo el miércoles. Más allá de cualquier especulación política, era un deber inexcusable del ARI desde el punto de vista ético, para señalar el ingreso a la fase autoritaria del régimen, el intento de una coalición violenta que se relaciona con quienes saquearon y robaron el país en los últimos años y que busca adueñarse de la transición y de la futura elección, y porque ese día estaba habilitada la muerte.
–¿Todo lo sucedido responde a un plan programado?
–Creo que la simultaneidad de hechos y declaraciones no puede ser obviada. No es casual que el dólar por los grandes operadores estuviera a cuatro pesos, que Carlos Menem reingresara de una manera brutal a través de distintas operaciones, reportajes y que distintos funcionarios del Gobierno hablaran de posibles desórdenes y subversión. Todo está hablando claramente de una nueva alianza que pretende tomar el poder cualquiera sea el medio, para condicionar el proceso electoral que viene.
–¿Qué grado de responsabilidad tiene Duhalde en la represión?
–Duhalde es responsable de lo que sucedió, no hay duda. Pero también es cierto que la trama de poder que se está gestando en el país no le es funcional. En todo caso, es funcional a la alianza menemista-dolarizadora del caos. Está marcando una instancia de debilitamiento extremo de la coalición que llevó al poder a Duhalde.
–La masacre de Avellaneda da cuenta de que el aparato represivo está intacto. ¿Cuál sería su política de seguridad si fuese gobierno?
–Filosóficamente nuestra política de seguridad no puede ser represiva. Vamos incluso a los efectos prácticos. Lo mejor que tuvo Duhalde hasta el miércoles fue su política de seguridad no represiva. Cuando ganó la mano dura se generó más violencia y mayor rechazo social. Es como la política de mano dura de (Carlos) Ruckauf. Ahora la gente ve cuál es la consecuencia de esas políticas. La policía no debe hacerse cargo de un conflicto social que debe resolverse políticamente. Nosotros no podemos generar un proceso de deconstrucción política, social y económica de esta magnitud, y decir que la educación no sirve porque los maestros no enseñan, o que acá debe haber mano dura para poder reprimir porque estamos en un campo de violencia social producida por una espectacular violencia estatal en materia de concentración del ingreso. La gran política de seguridad de este país es una política social y económica de distribución del ingreso y la creación de fuentes de trabajo. Esta es la política que integra, que reconstruye el lazo social y es desde donde una perspectiva legal, seria, garantista, muy clara debe ser articulada a la política policial. Pero la política de seguridad debe ser definida desde su política macroeconómica.
–¿Prevé la purificación de las fuerzas de seguridad?
–Absolutamente. Por supuesto que tiene que haber todo un replanteo en materia de cuadros policiales, políticas preventivas, donde pueda haber otro tipo de control. Pero no hay que simplificar el problema. No se reforma la justicia con sólo sacar a los jueces de la Corte. No se reforma una cultura sólo porque expulse y condena a un grupo policial, no es así. Hay que cambiar una política macroeconómica, una política de justicia, de seguridad, y en ese marco una política de purificación de esos elementos que fueron distorsivos y delictivos dentro de las instituciones, o porque garantizaron la impunidad o porque mataron indiscriminadamente.
–El miércoles el Gobierno dijo que entre los piqueteros hubo infiltrados. ¿Usted cree que así ocurrió?
–En este caso creo que hubo infiltrados.
–¿De dónde?
–Puede haber de los servicios de inteligencia. Porque alguien montó este espectáculo que incluyó ese enfrentamiento de los sectores medios de Avellaneda, esos comerciantes forman parte del proceso de exclusión del país. También entiendo que esa violencia tiene que ver con un grado de injusticia muy profunda porque son expulsados absolutos del sistema. Ahora, nuestra respuesta política y social debe ser la no violencia. Esto no quiere decir falta de resistencia, al contrario, activa y no violenta.
–Si hubo infiltrados de los organismos de inteligencia. ¿Qué piensa hacer con la Side en caso de ser gobierno?
–Sobre eso no voy a contestar. Por ahora no. Discúlpeme, pero por ahora no lo puedo decir.
–¿La piensa desactivar?
–No lo voy a decir.
