EL PAíS
“Nos tiraban de todos lados, de civil, con Itakas”
Otro testimonio de un herido que muestra que hubo orden de matar: fue baleado lejos de la estación Avellaneda, con plomos.
“La cana nos seguía, apareció de todos lados, parecía un hormiguero”, relató ayer a Página/12 Julio González, del movimiento Teresa Rodríguez, que tiene dos heridas de bala en su pierna izquierda. Es otro testimonio que confirma lo adelantado por este diario en la edición de ayer: que policías abrieron fuego en otros puntos fuera de la estación Avellaneda y que las muertes no se deben simplemente a un “comisario loco” sino a que existió orden de matar. Junto a sus compañeros de militancia, González estaba acercándose al puente. Pero no pudieron llegar al lugar donde iban a llevar a cabo su protesta porque las balas comenzaron a llover. El Movimiento Teresa Rodríguez había elegido la avenida Mitre para acercarse a conformar el piquete al que nunca llegaron. Los dos chicos muertos el miércoles habían conformado las columnas que entraron por la avenida Pavón. Esto demuestra que la policía no dejó espacio vacío y que hubo balas verdaderas, de plomo, para todos los piqueteros.
“Nosotros estábamos caminando por la avenida Mitre, pero no pudimos llegar al puente Pueyrredón porque cuando faltaban dos cuadras se armó el quilombo y empezamos a retroceder”, relató el piquetero. La policía aparecía por todas las calles, “de las cortadas también”, aclaró Julio. “Nos disparaban de todos lados, venían por el medio de la calle, por ambas veredas, policías de civil con Itakas. Y de arriba también.”
Julio tiene 44 años, está desocupado y hace seis meses que milita en el MTR. Hace poco completó un formulario para recibir 150 pesos del Plan Jefes y Jefas de Hogar. “Todavía no cobré nada porque el Estado me rebota todo el tiempo. Casi todos los compañeros del MTR nos quedamos afuera”, cuenta Julio González desde su cama, que ahora tiene en la pierna izquierda dos agujeros de balas que “por suerte entraron y salieron”.
Estas balas de plomo cayeron sobre Julio cuando –igual que el caso de Darío Santillán y el de Maximiliano Kosteki– trataba de ayudar a otra militante. “Había una compañera que estaba vendiendo el periódico del MTR que cayó herida. Cuando me acerqué y la quise ayudar sentí los dos impactos. Me dispararon entrando a la plaza Alsina, donde también cayó Silvina. El papá de un compañero me llevó al hospital vecinal de Lanús.”
Julio González es nuevo en esto de la militancia y de las corridas. Todavía no hizo ninguna denuncia y no sabe a quién tiene que recurrir para poder dar su testimonio. “A mí nunca me había pasado algo así”, explica.
El testimonio de Julio es válido porque también sabe otras historias. “Estábamos con tres compañeros más. Uno que se llama Alvarez todavía está internado en terapia intensiva con un balazo en el pecho y hoy pasó a intermedia.”
También vio otra secuencia en la que la policía seguía disparando a los manifestantes que ayudaban a sus compañeros. “Cuando veo a otra compañera que fue baleada, uno de los muchachos que se acercó a auxiliarla también cayó baleado. Se llama Julio Geréz y vive en Florencio Varela”, relata González. “‘Sos un estúpido’ me dijo mi esposa. Está enojada por haberme expuesto así.”