–En caso de ser gobierno, ¿cuál sería su política con los piqueteros?
–Creo que hay que acordar desde las bases que si nos ponemos de acuerdo, por ejemplo, en los programas de distribución como lo son el ingreso de ciudadanía para la niñez, en programas cooperativos de trabajo, en el seguro de empleo, creo que todo el mundo debe estar integrado. Lo cierto es que el gran objetivo de un gobierno y una república distintos es pelear por las cuestiones básicas del ser humano que son salud, trabajo, educación, alimento y un camino de dignidad y progreso. El tema es la prioridad; lo que hubo hasta ahora con respecto a los desocupados es un programa de asistencia, y no es así porque tiene que haber un programa de redistribución como fue el plan que impulsa el Frenapo que busca producir un shock de demanda y de incorporación de sectores vía ingreso.
–La distribución de la riqueza es tocar intereses que hoy se protegen.
–Es una pelea que hay que darla. Hay que establecer un nuevo contrato social donde estas cuestiones básicas vayan acompañados de una reforma tributaria progresiva y tiene que haber poder en el campo popular para poder sostener en el tiempo estas cosas.
–Usted desde hace varios días habla de la fase represiva. ¿Cuáles son los actores de esa fase?
–Esta fase está muy ligada al antiguo régimen.
–¿Hay caras civiles, hay caras militares?
–Para que se entienda, la alianza entre los partidos, los grupos económicos ligados a la devaluación y licuación de pasivos se unieron para intentar relegitimar el régimen. Esa alianza se cayó. Entonces vuelve el último intento que, como la vía electoral está dando ganadores a dirigentes que no forman parte del régimen, buscan entonces condicionar la salida con un alto componente autoritario. Y ahora se está discutiendo quién controla la transición para condicionar el próximo gobierno. Y eso se lo hace de dos maneras: que el próximo candidato sea del régimen que se va, es decir Menem, o una figura dentro de ese espectro que sea absolutamente condicionada. Pero esto fracasará porque la consciencia colectiva va generando los mecanismos, las instancias por las cuales a esa aventura autoritaria se le opone una fuerza nacional que derrota definitivamente al régimen.
–Entonces, Menem es la cara de lo viejo y explica la retracción de José de la Sota y Carlos Reutemann.
–No, De la Sota no cuenta. Y Reutemann es un hombre en estado de pensamiento continuo. No creo que forme parte de una estrategia.
–Si Menem es la cara civil, ¿cuál es la cara militar?
–Más que caras lo que hay es una incorrecta y repudiable actitud del jefe del Ejército (Ricardo Brinzoni) de convertir a sectores de las fuerzas armadas en actores políticos independientes. Esto de que generales y almirantes se reúnan con el arco político es grave. Esto no hay que consentirlo. El jefe de las Fuerzas Armadas es el Presidente. Esto no es serio y forma parte de la descomposición del régimen. A mí me invitaron a charlar y me negué rotundamente.
–¿Entonces, ante este escenario, Duhalde debe irse del gobierno?
–El está preso de los acontecimientos por su propia incompetencia y por la falta de lucidez de la alianza que lo llevó al gobierno.
–¿El llamado anticipado a elecciones es inminente?
–Sí. Pero esta disputa se resuelve entre el orden autoritario y un movimiento fuertemente democrático, congregativo y no violento. Y creo que va haber una decisión de este tipo por resistencia activa a un modelo que incluye a Duhalde, a (Raúl) Alfonsín y que se va a resolver en la elección. Esto es como en el ‘45. Juan Domingo Perón ganó las elecciones ese año, pero antes estuvo la plaza. Y en la plaza se resolvió la cuestión. Para que se entienda claramente, en la Argentina la cuestión se resolverá primero en la sociedad. En esta confrontación de las fuerzas de la reacción versus la fuerzas de la democracia y el campo popular. Y tiene que hacerse con un espacio popular profundamente no violento que después se cristalizará en las urnas.
–¿De ese espacio popular saldrá su candidatura?
–No sé. Incluso se puede decidir que yo no sea y no tengo problema. Acá es preciso tener un fuerte sentido de la generosidad. Si el elegido es otro, habrá que ir con ese otro. Si soy yo, bueno, adelante entonces.